En Sierra Nevada y sin El Chava
El escalador abulense, ausente de la Vuelta, ha roto los puentes con la vida deportiva
Es víspera de montaña, y eso, para la troupe periodística, sólo significa una cosa. De aquí para allá en la salida, de coche de director a autobús de equipo, al sol, esperando. De Heras a Beloki, Mercado Mancebo, Casero, Sevilla, Simoni y Botero, y también Saiz, Unzue, Bruyneel y hasta Salutini. Sierra Nevada al fondo, por el medio las Alpujarras, y al día siguiente la pimpante Pandera en Jaén. Declaraciones a porrillo, pero un tanto sosas, precavidas, prudentes. Quizás, puede que sí, no habrá diferencias, habrá que esperar... En fin, lo de siempre. ¿Lo de siempre? No, por favor. Faltan las frases explosivas, falta el bocas, el incorrecto, el hombre que sube como nadie y se hunde como ninguno, el ciclista que, por ejemplo, hace cinco años, en una etapa tal como la de hoy, de Guadix a Sierra Nevada, estuvo amenazando con retirarse porque le dolía la tripa, anduvo trampeando entre los coches, de Ugíjar a Lanjarón y por el puerto de Bérchules, superó el mal rato y luego, la generosidad de la fantasía, atacó y por poco gana. Allí comenzó a escribirse, tragicómica, su improbable leyenda. Allí empezó a hacerse popular aquel 'todo por la afición que tanto me quiere', el grito de guerra de José María Jiménez, El Chava, el ciclista desaparecido.
Está empeñado en ser el prototipo de juguete roto, el que todo lo tuvo y lo destruyó
Aquella dualidad tan graciosa, para algunos, y tan esperpéntica para otros, que le convirtió en el Curro Romero del ciclismo, aquel todo o nada, y nunca casi todo, dicen que ahora se ha trasladado a la vida íntima del Chava. Está El Chava optimista, la vida es rosa y soy capaz de todo, no hay problema que se me resista y de ésta salgo, y El Chava oculto, siniestro, el que se refugia en la vida nocturna. De fondo, un tratamiento psiquiátrico que avanza y retrocede día tras día.
El primero es el que coge el teléfono, se emociona cuando se le dice, se le miente, quizás, que se le echa de menos en la Vuelta, y responde que sí, que no se preocupe nadie, que volverá, que, mira, 'estoy en una finca que me he comprado en Pedro Bernardo', pero que, por favor, llámame más tarde, que estoy ocupado. 'Hablé con él la pasada semana y le pillé positivo', dice Eusebio Unzue, el director del iBanesto.com, el equipo del Chava, el maillot que no se ha puesto, en competición, en toda la temporada. 'Me dijo que le guardara un hueco en el equipo, que se iba a poner bien y que el año próximo iba a correr gratis, que nos debe mucho por lo que hemos hecho por él'. Ese mismo Chava, el más escaso, es el que alguna mañana se monta en la bicicleta y sale a dar alguna vuelta con su compañero y vecino David Navas.
Está el otro Chava, el que entristece a la gente, deprime a su familia, el que se humilla y se convierte en una leyenda cómica de la comarca. El Chava autodestructivo. Oculto. 'Cuando no coge el teléfono, y hace meses que no nos lo coge, sabemos que no anda bien', dicen sus compañeros de equipo, algunos amigos que se preocupan por lo que les llega, por lo que oyen, por las andanzas de un ciclista de gran clase, salidas nocturnas, salidas imposibles, empeñado en convertirse en el prototipo de juguete roto, el que todo lo tuvo y lo destruyó. El Chava que dirá que toda la culpa es de uno o de otro y que otra copa, por favor.
Hoy, el pelotón subirá Sierra Nevada. Ganará cualquiera, desfallecerá alguno, la Vuelta empezará a existir. No para el Chava, el escalador que ganó cuatro etapas hace cuatro años, que hace tres ganó en el Angliru, tres etapas el año pasado, el símbolo de la clase y la inconstancia.
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