ORIENTE Y OCCIDENTE DIALOGAN MUSICALMENTE EN LUCERNA
Durante 24 horas, el festival suizo se ha entregado a la seducción oriental en un viaje que va desde 'El rapto en el serrallo', de Mozart, hasta el estreno de 'Nagillar', de la compositora de Azerbaiyán Franghiz Ali-Zadeh.
El viaje se ha configurado en cuatro etapas. La primera tuvo sabor nocturno y un poco transgresor. El grupo de Azerbaiyán de Alin Qasimov, sentado sobre una colorista alfombra, predispuso con sus cánticos y el sonido de unos instrumentos perdidos en la noche de los tiempos al estreno mundial de Nagillar, para orquesta sinfónica, de la compositora Ali-Zadeh, también de Azerbaiyán. En la obra, de construcción eminentemente occidental, se vislumbran ecos de las Mil y una noches. Fue dirigida con precisión por otra mujer, la finlandesa Susanna Mälkki, al frente de la Orquesta Filarmónica Suiza. El olor físico a perfume oriental invadió la sala mientras se interpretaba Sherezade, de Ravel, paso inmediatamente anterior a otra Sherezade, la popular de Rimsky-Korsakov, antes de dejar el protagonismo de la noche a Qasimov y sus muchachos. 'Como en Madrid', decía eufórico el inteligente director del festival, Michael Haefliger, en alusión a unas horas nocturnas y un tipo de ambiente no habituales en Suiza.
El mejor de los cuatro conciertos orientales fue, seguramente, el segundo, con una fabulosa orquesta, la Concerto Köln, en alternancia Sarband, un grupo que reforzaba la percusión de piezas occidentales inspiradas en turquerías, o transmitía una enorme emoción con la voz de Mustafá Dogan Digmen, o hacía soñar con el giro infinito de los derviches. Desde una obertura de Gluck a un concierto turco de Toderini, una sinfonía también turca de Süssmayr o varias escenas de la ópera Solimán II, de Joseph Martin Kraus, el Concerto Köln proponía un itinerario fascinante que culminaba en la obertura de El rapto en el serrallo, de Mozart. Mientras el grupo Sarband recreaba sus ritmos tradicionales y se integraba cada vez con más fuerza en el espíritu de espontaneidad de una velada que tenía un aire algo así como de improvisación jazzística a lo oriental. El público estaba hechizado e hizo volver a todos los músicos, cuando ya habían abandonado el escenario, para que la fiesta no parase.
El tercero de los conciertos estuvo centrado en la Harmonie Musik de El rapto en el serrallo con el grupo de viento (dos fagotes, dos clarinetes, dos oboes, dos trompas) de la Orquesta Sinfónica de la WDR y la brava Christine Hock al contrabajo. Fue una cita relajante en el marco del elegante salón de actos del hotel Schweizerhof, donde Wagner compuso la parte final de Tristán e Isolda.
El plato fuerte de la loca jornada oriental era la ópera El rapto en el serrallo, en una versión de concierto dedicada a la memoria del gran violinista Isaac Stern y dirigida por David Stern al frente del Concerto Köln. El actor Bruno Ganz incorporaba el papel hablado de Selim Bassa, con un texto elaborado por Ursula Haas estrenado en Leverkusen en 1999. Ganz es, en Centroeuropa, un mito viviente. Su peso en la representación fue determinante. Llena tanto la escena, dice las palabras con tanta claridad e intención como si recitase versos de Hölderlin. El equilibrio de la ópera se resiente, dominando el carácter de historia contada con ilustraciones musicales. La representación fue, en cualquier caso, más que notable.
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