Las 'telas metálicas' de Manuel Rivera llenan de abstracción las salas del Museo de Navarra
Una antológica repasa a través de 35 cuadros y un mural la evolución del artista granadino
Hablar de Manuel Rivera (Granada, 1927-Madrid, 1995) es hablar de sus omnipresentes telas metálicas y de la voluntad de un grupo de artistas españoles que a mediados del siglo XX introdujeron en España el arte abstracto y el informalismo. Es, en definitiva, una alusión obligada a la creación del grupo El Paso, del que Rivera fue cofundador. El Museo de Navarra acoge ahora y hasta el próximo mes de noviembre una gran exposición antológica de quien fue definido como un 'pintor-escultor' por el crítico Juan Eduardo Ciriot.
Un total de 35 cuadros abstractos de diverso formato, realizados entre 1957 y 1991, se distribuyen por la pinacoteca navarra, que presenta también el gran mural del creador granadino que domina la terminal número dos del aeropuerto de Barajas, que por vez primera se exhibe fuera de ese emplazamiento.
Rivera participó en la exposición fundacional de El Paso, en 1957, junto a Saura, Chirino, Millares, Canogar, Feito y Serrano. Esa muestra en la galería Bucholz supuso un hito en las artes plásticas españolas al dar entrada a la expresión de sentimientos de angustia y soledad con formulaciones líricas y un destacado sentido trágico.
Aquella fue la primera vez en que el autor exhibió sus mallas metálicas, de fuerte contenido matérico y volumétrico. Sus obras simbolizaban la existencia de una España maltrecha, mediante agujeros o desgarros de los materiales artísticos con una fuerte carga dramática.
Tableros y óxidos
Esas telas metálicas fueron después incorporando otros elementos como tableros, y conocieron luego un preponderante uso del color (óxidos rojos y verdes), consecuencia de un oxidamiento involuntario que afectó en Venecia a algunas de sus obras y que abrió a Rivera las puertas de la coloración de sus metales.
Su éxito fue inmediato. En 1962, el MOMA neoyorquino o el Museo de Arte Contemporáneo de Madrid ya habían incorporado obras de Rivera a sus colecciones. Series como Metamorfosis, Oráculos o Espejos, en que el movimiento y la posición del espectador permiten modificar la propia visión de la obra y reconstruirla a capricho del público, pertenecen a su época dorada.
Un marco sujeta entre alambres una o varias telas metálicas que carecen de color y fondo, en un juego de luz y espacios, reales o a veces ficticios. La madera como fondo de sus creaciones permitiría más tarde al artista realizar juegos de transparencias y veladuras. Llegaron después, a fines de los sesenta, las influencias orientales, plasmadas en Papeles japoneses y más tarde en Mandala, donde el artista regresa al hermetismo.
Una escenografía para El adefesio de Alberti, origen de su colección de serigrafías y, sobre todo, Retablo de las víctimas de la violencia (1977), supusieron una ruptura con el lirismo y, según Dolores Durán, comisaria de la exposición, el artista 'manifestó un apasionado interés por la descomposición de la materia en un mensaje de elevada carga intelectual'.
Dolores Durán destaca la fuerte impronta 'espacial' de la retrospectiva pamplonesa, con la incorporación de la tela metálica en bastidores de madera y aluminio, e incluso el uso de marcos clásicos ajustados mediante la superposición de mallas. 'Rivera rompe el espacio gracias al hallazgo del material, de la malla, cuyas composiciones poseen un código de signos propio y aparecen como una opera aperta', añade la comisaria de la muestra, en la que se pueden contemplar obras como Composición sobre elementos ascendentes (1958), Tiritaña VI (1973) o Espejo caja del tiempo número 2 (1968).
La escultora Dora Salazar dirigirá durante estas semanas un taller didáctico dedicado a Rivera y dirigido a alumnos de Primaria, ESO y Bachillerato.
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