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Reportaje:MUSEO ETNOGRÁFICO DE FIÑANA

La difícil vida del abuelo

La era de la telemática y la sociedad de consumo en la que se establecen los pilares del capitalismo imperante de la economía tiene preocupado a Fiñana, un pequeño pueblo almeriense enclavado a casi 1.000 metros de altitud entre Sierra Nevada y Sierra de Baza. Sus 2.500 vecinos (en los meses de estío la población se duplica con el regreso de los que emigraron) han querido rendir un especial tributo a su pasado más inmediato y al de sus progenitores con la creación de un museo etnográfico. Una subvención de 15.000 euros otorgada por el Organismo Nacional de Parques Nacionales y la generosidad de la familia Morales Company, que ha cedido el caserío para ubicar el museo, ha sido suficiente para que el pueblo reconstruya su pequeña gran historia. En las ocho salas del edificio se recrean espacios y escenas de lo que, hasta hace sólo seis décadas, suponía la cotidianeidad de un pueblo de la sierra: trabajos como la trilla, la pisa de la uva en el propio jaraíz o la labranza de la tierra con tiro de animales.

La empresa ha sido posible sólo con la desinteresada aportación de cada vecino de un sinfín de elementos y utensilios de la artesanía del esparto, de la lata y del ganchillo, entre otros. Espuertas, serones, cubiertas de garrafas y botellas, barcinas, aguaderas, cestería, colchas, tocas de abrigo, toallas, talegas para el pan, botijos, cántaros, cacerolas de lata... Todo estos objetos, distribuidos en estancias decoradas al modo y uso de principios del siglo XX, han logrado aglutinar la memoria colectiva del lugar.

'Lo mejor de este museo es que está en permanente crecimiento. De lo que se trata es de que la gente lo vaya completando con más donaciones. El domingo pasado llevaron una lechera antigua y una pieza de cobre. Y de eso se trata. Queremos homenajear a las profesiones que fueron típicas del pueblo y a sus artesanos: lateros, carniceros y sastres', explica el alcalde, Alfredo Valdivia.

Entre las atmósferas más conseguidas resalta el salón, de tímido corte burgués, en el que no falta el piano de pared con candelabros, el retrato fotográfico de la matriarca familiar, un velador con radio y tocadiscos y la mesa camilla en medio, vestida con tapete de ganchillo. 'Hacía falta algo así en el pueblo. A simple vista parece algo cotidiano pero los chiquillos de ahora no han visto esto. Es necesario que la gente moderna vea cómo se vivía antes y cómo se las apañaban las mujeres y hombres hace tan sólo sesenta años atrás', defiende Encarna, vecina de Fiñana.

Con tan sólo 10 días transcurridos desde su apertura, el museo ha recibo ya alrededor de 1.000 visitas. Para los que además se interesen por un pretérito más lejano, en algunas de las salas recreadas pueden observarse restos prehistóricos correspondientes a la época romana, con una colección de monedas cedidas por aficionados arqueólogos; o el banco otorgado por los Reyes Católicos a la casa consistorial seis siglos atrás. Se trata de dos guiños que, pese a su disonancia con los elementos que les rodean, ofrecen pistas al visitante de la importancia de un municipio cuya minería ya sobresalía en la época romana y cuya industria de la seda hizo florecer la economía de la villa en el periodo nazarí.

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