De Francisco Escudero a Bartok, en San Sebastián
La Quincena Musical de San Sebastián culminó con el concierto vasco para piano y orquesta la cadena de homenajes de esta semana al compositor Francisco Escudero, fallecido en junio. Primero fue un curso universitario, después un monográfico a cargo de Jesús Villa Rojo y el LIM, y anteayer el concierto de piano defendido con pulcritud y fantasía por Marta Zabaleta con una simplemente correcta Sinfónica de Euskadi. La Fanfarria para la alegría de la paz, de Montsalvatge, sirvió de adecuado aperitivo.
La ópera El castillo de Barbazul, de Bartók, está tentando este año a algunas orquestas españolas. A la Sinfónica de Tenerife ha sucedido la de Euskadi en esa atracción fatal. La obra es compleja y necesita una batuta que anteponga la tensión interior a los juegos de contrastes, la palpitación a la pirotecnia. Cristian Mándela fue brillante por momentos pero descafeinado en su conjunto. Los dos solistas, Ildiko Komlossi y Laszlo Polgar, estuvieron imponentes. Son los mismos que inauguraron con esta obra el Festival de Lucerna hace un par de semanas. No defraudaron en su comparecencia donostiarra.
Los programas de mano de la Quincena reproducen una foto de la visita de Bartók a San Sebastián en 1931 a las puertas del restaurante Panier Fleuri, entonces en Rentería. Su propietaria actual, Tatus Fombellida, es una incondicional de la música. Una enfermedad le ha apartado estos días de los conciertos y los fogones. Los espectadores echamos de menos sus comentarios y su dulce sonrisa.
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