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Columna
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Tres angelitos

El ataque furibundo del PP contra el líder de los socialistas valencianos, Joan Ignasi Pla, a propósito de la reunión con sus homólogos de la antigua Corona de Aragón merece más de una lectura. Ha habido una coincidencia en interpretar la desmesura del ataque a Pla como un signo del momento de debilidad que las encuestas atribuyen al partido del Gobierno y la necesidad del PP de nuclear en torno al fantasma del catalanismo y la defensa de los 'intereses valencianos' a los corifeos de la patronal; la Cámara de Comercio y el Puerto de Valencia. De forma que Rafael Ferrando, Arturo Virosque y Rafael del Moral habrían pasado así a convertirse en los tres angelitos que guardan la cuna del candidato Francisco Camps.

Más allá de que Ferrando, Virosque y del Moral, devuelvan favores al PP, si los tres angelitos se deciden a mancharse las manos en el fango de la política y no les importa perder las formas institucionales es porque ese debate les es personalmente rentable. Tapa otros debates y sus propias carencias como dirigentes empresariales. Del Moral prefiere que se hable de lo que sea, con tal de que se silencie la operación especulativa que el puerto está consumando en la Punta sin más receta que el jarabe de palo policial: por cierto ¿hasta la pasada semana no era Camps quien le ponía los guardias que aporreaban a labradores y ecologistas? Para Ferrando y Virosque, también es mejor apelar al anticatalanismo que esperar a que los empresarios, a los que se deben, analicen su fracaso como dirigentes a la hora de articular un grupo de presión con capacidad de forzar inversiones en la autovía a Zaragoza y a Burdeos, en el AVE a Madrid, o en el peligrosísimo corredor ferroviario del Mediterráneo.

Como en este asunto no importa tanto lo que se dice sino lo que no se dice, la táctica del PP responde a la estrategia de ocupar todo el terreno mediático y marear la perdiz. Y ahí es donde posiblemente Pla y sus compañeros socialistas se han equivocado, pecando de ingenuidad y perdiéndose entre las ramas del bosque. Porque por más que las cuestiones institucionales tengan incidencia en las cuestiones concretas, en estos momentos, para la izquierda es una pérdida de tiempo abrir debates para hablar de una superestructura basada en la antigua Corona de Aragón, como de la reforma del Senado, o incluso del Estatuto de Autonomía.

Parece mentira que Pla y los suyos no hayan acabado de asimilar la lección que los sindicatos y la izquierda social dieron a los partidos con la huelga general del 20 de junio. Ésos son los temas que interesan a los ciudadanos y no interesan ni al PP, ni a la patronal. Ésos y algunas cosas tan prosaicas como si habrá comedores dignos en las escuelas, si las aulas estarán en barracones, si la salud bucal será a costa de la seguridad social o de las vacaciones, si la atención a los ancianos irá más allá de las promesas electorales, si los hospitales serán algo más que servicios a privatizar, cómo se regenera el tejido industrial, o si el servilismo de este Gobierno va a involucrar al país en una guerra... ¿la antigua Corona de Aragón?, ¡venga ya!

Si en los largos meses preelectorales que nos aguardan, la izquierda política no es capaz de elaborar e imponer su propia agenda en concordancia con lo que pasa en la calle, el creciente rechazo que está generando la política de Aznar no sólo se diluirá en la abstención sino que le brindará al PP la posibilidad de capitalizar la inercia de la falta de alternativas.

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