EL ORFEÓN DONOSTIARRA RECUERDA A CHILLIDA
La Quincena Musical de San Sebastián ha rendido homenaje al escultor con una hermosa velada. Asistió la viuda del artista, Pilar Belzunce, y varios de sus hijos
La 63ª edición de la Quincena de San Sebastián está dedicada a tres grandes compositores fallecidos este año: Xavier Montsalvatge, Carmelo Bernaola y Francisco Escudero. Las desgracias nunca vienen solas y la reciente muerte de Chillida ha añadido aún más dolor. El concierto homenaje de anteayer al escultor era uno de los más esperados del verano. De hecho, las entradas se agotaron en un abrir y cerrar de ojos.
Con la Misa en fa menor de Bruckner, el Orfeón deslumbró el pasado otoño en Berlín, al lado de la Filarmónica de la capital alemana dirigida por Barenboim. Uno de los periódicos berlineses titulaba la crítica del concierto 'Chorlossal', jugando con la yuxtaposición de las palabras chor (coro) y kolossal (colosal). La Orquesta de la Radio de Berlín y su titular Janowsky, han tendido otro puente entre Berlín y San Sebastián. La expectación estaba justificada. La más antigua de las orquestas radiofónicas alemanas posee un bello sonido y es compacta y equilibrada: Janowsky es un maestro sobrio, efectivo, dominador de las estructuras. Lo demostraron en una aseada lectura de la última sinfonía de Mozart, que sirvió de estimulante aperitivo.
El Orfeón Donostiarra es oro puro. Su versión de la Misa de Bruckner en San Sebastián fue diametralmente diferente a la que mostró en Berlín. Cuestión de flexibilidad. En la capital alemana, Barenboim no les prestó excesiva atención y el coro cantó a su aire, es decir, gustándose; en San Sebastián, Janowsky planteó una lectura expresiva, incluso dramática, que forzaba el registro más inmediatamente brillante del coro. Las dos versiones fueron excelentes. Lo definió con mucha lucidez una de las chicas del coro: 'La de Berlín fue más espiritual; la de aquí más terrenal'. Un coro que pasa de lo divino a lo humano con tanta facilidad es un lujo. Cuando Janowsky aflojó las exigencias y soltó amarras vino lo mejor de la noche: el Benedictus. La cuerda grave -y la menos grave- encontró el camino para demostrar las excelencias de la orquesta: el cuarteto solista alcanzó sus momentos más poéticos y el coro se instaló en la gloria de las sutilezas, y de ahí no bajó hasta concluir la última nota del Agnus Dei. Fue, por decirlo de alguna manera, a reunirse con Chillida. Una ciudad de la que salen estos creadores es un orgullo de la humanidad. No pudo degustar el éxito en vivo José Antonio Sáinz Alfaro, director del coro, hospitalizado por un desdichado accidente de moto.
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