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CORAZONES DE OTOÑO
Columna
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No discriminen a la Miss

EL MES QUE VIENE se celebrará el concurso para la elección de Miss Mundo en Nigeria, ese Estado donde se lapida. Por eso, la representante belga, Anna van Elsen, ha declarado que no participará si no se libera a Amina Lawal, la nueva adúltera a la que están a punto de apedrear. Según el Hola, seis misses más se han unido al boicoteo. En cambio, las representantes sueca y nigeriana creen que lo más efectivo, precisamente, es estar en la gala. No es sólo que, así, la causa de Amina recibiría más publicidad. Es que, de paso, los integristas religiosos -que ya han dicho que tanto biquini suelto fomenta el vicio y el sida- se pondrían como las cabras.

Eso provoca un dilema a las neofeministas televisivas. Ellas, por norma, están en contra de los concursos de belleza, que les parecen degradantes y discriminatorios. Pero ¿es éste el caso? Hay que ponerse a favor del concurso porque es un mal menor? ¿O hay que seguir estando en contra y, para compensar, enviar aún más e-mails con el asunto: 'Lee este correo, la vida de Amina está en juego'? Yo me atrevería a pedirles que, si no pueden evitar lo de los e-mails, no arremetan contra la elección de Miss Mundo. Gracias a ese pequeño sacrificio contribuirán a no fomentar la floreciente industria de los picapedreros nigerianos. Pero es que además están equivocadas. Si ser elegida la más guapa es vejatorio, también lo es el 'test de inteligencia' que te obligan a pasar cuando optas a un puesto de trabajo. Que te escojan por tu coeficiente intelectual es tan injusto como que te escojan por tus medidas corporales. ¡Cuantas veces, al conseguir ese deseado empleo de catedrática, nos hemos sentido un simple trozo de cerebro porque nadie le daba ningún valor a nuestras piernas estilizadas!

Eso no quiere decir que no haya discriminación en los concursos de belleza. La hay, pero de esa nunca hablan las tertulianas, cada vez más cercanas a la Sección Femenina y menos al feminismo primigenio. No me refiero al hecho de que no puedan participar las señoras casadas, madres o de más de 40 años. Desde luego que eso es anormal, pero también sucede cada día en las empresas: si te quedas embarazada no te renuevan el contrato (aunque, al menos, no te apedrean). Lo que sí es de verdad discriminatorio es esa pregunta de 'cultura general' que se le hace a toda miss 'para conocer su personalidad'. Si te presentas a Miss es por tu belleza, y que seas tonta o lista no le importa a nadie. Es como si, después de superar el 'test de inteligencia' para el puesto de catedrática, te hiciesen enseñar un muslo 'para demostrar que no sólo te valoran por tu interior'.

Otra discriminación de los concursos de belleza es la norma que prohíbe participar a las que se hayan hecho la cirugía estética. A Juliana Borges, Miss Brasil del año pasado, la desposeyeron de su título por haberse retocado las orejas, los pechos, el maxilar, la barriga, los pómulos, el cuello y el abdomen. Nadie se había dado cuenta hasta que lo confesó. Entonces, los organizadores le arrebataron la corona porque consideraron que su belleza no era natural. Pero ¿qué es exactamente lo natural? ¿Matar adúlteras a pedradas habiendo como hay escopetas? Si una miss no se puede operar, tampoco debería poder ponerse crema antiarrugas con efecto lifting. Si las orejas de Juliana Borges no son naturales, tampoco es natural el pelo de Miss Nigeria: se lo alisa y se lo tiñe. De natural, tiene lo que el cerebro de Stephen Hawking, que a base de estudiar lo ha ido modificando. Dirán ustedes que si se aceptase a las operadas se cometería una injusticia con las aspirantes pobres, que no tienen dinero para ir a una clínica, pero no es del todo cierto. Las pobres, sólo por el hecho de serlo, siempre han jugado con desventaja. Si vienes de familia humilde te has alimentado a base de garbanzos, por lo que seguramente no eres tan alta y tienes tendencia a la obesidad. Es muy triste que este artículo que están ustedes leyendo haya sido mejorado gracias a un corrector de ortografía y que, en cambio, la nariz de Miss Togo no tenga el mismo derecho.

Pero lo más discriminatorio es la obligación de desfilar en traje típico. Es evidente que, al lado de Miss Tuvalu, con su descocado traje polinésico, una hipotética Miss Vaticano sale perdiendo. Eso por no hablar de las misses de los paraísos fiscales, cuyo traje folclórico se asemeja al vestido de un crupier. He ahí un claro agravio para otras mujeres, como las letonas, que se ven obligadas a lucir sencillos modelos de origen ugrofinés, diseñados hace aproximadamente mil años para ir a ordeñar vacas. Lógicamente, los países más jóvenes tienen trajes típicos también más jóvenes. Por eso, después de los ataques del 11 de septiembre, muchas aspirantes de Nueva Jersey rezan para que su Estado no sea nunca independiente. Si lo fuera, deberían vestir su nuevo traje nacional. Se imaginan a sí mismas desfilando con perilla a lo Bruce Springsteen, camisa a cuadros, cantando canciones demagógicas sobre el futuro de la clase obrera norteamericana y con toda la E Street Band detrás, que no puede una miss de Nueva Jersey ni ir a mear sola.

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