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VISTO / OÍDO
Columna
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Algunos canallas

La nigeriana adúltera va a vivir dos años: una prueba de la bondad de la justicia islámica -distinta de la civil: religiosa pero con poder de matar-, que la conserva hasta que termine de amamantar. En países católicos como el nuestro, los hijos adulterinos no tenían derecho a ver a su padre que los reclamaba en el lecho de muerto: podía costarle el infierno al tipo. No digamos las amantes, aunque los dos fueran solteros: los curas las echaban de la casa. Aunque hubieran vivido años como marido y mujer (pero con sexo). He conocido presos a los que para conceder la libertad les han obligado a casarse con quienes vivían desde muchos años. La vida del hijo adulterino sin el apellido del padre estaba sometida a duras pruebas cuando tenían que presentar la documentación: eran hijos de puta. Todavía ayer ha aparecido en un contenedor un cadáver de recién nacido, con la placenta adherida aún: la madre dio a luz clandestinamente para no ser lapidada metafóricamente a lo largo de su vida. No siendo católico, sino musulmán, es posible que en ese país la niña tenga menor destino, pero no lo creo. Hubiera sido mejor que la lapidaran con su madre. Y en un sentido de justicia actual, al padre: sabía con quién se acostaba y lo que podía pasar, y yo creí siempre que 'ese canalla', como se decía, era el verdadero culpable. Pero si vamos a mis propios sentimientos, creo que habría que enterrar a medio cuerpo y lapidar hasta la muerte a los que apedreen a esta indefensa, sin capacidad siquiera para huir; y luego lapidar a los segundos lapidadores hasta acabar con el país religioso, incluyendo los jueces y las leyes islámicas.

Ah, ya sé que ésto parece más sangriento: es sólo una elevación al absurdo para demostrar lo absurdo de la religión y la moral. Y la extensión de la culpabilidad moral a todos cuando quienes la dictan son fanáticos: y siempre dictan los fanáticos. Claro que el Dios judío, que decretó el diluvio universal, también parece un poco fanático. Y un fracasado, porque aquí estamos todos otra vez con la lapidación o con la tortura hasta el suicidio de los presos afganos en la cárcel de Guantánamo. Siendo uno de los países de donde sale lo mejor de nuestra civilización, las bases teóricas de la libertad y de la democracia, no se puede decir simplemente que sus dirigentes -porque las órdenes vienen de arriba, de nuestros amigos de la televisión- sean unos canallas. Ni siquiera peores que los jueces fanáticos del Islam. Son cristianos.

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