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CARTAS AL DIRECTOR
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Cuenca y las pujoladas

Esta vez nos tocó a nosotros. Ya se sabe que al 'honorable' Pujol le gusta defender su sillón a costa de lo que sea y de quien sea. La utilización de un grupo de comparación parece ser que le funciona, sobre todo si aquellos con quienes compara a su Cataluña es un grupo de menor rango social. Esto no es nuevo, ya lo hizo polemizando con los inmigrantes, y lo hará en el futuro, cuantas veces lo necesite, para seguir manteniéndose en la poltrona.

Pero lo curioso de esta alusión, desde luego innecesaria y gratuita, es que no es desacertada. Cuenca, como algunas otras -no muchas- provincias de España, está abandonada de la mano de Dios, como se suele decir, o, lo que es lo mismo, carece de proyectos políticos serios que traten de compensar las deficiencias que en el desarrollo estructural de algunas zonas de nuestro país han generado políticas injustas.

Y aquí es a donde quiero llegar: ni el Gobierno central, ni la oposición, ni el Gobierno regional, ni los distintos miembros de las instituciones locales deben sentir que Pujol ha tratado indignamente a Cuenca. No. La responsabilidad que lleva a una pérdida progresiva de dignidad territorial y de identidad cultural de muchos conquenses la tienen las decisiones y el olvido histórico con el que los políticos han obsequiado a esta provincia. Ellos son, unos y otros, los que han de sentirse heridos en el orgullo de su gestión política. La inexistencia de un proyecto de futuro para Cuenca y su papel de comparsa en el desarrollo regional y nacional sí que es un agravio comparativo.

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Pujol sí parece conocer Cuenca y las inversiones virtuales que se hacen en esta provincia. Si Cataluña no quiere ser Cuenca, en su situación de provincia subdesarrollada, lo entiendo, y, por ello, los conquenses no debemos sentirnos ofendidos. No va nada con nosotros, porque nosotros no somos los culpables de este maltrato, por mucho que algunos quieran hacérnoslo creer. A quienes deben avergonzar las palabras de Pujol es a los otros, a los que ahora cogen la bandera de la humillación para defender agravios. Con la dignidad no se come, y devolverle la ilusión y el orgullo a Cuenca requiere mucho más que palabras.

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