EL CARNAVAL CARIBEÑO CALIENTA NOTTING HILL
El barrio londinense de Notting Hill se ha contagiado una vez más del color y los sonido caribeños en su famoso carnaval veraniego. En los dos días consecutivos de revuelo callejero, que concluye hoy, jornada festiva en el Reino Unido, hasta dos millones de personas bailarán al son del calipso y la soca, el reggae y otros ritmos calientes. Las comparsas de músicos se ven en ocasiones silenciadas por el estruendo de los altavoces de los llamados sound systems, esas efectivas discotecas portátiles que inventaron los jamaicanos a principios de los años cincuenta.
Siguiendo la tradición, la fiesta inaugural se dedicó a los menores. Con sus espectaculares disfraces, imitando flores y animales exóticos, cientos de niños recorrieron el circuito del carnaval en torno a las calles del mercado de Portobello. Es quizá el mejor día para zambullirse en los festejos y hacerse con un hueco entre la muchedumbre desde donde seguir el popular desfile.
Los pequeños serán reemplazados hoy por la cabalgata de adultos y sus también impresionantes coloridos decorados. Niños y menores, representantes del abanico de razas que conviven en la isla británica, trabajan en los ropajes, los peinados de plumas y las vistosas carrozas prácticamente todo el año para intentar superar la marca de ediciones anteriores y alzarse con el galardón a los dos mejores diseños que se otorgan cada año.
El carnaval nació en los años sesenta en reivindicación de la cultura caribeña, principalmente de Jamaica y Trinidad. Con sus bandas de percusión, los pioneros inmigrantes desafiaron a las autoridades y extendieron su sello de identidad entre una población entonces predominantemente blanca. Hoy es una fiesta multicultural, con el Caribe como reina, que no obstante sigue luchando por limpiar su imagen.
Salvo en años aislados, como en la edición del 2000 en la que dos personas fueron asesinadas, el nivel de crimen no es más elevado que en otros festivales musicales. Pero Notting Hill acarrea la etiqueta de inseguridad y la policía impone un toque de queda antes del anochecer. La música calla a las ocho en punto. El silencio sienta como un chaparrón de agua fría a los miles de personas que bailan en las plazas, jardines y calles del barrio.
El carnaval ha caído víctima también de su propio éxito. Cerca de un centenar de carrozas desfilarán este puente festivo por las concurridas calles de Portobello. Con dos escenarios y 35 sound systems adicionales, no cabe ya ni un alfiler en torno al circuito oficial. Se habla de extender la fiesta desde sus raíces en Notting Hill hasta Hyde Park, Oxford Street o la gran avenida que conduce al palacio de Buckingham. Opción que alarma a los tradicionalistas.
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