_
_
_
_
Nueva York | EL DÍA QUE GIRÓ EL MUNDO
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

¿Qué ha salido mal?

¿QUÉ PASÓ? ¿Que ha ido mal en el islam para que el gran centro de civilización que salvó la cultura hace más de mil años se haya quedado atrás? Bernard Lewis (Londres, 1917) está en una buena posición para intentar encontrar respuestas a la gran pregunta. No en vano ha escrito más de una veintena de obras sobre el mundo árabe (entre ellas, y publicadas en español, Los árabes en la historia, Edhasa, y Las identidades múltiples de Oriente Medio, Siglo XXI). Lewis, el gran experto occidental en Oriente Próximo -demasiado occidental, según algunos-, aborda una vez más la explicación de un fenómeno fascinante. What went wrong? recoge puntos de vista en parte ya apuntados antes por él y desarrolla reflexiones que adquieren mayor relevancia tras el 11-S.

Un informe de julio hecho por una treintena de intelectuales árabes con patrocinio de Naciones Unidas ilustraba de forma descarnada el retraso actual de los 22 países árabes, cuyo producto interior bruto, sumado, es inferior al de España. Había otros datos igualmente espectaculares: el total de libros traducidos al árabe en 10 siglos es menor de los que se traducen al español en un año; la mitad de los jóvenes árabes quieren emigrar; la mitad de las mujeres viven en una situación de analfabetismo. 'Comparado con el cristianismo, su rival milenario, el mundo del islam es pobre, débil e ignorante', afirma Lewis.Los esfuerzos de modernización de los países árabes en los siglos XIX y XX en lo militar, lo económico y lo político ha desembocado en fracasos y decepciones. : el anhelo de victorias que recuerden el pasado glorioso sólo ha logrado 'derrotas humillantes'; la búsqueda de prosperidad no ha llevado más que a economías 'empobrecidas o corruptas'; y en la política, el panorama ofrece 'una ristra de raídas tiranías, desde las tradicionales autocracias hasta las dictaduras de nuevo tipo'.

¿Por qué esta evolución? Después de la arrolladora explosión de conquistas de los siglos VII, VIII y IX y durante cientos de años, la maquinaria militar del islam no tenía rival ('sus ejércitos invadieron al mismo tiempo Europa y África, India y China'); su poder económico era absoluto y 'había alcanzado el nivel más elevado hasta el momento en las artes y las ciencias de la civilización'. Quizá la confianza que da un poder sin rival ('una civilización mundial, poliétnica, multirracial, internacional') favoreció la arrogancia: los árabes no supieron valorar los avances de la Europa cristiana en las artes militares, en la medicina y las ciencias, los saltos adelante en la cultura, la tecnología y el conocimiento. Hasta finales del XVIII, sólo se había traducido al árabe un libro de medicina -un tratado francés sobre sífilis-. 'El Renacimiento, la Reforma, la revolución tecnológica, todo pasó prácticamente sin que se supiera en las tierras del islam, en las que la tendencia era despreciar a los moradores de los territorios de Occidente como bárbaros ignorantes, más inferiores incluso que los infieles asiáticos del Este'.

El islam sabía -lo sufría en los campos de batalla- que Occidente desarrollaba poco a poco habilidades en tecnología militar, pero eso no cambiaba su opinión sobre la capacidad del adversario. 'Los sultanes adquirían material bélico al contado y lo consideraban una transacción comercial más. Los turcos, en concreto, adoptaron invenciones europeas como las pistolas y la artillería y las usaron con gran eficacia, sin modificar por ello su opinión' sobre los bárbaros infieles a los que habían comprado esas armas'. Hasta el siglo XVIII, los musulmanes no querían ir a Europa, ni como comerciantes, ni como diplomáticos, ni como viajeros. Los dirigentes religiosos lo desaconsejaban; era preferible, en caso de necesidad, enviar mensajeros de las minorías religiosas que vivían -en muchas ocasiones, bastante mejor que bajo la cristiandad- en los países árabes: cristianos griegos o armenios y judíos. Se desaconsejaba aprender otras lenguas : 'Era innecesario, cuando no degradante'.Esta tremenda falta de curiosidad hizo, por ejemplo, que nadie viera ni consultara una versión turca de 1513 del mapa de los viajes de Colón a América, depositada en un palacio de Estambul, hasta que un investigador alemán la descubrió en 1929.

Para explicar qué es lo que ocurrió, sobre todo a partir del siglo XVIII, que justifique el derrumbe de la civilización islámica, Bernard Lewis -que en ocasiones generaliza en exceso- cree fundamental señalar la actitud contraria a la emancipación de las mujeres y la despreocupación por la educación y la ciencia. En cuanto al papel de la religión, la tolerancia que había predominado en los tiempos de esplendor del islam empezó a recortarse cada vez más en favor de versiones fundamentalistas a medida que el imperio perdía terreno. Y nunca se hizo lo que Occidente sí llevó a cabo, después de grandes cantidades de sangre, sudor y lágrimas: la secularización.

'¿Quién nos ha hecho esto?': ésa es, señala Lewis, la pregunta que se plantean millones de árabes, 'porque siempre es más fácil y más satisfactorio culpar a otros de las desgracias propias'. La lista de respuestas ha sido larga: los primeros fueron los mogoles; después, turcos y persas; en los siglos XIX y XX, el colonialismo francés y británico, y en los últimos 50 años, norteamericanos y judíos. No es difícil encontrar mérito a muchas de las críticas, pero, en general, la larga caída de toda una civilización se debe, entiende el autor, a 'las debilidades internas de los Estados y las sociedades de Oriente Próximo'.

Hay otras reflexiones en el mundo árabe actual, entiende Lewis, más interesantes, más productivas, que pasan por formular diferentes preguntas. Por ejemplo, ¿qué hemos hecho de lo que fuimos? Y una de las cuestiones abiertas es que el problema no sería tanto lo que el islam ha hecho a los musulmanes, sino -vistos los pasados esplendores, que se llevaron a cabo bajo dominio islámico-lo que los musulmanes han hecho al islam. En esta perspectiva, pueden buscarse culpables -grupos, líderes, doctrinas- y recordar el gran debate entre fundamentalistas -hay que volver a la pureza, se han abandonado los principios- y reformistas -hay que abandonar las normas rígidas de hace mil años, se ha confundido religión con fanatismo-.

Y, por fin, la autocrítica: del '¿quién nos ha hecho esto?' al '¿qué hemos hecho mal?' y '¿qué hacemos para arreglarlo?'. Para Lewis, 'en esta pregunta y en las diversas respuestas que se están dando descansan las esperanzas más serias para el futuro', porque 'si los pueblos de Oriente Próximo se mantienen en su camino actual, las bombas suicidas pueden llegar a ser una metáfora válida para toda la zona, y no se podrá escapar de una espiral de odio y desprecio, rabia y autocompasión, opresión y pobreza, que culminará, antes o después, en otra dominación extranjera; quizá de una nueva Europa que vuelva a los viejos tiempos; quizá de una Rusia renovada; quizá de algún nuevo superpoder del Este. Si pueden dejar atrás el agravio y el victimismo, resolver sus diferencias y unir sus talentos, energías y recursos en una empresa común y creativa, podrán de nuevo crear un Oriente Próximo actual como el de la antigüedad y la Edad Media, un gran centro de civilización. Por ahora, la opción está en sus manos'.

What went wrong? lo editará en España Siglo XXI en octubre bajo el título ¿Qué ha fallado? El impacto de Occidente y la respuesta de Oriente Próximo.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_