AL CAMPEÓN LE ENTRAN LAS DUDAS
El equipo de Mestalla arranca con la misma pinta con la que acabó el pasado curso
Aparentemente, el Valencia es una balsa de aceite. Desde que finalizó la pasada Liga, no se ha movido ni una brizna en torno al vigente campeón, que apenas ha generado noticias -ni ha fichado ni ha traspasado a nadie- en los últimos meses, síntoma de la aparente tranquilidad en la que está sumida una entidad que ha vivido unos años gloriosos, quizá los mejores de su historia, rematados en mayo pasado con un título de Liga que no ganaba desde hacía 31 años. Un triunfo que parecía haber convertido el Valencia en un remanso de paz.
O eso parecía. Porque en la presentación del Valencia 2002-2003, el pasado día 7, se produjo una situación inesperada que disparó todas las alarnas: Mestalla saludó al presidente campeón, Jaime Ortí, con una aguda pitada. Un reproche a la austeridad del club, que arrastra una deuda de 120 millones de euros, y a su incapacidad para sacar partido financiero de estos años de bonanza deportiva que ha vivido la entidad. Y también como un aviso a los dirigentes y los jugadores, una forma de decirles que no se duerman en los laureles, que el aficionado quiere más después de varios ejercicios trepidantes en los que ha celebrado una Copa del Rey (1999) y una Liga (2002) y ha vivido momentos excitantes, como las dos finales consecutivas de la Liga de Campeones disputadas, y perdidas, en 2000 y 2001.
La grada acusa a la directiva de no aprovechar los años de bonanza deportiva
Si el verano de 2001 fue tiempo de cambios, el actual ha sido todo lo contrario. Tiempo de calma chicha. Quizá de tensa calma chicha. Ni un solo fichaje, ningún traspaso polémico ... Un panorama muy diferente al vivido en los últimos, cuando los traspasos de futbolistas como Piojo López, Mendieta, Gerard o Farinós, la marcha de Héctor Cúper, la llegada de Rafa Benítez..., llenaron páginas de periódicos y amenizaron los corrillos. También encresparon a los aficionados, atónitos ante la espantada de estrellas y la marcha del entrenador, Cúper, que llevó al Valencia a dos finales consecutivas de la máxima competición europea.
Pero el Valencia ha tenido una sorprendente capacidad para estirar su exitosa trayectoria. Primero fue la Copa del Rey de 1999, con Claudio Ranieri en el banquillo; luego llegaron las dos finales de la Liga de Campeones, y la pasada campaña ganó la Liga de la mano de Benítez, un entrenador sin apenas currículo cuando llegó en el verano de 2001; un semidesconocido que, sin embargo, borró la profunda huella que había dejado Cúper en Mestalla.
Pero, mientras en el terreno de juego todo ha ido sobre ruedas, en los despachos la tensión se puede cortar con un cuchillo. El nerviosismo atenaza a muchos directivos, que buscan respuestas al endeudamiento del club. Según el Valencia, la deuda se ha disparado porque han subido los sueldos de los jugadores por los éxitos obtenidos y, también, porque durante 2000 y 2001 se contrataron algunos que vaciaron las arcas, entre ellos Baraja y Aimar. El primero fue fichado al Atlético tras la campaña 1999-2000 por 12,02 millones de euros, y el segundo, al River Plate, en enero de 2000, por 23 millones, hasta ahora el fichaje más caro en la historia del Valencia, que también se ha reforzado en los últimos dos años con Carew, Rufete, Salva y De los Santos.
Otra versión sobre el endeudamiento, crítica con los actuales dirigentes, apunta a la nefasta gestión del consejo de administración, incapaz de rentabilizar el dinero ingresado por la venta de Mendieta y Piojo López al Lazio, Farinós al Inter y Gerard al Barcelona. En total, 120 millones de euros. 'Ya está bien de mirar el pasivo; tenemos que fijarnos en el activo del Valencia, que son los jugadores. ¿Cuánto vale Aimar? ¿Y Baraja?', se defiende el consejero delegado del Valencia, Manuel Llorente, como defensa de su gestión. Éste, además, hace responsable a Francisco Roig, presidente desde 1994 hasta 1997, del endeudamiento del club. 'Él dejó una deuda de 102 millones de euros'. Pero Roig, el máximo accionista de la entidad, está al acecho, esperando el más mínimo traspié para meter cizaña y conseguir su objetivo: volver a hacerse con las riendas del club. El caso es que el Valencia 2002-2003 se presenta con la misma pinta que la temporada pasada. Ni siquiera ha podido satisfacer al técnico, Benítez, que se ha hartado de pedir un lateral derecho para suplir la marcha del francés Angloma, retirado.
No parece, por lo visto durante la pretemporada, que vaya a cambiar un ápice el juego del Valencia, que excepto ante el Deportivo, en la Supercopa, se ha medido a conjuntos de segunda fila. Bien armado en la defensa; con un sólido centro del campo, aliñado con las gotas de ingenio que aporta Aimar, tiene su talón de Aquiles en la delantera. Nadie parece convincente. Ninguno despierta excesiva pasión en la grada. Tampoco Benítez parece satisfecho con lo que tiene. Ni Sánchez, ni Carew, ni Salva ni Mista han hecho lo suficiente para ganarse la confianza de Benítez, que es consciente de que la preocupante situación económica del club no le permite fichar un goleador de prestigio internacional. Y, así, quien más opciones tiene de jugar arriba es Angulo, un chico para todo que ya acabó actuando la pasada temporada como único punta.
LAS CARAS
BARAJA: LA CLAVE Baraja es el único jugador a quien el Valencia, al final del pasado curso, subió el sueldo. Señal inequícova de cómo está valorado este centrocampista de carácter en Mestalla. Su arreón en el último tercio fue clave para que su equipo ganara la Liga. Su punto débil son las lesiones. Y de su rendimiento depende en gran medida el lugar que ocupe el Valencia al final del ejercicio.
AIMAR: LA CONFIRMACIÓN Tras su discreto paso por la Copa del Mundo de Corea y Japón, en la que le cargaron con una excesiva responsabilidad, Aimar vuelve a Mestalla para confirmar lo que ya esbozó el pasado año: que es el encargado de darle espontaneidad a un Valencia muy mecánico. Con 22 años y una mente muy abierta, le queda mucho por aprender y mucho que ofrecer.
AYALA: EL EXCESO Como Kily González, Ayala no ha dejado de escuchar que el club, que le prometió una mejora de ficha que no ha cumplido, quiere venderle. Pese a todo, ahí sigue, líder en el vestuario, indiscutible en la zaga. Un central sobrio, atento al cruce, y un gran cabeceador, aunque proclive a algunos fallos por falta de concentración y a algunas acciones excesivamente violentas.
SALVA: EL ULTIMÁTUM Después de ser Pichichi de Primera y Segunda consecutivamente, Salva se quedó sin pólvora en la campaña pasada, en la que marcó sólo cinco goles. Este verano se ha negado a ser traspasado. Quiere reivindicarse y sólo conoce una forma: el remate. Benítez ha pedido otro delantero, pero el club no tiene dinero. Y Salva sabe que ésta es su última oportunidad.
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