Renfe, un desastre
El pasado sábado 17 de agosto, se me ocurrió coger un tren regional entre Barcelona y Portbou. Tenía prevista su salida a las 17.25 horas desde el paseo de Gràcia. Después de una hora de retraso, y sin darnos ningún tipo de explicación como de costumbre, llegó el tren abarrotado de gente. Aquello fue un espectáculo vergonzoso, totalmente inaceptable. Me vi obligado a ir de pie hasta Portbou, apretado entre montones de maletas, mochilas, turistas, gentes del país, niños pequeños llorando y gente anciana extenuada por las condiciones infrahumanas a las que Renfe nos había obligado a viajar, en un tren con muchos más viajeros que plazas legales permitidas. Durante el trayecto fue impensable poder acceder al servicio, el tren sólo disponía de uno y la idea de poder dar un solo paso era de ciencia ficción. Además, paraba en todas las estaciones y cada vez éramos más los viajeros apretujados y enfadados. El peor tren de transporte de ganado era mejor en comparación con el nuestro. Durante el trayecto, el tren fue acumulando más retraso, y después de tres horas y media llegamos al punto de destino. Agotado, nervioso y profundamente indignado me dirigí al servicio de atención al cliente, donde presenté una reclamación en toda regla (Libro nº C-1514, folio nº 14), ya que como mínimo el derecho a la queja es algo que aún no nos han robado en este país.
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