HAY UN MacGUFFIN EN 'LA SOGA'
Alfred Hitchcock inventó el término MacGuffin, pero no abusó de ese recurso en sus películas. El MacGuffin es un pequeño misterio colateral o una pista falsa que asoma de vez en cuando a lo largo del guión sin más objeto que tirar de la historia, o de aportar continuidad a una narración fragmentada, pero que luego no conduce a parte alguna. Nadie había reparado en que La soga, uno de los filmes más peculiares de Hitchcock, contiene un MacGuffin. Y quien lo acaba de descubrir es un famoso científico, el jefe del departamento de Neurología de la Universidad de Iowa, Antonio Damasio. Pero vayamos por partes.
En el contexto de un artículo dedicado al tiempo interior de la mente (número de agosto de Scientific American; la traducción castellana aparecerá el mes que viene en Investigación y Ciencia), Damasio afirma: 'La duración real de una representación [teatral o cinematográfica] y su duración en la mente del espectador son dos cosas distintas. Para ilustrar los factores que contribuyen a esas diversas experiencias del tiempo, no conozco mejor ejemplo que la película de Alfred Hitchcock La soga, de 1948'.
La obra teatral en que se basa La soga, escrita por Patrick Hamilton, transcurría en tiempo real, y la acción abarcaba una hora y tres cuartos, desde las 19.30 hasta las 21.15. La película cuenta lo mismo, pero sólo dura una hora y cuarto. Y, sin embargo, el espectador recibe la impresión de que transcurre en tiempo real. ¿Dónde está la media hora que nos ha robado Hitchcock? La explicación de Damasio, basada en sus propias teorías neurológicas, es que nuestro sentido interior del tiempo se ve engañado, entre otras cosas, por dos trampas premeditadas: la luz y el montaje. ¿Dónde está el MacGuffin? Siga leyendo.
Toda la acción transcurre en un ático, y el ventanal muestra el perfil de Nueva York, iluminado al principio por la luz de la tarde, incendiado después por los ocres del atardecer, y sumido al final en la noche cerrada. Hitchcock ha comprimido todo ese lapso en una hora y cuarto, pero nosotros sabemos que un cambio de luz tal requiere en la vida real un par de horas o más. Por lo tanto, nuestro reloj interno lee que han pasado dos horas. Éste es el primer factor.
El segundo es el montaje. Hitchcock hubiera rodado toda la película en un solo plano, con la cámara persiguiendo a los actores de una habitación a otra, aproximándose suavemente a la mano que sostiene la soga hasta lograr un primer plano, girándose luego despacio para mostrarnos una cara asustada, etcétera: una planificación convencional, pero sin un solo empalme de montaje. Lo que pasa es que Hitchcock no pudo hacerlo en una sola toma (por fortuna para los actores), porque las bobinas de celuloide no superaban los 10 minutos. Según Damasio, la película es una ristra de ocho tomas continuas de 10 minutos, y lo más importante es cómo están empalmadas: la cámara se acerca a la chaqueta oscura de un personaje, la pantalla se queda negra, ocurre el corte disimuladamente, y la nueva toma empieza cuando la cámara se aleja de la misma chaqueta oscura, como si no hubiera pasado nada. Damasio cree que esa técnica evoca en la mente del espectador un fundido en negro, y que nuestro reloj interno lo traduce por 'ha pasado algún tiempo', como hace siempre con los fundidos en negro de verdad.
Damasio es inexacto aquí. Ayer puse La soga en el vídeo, y no está compuesta por ocho tomas de 10 minutos, sino por 10 tomas de entre 5 y 9 minutos. Lo más curioso es que, de los nueve empalmes entre toma y toma, sólo cinco son de tipo Damasio (la chaqueta negra, etcétera). Los otros cuatro, que se turnan con los anteriores en una alternancia perfecta, son cortes de montaje totalmente convencionales: plano de fulano levantando la vista, empalme brusco, plano de lo que ve fulano. Por eso se le han escapado a Damasio esos cuatro empalmes: el montaje convencional es imperceptible para un espectador absorbido por la historia.
Es posible que Damasio esté en lo cierto de todos modos y que Hitchcock pretendiera con sus empalmes tipo Damasio alargar nuestra experiencia mental del tiempo, pero no está claro por qué no aprovechó los nueve empalmes para ello. ¿Alguna idea?
Un momento, y ¿dónde está el MacGuffin de La soga? La verdad es que no lo hay. La idea de que Damasio lo había descubierto no es más que el MacGuffin de este artículo: un burdo truco para forzarle a usted a leerlo.
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