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Columna
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Disparate castizo

El alcalde saliente de Madrid, don José María Alvarez del Manzano, aprovecha los últimos días de su alcaldato para reflexionar en voz alta sobre la cultura y las tradiciones madrileñas. En vísperas de su 'enorme disgusto' y en plena verbena de La Paloma, virgen de su devoción, el alicaído edil se pronunció, ex cáthedra y de viva voz, acerca de tan elevadas materias y dijo: 'Los progres no entienden de cultura y confunden el falso casticismo de Arniches con las verdaderas tradiciones'. Sibilina y surrealista sentencia que funde la paradoja con el despropósito y se aproxima a los turbios y pantanosos terrenos de la esquizofrenia, al salir de la boca del que a lo largo de su mandato impuso al pueblo feroz dieta de sainetes con guarnición de chulapas y chulapos, matraca de organillos y aromas de género ínfimo. Lo del falso casticismo de Arniches ha sido argumento habitual y capcioso usado por los progres, según la redefinición del término acuñada por Aznar y difundida por sus fieles acólitos.

Si hay algo peor que un progre trasnochado debe ser un falso progre, y contra esta ralea infecciosa arremetió el caballero del Manzano dispuesto a desfacer entuertos culturales: 'Entre la falsa progresía, porque hay mucho progre falso', aclaró el ilustre, 'hay quien cree que el casticismo es mantener las tradiciones'. Entre la falsa progresía, entre la progresía auténtica y entre los conservadores más recalcitrantes son abrumadora mayoría los que piensan que, en efecto, mantener las tradiciones tiene mucho que ver con el casticismo. ¿Qué piensa el erudito Del Manzano sobre tan delicado tema? Exactamente lo mismo, pues a continuación añadió, sin dejarse amilanar por la contradicción: 'Son éstas las que dan personalidad a las ciudades; el falso casticismo es otra cosa'. Ligeramente enajenado, tal vez por la ingestión de agua, azucarillos y aguardiente, limoná o tinto con sifón, bebidas castizas a la par que tradicionales, el Manzano se estaba metiendo en un jardín, y el hilo del razonamiento se le enredaba entre falsos casticismos y falsos progres, tradiciones fetén y culturas vernáculas. Para desenredarse de la maraña dialéctica, el munícipe llevó su discurso más allá de las raquíticas y castizas fronteras y dijo emocionado: 'Madrid es una ciudad moderna y compite con Roma, París, Nueva York o Londres, no con otras ciudades'. Ya lo saben, Madrid no compite con Barcelona, ni con Tokio, Cuenca o Bogotá; para competir con Madrid hay que estar en la primera división de la modernidad. ¿Cómo se consigue eso? ¿Cómo acceder a semejante Olimpo? Tomen nota: 'Conservar sus tradiciones no es casticismo, es mantener viva la cultura de la ciudad, y eso nos diferencia de otras ciudades, es respetar la historia, y es lo que yo hago'. Y abundando en esta cultura de la diferencia, añadió: 'Madrid es una de las grandes ciudades del mundo... Esta ciudad tiene muy buenas costumbres y tradiciones. Yo he procurado recuperar unas cuantas, consolidar otras que ya estaban y supongo que habrá alguna más, porque eso nos distingue de otras ciudades, afortunadamente'. Si hay una ciudad que quiera acceder a la fortuna y a la grandeza de Madrid y competir con ella en buenas costumbres y tradiciones estupendas, aquí tienen una receta básica y sencilla: se recuperan unas cuantas buenas costumbres, se consolidan un puñado de tradiciones en buen estado y se le añaden unas más al gusto.

Para mayor seguridad en su aplicación, los ciudadanos interesados podrían solicitar la comparecencia en sus listas, o al menos en sus nóminas, de su creador, que dentro de unos meses se encontrará en la situación de disponible, muy a su pesar, pues como expresó, poniendo broche de oro y puente de plata en sus declaraciones en las fiestas de La Paloma: 'Me llevaré un enorme disgusto cuando me vaya del Ayuntamiento, pero mientras esté en activo, sigo como si no pasara nada, con todas las consecuencias; el disgusto no me lo voy a llevar por anticipado'.

Lo que sí que se le anticipó al alcalde, en vena de ocurrencias, fue la nostalgia. En la crónica publicada en estas páginas de aquel día verbenero y verborreico podía leerse: 'El alcalde de Madrid asistió ayer 'con nostalgia' a las últimas fiestas a las que irá como alcalde'. Nostalgia del año que viene se supone, añoranza del futuro. A última hora se nos reveló el alcalde filósofo y poeta, castizo de casta y progre del sector auténtico.

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