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Tinto de verano | GENTE
Columna
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Hablemos de sexo

Elvira Lindo

Debo ser la única escritora del Estado a la que le gustan los adosados. Para mí personalmente, esos doscientos metros que me separan de mis vecinos ya son demasiado. Por las mañanas, según desayuno mis cereales reguladores salgo al jardín con Chiquitín y nos ponemos al lado de la verja a ver si sale mi vecina, y si sale, Chiquitín mueve la cola. Y yo, porque no la tengo, pero si la tuviera, la movería. En ciertos momentos me pasa como a la Rita, la transexual de mi calle, que echamos en falta dicho miembro. Mi vecina y yo le damos un repaso todas las mañanas a la actualidad más rabiosa, por ejemplo: la ingesta de semen. Es un tema, que quieras que no, cuando uno llega a tener un buen nivel de convivencia con unos vecinos, acaba surgiendo. Es el tema. Para mí, la doctora Ochoa fue una pionera, no me refiero en la ingesta de semen (en eso yo no entro) sino en normalizar dicha actividad. En realidad, a la doctora Ochoa todo le chupaba un pie. Recuerdo concretamente un señor que llamó desde Vilanova i la Geltrú para contar su problemática, que consistía en que cuando ese hombre estimulaba (con el mítico dedo medio) a su señora, su señora experimentaba una lubricación en sus partes íntimas tan extraordinaria que mojaba hasta el colchón, y tenían que poner unas toallas para preservar el canapé, con lo cual, cuando aquella mujer veía a su marido venir del servicio con una toalla, ya sabía sus intenciones. A mí me parece una lata esa manera de lubricarse, por lo caros que están los colchones y el engorro, pero la doctora Ochoa ponía la sonrisa enigmática y decía que cada cual tiene su idiosincrasia a la hora de lubricarse. Fue la primera que habló por la tele de la ingesta de semen, y ya te digo, sin cambiar el gesto, como si fuera Cristina García Ramos presentando Corazón Corazón.

La doctora Ochoa fue la primera que habló por la tele de la ingesta de semen

Pero no nos retrotraigamos en exceso: este domingo, Shere Hite (con ese nombre, como dicen algunos jueces, es que va usted provocando) escribía un lúcido artículo sobre la ingesta, pero daba otra vuelta de tuerca que a mí, particularmente, como escritora y como esposa, me inquietó. Decía Shere que la mayoría de los hombres, aún adorando a sus santas, se masturbaban en el baño por las mañanas, o por ejemplo, si se da el caso de que la santa ese día se levanta antes y se va porque tiene un compromiso, pues el marido se dice a sí mismo, hoy es que ni me levanto al baño, hoy me hago una manola en mi camota, y dicho marido, tras crujirse las dedos de ambas manos, se pone al asunto, y dice Shere que hay que comprenderlo porque es la mar de natural. Y todo esto Shere no se lo inventa porque Shere se pasa el día preguntándole a la gente, al operario que viene a su casa, al portero, al dentista, a cualquier hombre que se cruza. O sea, que si yo fuera Shere Hite le tendría que preguntar hasta a Evelio, por poner un ejemplo recurrente. Y según Shere, a esos maridos, que te adoran pero se masturban a tus espaldas (un personaje de Torrente Ballester decía que nadie te da el toque final como uno mismo), cuando alcanzan el orgasmo les encanta ver su semen saltar por los aires porque así se sienten realizados y a veces hasta se lo acaban comiendo (autoingesta). Total, que es tal la inquietud que me ha entrado a mí con el tema ingesta que he empezado a sondear a mi vecina y a gente cercana como mi amiga, la que sale con mi amigo impotente, que me dijo, '¿pero qué va a ingerir éste? Ya me gustaría a mí que tuviera algo que ingerir'. En fin, que estoy haciendo un trabajo de campo porque a mí me da que eso de masturbarse y comerse el propio semen es cosa de los amigos de Shere Hite. Aunque de momento, estoy al tanto del tiempo que mi santo pasa en el servicio. Llamo cada dos minutos. Y le he dicho a Evelio que quite el cerrojo. Porque aunque yo creo que eso en España no pasa, ya te quedas con el come come. Y a mí guarrerías, ninguna.

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Sobre la firma

Elvira Lindo
Es escritora y guionista. Trabajó en RNE toda la década de los 80. Ganó el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil por 'Los Trapos Sucios' y el Biblioteca Breve por 'Una palabra tuya'. Otras novelas suyas son: 'Lo que me queda por vivir' y 'A corazón abierto'. Su último libro es 'En la boca del lobo'. Colabora en EL PAÍS y la Cadena SER.

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