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Silencio: Terra Mítica vive

Hace algo más de un año que no hemos efectuado, ni en éste ni en ningún otro medio, referencia alguna sobre Terra Mítica. Y no lo hemos hecho por distanciarnos de una cuestión en la que cuando se ha vertido la más mínima opinión, de manera inexorable se ha interpretado improcedentemente lo manifestado. Pero la evolución del parque temático valenciano en la actualidad es suficientemente expresiva por sí misma, y no merece más comentarios que los que provoca la trayectoria de cualesquiera dineros cuya propiedad aparente todos compartimos. A su vez, las contadas ocasiones en las que hemos intervenido en el debate surgido alrededor de la marcha de Terra Mítica, obedecen estrictamente a un compromiso profesional y ético de contrastar, con argumentos y de forma razonada, los distintos senderos analíticos a los que invita una iniciativa de esa magnitud que ha irrumpido estrepitosamente en el modelo turístico valenciano. Eso sí constituye un área de interés para quienes prestan atención a la actividad turística desde la Universidad. Si las aseveraciones han resultado acertadas o no, o del gusto de quien decide al respecto, es harina de otro costal. Aunque a nadie se le escapa que la nómina de opinantes en esta materia es más bien escasa, sin embargo no es menos cierto que algunas de las cuestiones en su día denunciadas han acabado siendo asumidas en cierto grado por el parque.

Prácticamente todo lo que se ha planteado en torno a Terra Mítica, desde que se gestó el parque, responde a cuestiones objetivamente no resueltas en el proyecto inicial. Mas no cabe duda que la reducida capacidad de crítica que rodea a esta iniciativa, acaba originando una singular mala imagen que persigue a quien osa opinar acerca del parque temático valenciano. Así, ex compañeros de trabajo, y algunos por mor de su subsistencia laboral entiendo que también ex amigos, te hacen llegar por medios diversos el escaso sentido de la oportunidad que comporta hablar de lo que se califica de buque insignia de una etapa de gobierno. Fatalidad donde las haya; pero sinceramente nadie en su sano juicio llega a tomarse en serio que un parque temático acabe convertido en la referencia existencial de un gobierno autonómico. Bien al contrario, resulta más razonable pensar que fruto de la vorágine de hacer algo y de llevarlo a cabo pronto y dentro del espacio de una actividad que, como el turismo, ha sido cacareada de prioritario interés, se afrontara la construcción de un parque temático sin examinar adecuadamente o autentificar, según el caso, los consejos, las cifras y los informes de expertos o consultoras.

En suma, la construcción de Terra Mítica probablemente haya satisfecho compromisos varios, pero lo único cierto es que el parque temático no acaba de 'pitar'. Ante esa incontestable realidad se acude a argumentos variopintos, como aquél que refiere que todos los parques al principio siempre arrojan pérdidas. Tal postura más se asimila a un consuelo que a una realidad. Si se repasan otras experiencias similares se advierte que tal aserto es parcialmente cierto y sólo se da en el caso de algunos parques de gran tamaño. De ahí que una mayor racionalidad en el diseño original hubiese podido reducir la etapa de pérdidas y el volumen de éstas. Hoy por hoy, dejar los números rojos y empezar con los beneficios se antoja muy distante aún para Terra Mítica. No sin tener presente que, conforme con uno de los principios de Murphy, cuando las cosas van mal, siempre pueden ir a peor. Con ese aforismo, tan pesimista como se le quiera calificar, hemos llegado al verano de 2002 en el que para Terra Mítica no se presagia una buena temporada turística. A lo que se une que el parque está atravesando una campaña en la que no se han escuchado cifras que puedan aportar tranquilidad en la evolución de sus particulares finanzas, que pese a ser privadas tanto comprometen a las arcas públicas, ya sea de forma directa (Generalitat Valenciana) o indirecta (cajas de ahorros).

Pues bien, sabido que las cosas pueden ir a peor, a Terra Mítica le ha tocado sufrir su singular trasiego por la senda de la indefinición temática que engloba su oferta. De ahí que el esperado aterrizaje de Paramount en el parque haya sido excesivamente suave y de guante blanco, sin más compromisos que los que no acarrean coste alguno para esta multinacional americana del ocio. Así, por medio de un contrato de gestión, que cabría aventurar de leonino, la prestigiosa multinacional se limita a cobrar más si se alcanzan hipotéticos beneficios, y en caso contrario siempre tiene asegurado un canon fijo, que cubre con creces los gastos en los que pueda incurrir por el contrato de dirección del parque formalizado bajo los auspicios del Gobierno valenciano. Como se puede comprobar, paradigmático compromiso de gestión donde los haya que, ante las angustias de la Generalitat, han sabido extraer los americanos. Una vez más recuperamos el Bienvenido Mr Marshall de nuestro paisano e ilustre cineasta.

Si no era ya suficiente lo anterior, cabe sumar que las desgracias para Terra Mítica no han venido solas y los competidores del norte, Port Aventura, siguen compareciendo públicamente de la mano de la no menos prestigiosa Universal, que incluso ha comprometido capital en la gestión del parque catalán. Así hemos conocido sus balances positivos, sus ampliaciones de instalaciones y de temporada, siendo ahora ellos los que alargan y paradójicamente el parque valenciano, que se anunciaba no estacional, es el que incurre en periodos de inactividad a lo largo del año. A mayor abundamiento, Port Aventura abraza ahora la comercialización de lo mediterráneo, justamente la marca que aquí se abandonó tras las sorprendentes erudiciones y disquisiciones de botarates mediáticos, ajenos al marketing turístico. Vaya por ellos este nuevo trago para el turismo valenciano.

Puestos a denunciar desgracias, sólo le restaba a Terra Mítica un nuevo competidor para cerrar todavía más su campo de influencia y actividad. Y este verano se ha encontrado nada menos que con otra multinacional americana, Warner, que ha abierto un parque, que al ser posterior podría resultar más moderno y tecnológicamente más competitivo. Y además se ha ubicado en el corazón de uno de los mercados potenciales más atesorados hasta ahora por el parque valenciano. Para más inri, la temporada turística 2002 está siendo peor que las anteriores y el gasto de los turistas muestra sustancialmente su regresión en los ingresos computados por las empresas del sector. Con lo cual debe apostarse porque el buque insignia mítico se quede en lo que es y no agrave su mal fario, que siempre es factible.

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