'La humanidad de Cervantes es asombrosa'
Sobre 'El caballero Don Quijote', que ayer se presentó en Venecia, su adaptador y realizador resalta los valores y actualidad de la segunda parte de la novela de Miguel de Cervantes, desde la modernidad del estímulo inicial, al considerar que el personaje de Avellaneda no es el auténtico por ser ficticio, al realismo de un estilo que al ser llevado hasta el límite desemboca en lo fantástico. A ello añade el elemento de cohesión cultural que, a su juicio, tienen los clásicos.
El público de la Mostra aplaudió con calor la nueva película de Manuel Gutiérrez Aragón (Torrelavega, 1942), El caballero Don Quijote, presentada ayer en Venecia. El filme, de 117 minutos, es una incursión en el mundo ferozmente realista y a un tiempo fantástico de la obra inmortal de Cervantes. Gutiérrez Aragón, con 30 años de carrera a la espalda en los que ha cosechado numerosos premios, se ha decidido esta vez por la segunda parte de la novela, de la que resalta aspectos casi ocultos. Por ejemplo, el de un Caballero de la Triste Figura que va en busca de su usurpador (El Quijote, de Avellaneda, ya estaba en circulación cuando Cervantes escribe su segunda parte), y propone alguna sorpresa final. Respecto a la acogida que pueda tener la película en una España sometida a la presión de tantas fuerzas disgregadoras, el director considera que El Quijote 'debe servir para mantener la cohesión cultural' del país.
'Creo que la segunda parte del libro está más construida, con un argumento más fuerte'
'Es muy importante que en España no se pierda la cohesión cultural'
Pregunta. Usted hizo hace diez años una versión de El Quijote para televisión. ¿Qué novedades presenta El caballero Don Quijote con respecto a aquella serie?
Respuesta. Este Quijote no tiene nada que ver con aquél, aparte de que lo haya hecho también yo, pero seguramente tampoco soy ya el mismo. Aquél era un Quijote más episódico, estaba inventado para la televisión. Éste, en cambio, se basa en la segunda parte del libro, que está más construida, con un argumento más fuerte y de mayor dramatismo, porque termina con la muerte del Quijote. Yo me he sentido siempre más atraído por la segunda parte del libro que por la primera.
P. ¿Ha sido difícil la adaptación de un clásico como éste?
R. En realidad, yo me he sentido muy a gusto con Cervantes, porque es un autor muy amistoso. Aparte de que es una materia muy noble, me muevo con seguridad dentro de sus obras...
P. ¿En qué sentido es amistoso Cervantes?
R. Pues en el sentido de que era un hombre que había cometido muchas fechorías en su vida y necesitaba del perdón. Entonces, perdona siempre a sus personajes. Eso le da una humanidad y una altura moral que es asombrosa. Además sus personajes tienen una gran ambigüedad, que es una cosa muy moderna.
P. Sintoniza con él.
R. Sí, y sobre todo con el realismo de Cervantes, que es un realismo llevado al límite de lo fantástico y que a mí me resulta muy cercano. Luego, en la segunda parte hay algo que los expertos no han subrayado demasiado y es esa cosa maravillosa, y tan borgiana, de que Don Quijote se encuentre un libro apócrifo en el que sale otro Quijote, y de pronto dice: 'No, no, ése no soy yo. Ése es de ficción'. Eso le da una modernidad pasmosa y casi diría que es el motivo principal que me ha llevado a escoger esta segunda parte. En la película se acentúa este aspecto que está en el libro de Cervantes, pero no tan desarrollado. Por ejemplo, el encuentro con el burgués está en el libro, pero luego el que Don Quijote vaya al manicomio de Toledo sólo está en el libro de Avellaneda.
P. Seguramente es usted uno de los españoles que más veces ha leído El Quijote.
R. Bueno, eso es bastante fácil, porque los españoles no leen El Quijote. Pero tienen una cosa peor, y es que creen que lo han leído. Todo el mundo tiene la idea de que se sabe el texto.
P. Es cierto. Sería interesante saber por qué no se estudia como en otros países, en el Reino Unido, por ejemplo, se estudia a William Shakespeare...
R. Shakespeare tampoco se estudiaba. Tuvo un renacimiento en los años cuarenta, cuando empezaron a representarlo de otra manera en el teatro. Pero también es duro de escuchar en Inglaterra. Cuando Lawrence Olivier pidió dinero a un banco para hacer las primeras películas basadas en obras de Shakespeare, los bancos estaban temerosísimos y le mandaron a un tipo para que le espiara en el rodaje. Cuando luego le preguntaron al 'espía' qué era lo que estaban haciendo, les dijo: 'Tranquilos, no parece Shakespeare'.
P. Es gracioso.
R. Sí. Pero demuestra que son textos difíciles. El principal problema que tiene El Quijote para los lectores jóvenes es que está lleno de notas. Creo que se debería publicar un Quijote sin notas para los primeros lectores porque si no se hace pesado. Pero los cervantistas no lo toleran. Una virtud de la película, porque el cine tiene también alguna virtud, es que he podido restablecer el efecto cómico que tenía la obra, porque Cervantes le hace hablar a Don Quijote a la antigua, con palabras como 'fecho' y cosas así, mientras los demás personajes hablan normalmente. Ese contraste se pierde en la lectura de hoy, pero en la película se recupera porque Don Quijote habla a la antigua y los demás hablan un lenguaje normal.
P. Para el público internacional, ¿cree que los subtítulos serán suficientes?
R. No lo sé, ésa es la gran incógnita. He preguntado a algunos extranjeros y me dicen que sí, que se entiende bien, pero no puedo estar seguro.
P. ¿Cuáles han sido las mayores dificultades que ha planteado el guión?
R. La selección. Qué coges y qué dejas. Yo he tenido que elegir, incluso he tomado algo de El Quijote de Avellaneda. Pero bueno, no ha sido tan difícil. Cervantes dialoga muy bien, es más fácil adaptar sus diálogos que los de muchísimas novelas posteriores.
P. Ha eliminado, por ejemplo, los consejos a Sancho, cuando es gobernador de la ínsula.
R. Sí, sí, era una parte muy libresca. En cambio, he dejado, lo cual es un atrevimiento, algunos monólogos que me parecen bellísimos del Quijote. Eso ha sido posible gracias al actor, porque no hay muchos que puedan recitar un texto clásico como Juan Luis Galiardo. Hace un Quijote romántico -al fin y al cabo fueron los románticos los que redescubrieron a Cervantes- que es muy emocional y muy humano. Y Carlos Iglesias hace un Sancho más fascinado por su señor de lo habitual. Carlos, que era la gran apuesta de esta película, logra un gran trabajo.
P. Los paisajes son espléndidos. ¿Dónde ha rodado?
R. En el valle de Alcudia, sobre todo, que es el equivalente a La Mancha de la época de Cervantes, que tenía pastos. La de hoy es tierra de cereales, sin árboles. La de entonces tenía hasta hayas, era húmeda. La playa del final es la de Tarifa. Lo gracioso es que yo buscaba viento, pero cuando rodamos debió ser el primer día del siglo en que no había viento. También hay interiores de los Reales Alcázares.
P. El Quijote es uno de los emblemas culturales españoles, pero usted lo ha rodado en un momento de fuertes tendencias desintegradoras en el país. Algunas autonomías no quieren reconocerse en esa identidad española ¿Cómo cree que será acogida su película?
R. Don Quijote era hombre de guerra y hombre de paz. Pienso que será bien recibida si no se oficializa mucho, por esto de que se avecina el aniversario. Pero en esta España un poco cuarteada, como dice, yo pienso que los clásicos tendrían que ser más bien elementos de cohesión. Es muy importante que en España no se pierda la cohesión cultural porque ésa sí que existe, aunque haya una fragmentación política. Por eso yo soy enemigo de que se rompa el Fondo de Cinematografía y que cada autonomía se lleve una parte. Eso sería la muerte para las cinematografías de esas comunidades. Por ejemplo, la catalana se ha empobrecido mucho justamente porque se ha subvencionado el cine en catalán. Si El Quijote es algo, es un elemento de concordia.
P. ¿Qué proyectos tiene ahora?
R. Rodar una nueva película, La vida que te espera, en el valle del Pas, una zona poco conocida de Cantabria.
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