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Reportaje:

Ojos, oídos y boca de ETA

Pedro Gorospe

Las bodas de plata (1978-2003) le van a llegar a Batasuna en la clandestinidad. La izquierda abertzale, ojos, oídos y boca de ETA, un movimiento de mutación nominal que primero fue Herri Batasuna, luego Euskal Herritarrok, y Batasuna ahora (su actual grupo parlamentario en la Cámara de Vitoria ha tenido tres nombres distintos sólo esta legislatura), se enfrenta al mayor reto para la supervivencia de su historia: aguantar el envite político de la Ley de Partidos y el proceso judicial que tiene abierto el juez Garzón.

El guión de fidelidad pública e inequívoca a ETA que ha seguido sin interrupción durante tres generaciones está a punto de llegar a los créditos con un fundido hacia el negro. Las ventajas económicas, sociales y políticas de las que ha disfrutado desde su legalización como partido están tocando a su fin.

Se termina el canibalismo social con el que creó una complicada red de colectivos que nutren a su retaguardia política y a la vanguardia terrorista
El guión de fidelidad inequívoca a ETA que ha seguido durante tres generaciones está a punto de llegar a los créditos con un fundido hacia el negro
Se iban unos y entraban otros con bríos renovados. La justicia cerró 'Egin' y se creó 'Gara'. Se ilegalizaron Jarrai y Haika, y ya tienen a Segi
Idígoras, autor de la frase 'Votar a HB es votar a ETA', aguantó en la escena política desde el principio hasta el encarcelamiento de la Mesa en 1996

Y también se termina su canibalismo social, ese que le ha llevado a crear una infinita y complicada red de colectivos que le han servido para nutrir no sólo a la retaguardia política, sino también a la vanguardia terrorista. Un total de 442 detenidos por su pertenencia o colaboración con ETA eran en el momento de su arresto o habían sido anteriormente cargos públicos o internos de HB. Sin embargo, lo sustancial seguirá. La adoración épica de la violencia terrorista que aglutina a todo el entramado político, sindical, educativo, ecologista..., y el victimismo que sus miembros manejan a la perfección, van a seguir cimentando todo un mundo que, políticamente y socialmente heterogéneo, ha respaldado a la opción política radical, aunque con altibajos, elección tras elección.

En Navarra, Batasuna ya está preparando una nueva muda, y en los ayuntamientos que controlan se están gestando las primeras agrupaciones electorales. Un camino que seguirán seguramente en las tres provincias vascas para evitar perder el cerca de un millar de electos municipales que tienen ahora al frente de 44 ayuntamientos. En lo político, ésa puede ser la vía. En lo organizativo y financiero, todo apunta a Francia. El pasado marzo fue detenido en ese país el tesorero de Batasuna con más de 33 millones de pesetas que le habría entregado el eurodiputado de Batasuna Koldo Gorostiaga. Más próxima en el tiempo es la intercepción, también en territorio francés, de un coche con el archivo documental de Batasuna en San Sebastián. ¿Coincidencias o mudanza?

Lo cierto es que la izquierda abertzale siempre ha estado en continuo movimiento, aunque en realidad no se ha movido nada. Desde su fundación en la localidad navarra de Alsasua (Navarra) en 1978, ha ido progresivamente dejando de lado el pluralismo con el que la alumbraron múltiples partidos, y muchos independientes, hasta convertirse en un frontón. De la primera generación que arrancó de aquella Mesa de Alsasua -y que contó con apoyos singulares como los del antiguo dirigente del PNV Telesforo de Monzón, que formuló la teoría de la guerra con España, o del condenado en el proceso de Burgos Jokin Gorostidi, o del empresario José Luis Elkoro, o del diputado en el Congreso que abandonó Euskadiko Ezkerra, Francisco Letamendia, Ortzi, además de aportaciones como la del médico Santiago Brouard, asesinado el 20 de noviembre de 1984 por dos desconocidos en su consulta de Bilbao-, muy pocos han continuado. Las vacantes eran sustituidas preferentemente con abogados, y así entra una nueva generación, la de Txema Montero y Patxi Zabaleta, que al final acabaron siendo purgados. Incluso notables de las dos organizaciones que han controlado el aparato de HB, HASI primero y KAS después, como Txomin Ziluaga, acabaron mal. Jon Idígoras -el autor de la frase: 'Votar a HB es votar a ETA'- aguantó en la escena política desde el principio hasta el encarcelamiento de la Mesa Nacional de 1996.

Pero se iban unos y entraban otros con bríos renovados. La justicia cerró el diario Egin, y pusieron en marcha otro que se llama Gara. Han sido ilegalizadas las organizaciones juveniles Jarrai y Haika, y ya tienen otra que se denomina Segi. Investigan a las Gestoras pro Amnistía, y aparecen otras dos asociaciones de apoyo a familiares de presos de ETA. Tienen hasta una asociación de párrocos próximos ideológicamente, Herria Eliza-2000. No hay fin. La maquinaria movilizadora, original y totalitaria de ese mundo ha salvado una tras otra todas las trabas que le han puesto. En las europeas de 1989 tocó su techo electoral con 269.094 votos, y eso que el 19 de junio de 1987 ETA había asesinado a 21 personas en el supermercado barcelonés Hipercor. Txema Montero lo calificó de múltiple asesinato, aunque después tuvo que puntualizar que se había referido a la calificación judicial que iba a tener el atentado.

A partir de esas elecciones, la coalición radical inició un suave descenso hasta las elecciones generales de 1996, que bajaron a 154.853 votos. Una situación que no fue capaz de remontar ni la nueva Mesa Nacional de 1992, a pesar de que consolidó la presencia de miembros de la Koordinadora Abertzale Sozialista (KAS), de la que formaba parte ETA. Fue la confirmación de los duros como Gorka Martínez o Iñaki Altuna, y la entrada de Iñaki O'Shea, junto al 'cáncer liquidacionista', en expresión de ETA, que formó el tándem Iñaki Esnaola con la abogada francesa de HB Christiane Fandó. No había lugar a la crítica, aunque Esnaola siguió en la Mesa Nacional dos años más, compartiendo silla con Tasio Erkizia o José Luis Elkoro y con la nueva generación de jóvenes que se incorporaba para renovar parcialmente el máximo órgano, como Rufino Etxeberria, Florencio Aoiz, Adolfo Araiz, Karlos Rodríguez y Pipe San Epifanio. La ortodoxia se imponía para dilapidar el cada vez menor capital político que le quedaba a HB. A medida que ETA fue ampliando su campo de acción, desde las Fuerzas de Seguridad del Estado hasta los cargos públicos, pasando por jueces, periodistas y finalmente cualquiera que criticara sus asesinatos, decrecía la capacidad política de HB y de sus dirigentes. Y eso que en 1992, en el debate previo a la elección de la Mesa Nacional, el 19% de la militancia era partidaria de condenar 'algunos atentados de ETA'. Pero el camino ya estaba marcado. El 3 de diciembre de 1995, la coalición radical presentó su nueva Mesa Nacional en Alsasua, con ánimo de refundación, pero más unida a ETA si cabe que nunca, y con una mayor ligazón del complejo ETA-KAS-HB. Pipe San Epifanio ya había sido detenido como jefe del comando Barcelona de ETA. Con su abogado Txema Matanzas declaró de manera explícita ante el juez Ismael Moreno que no existe vinculación entre ETA y HB ni entre KAS y HB. La ponencia política que manejó el partido radical era Oldartzen (acometiendo), la que hizo tristemente famosa 'la socialización del sufrimiento'. Y por si fuera poco, la aportación de KAS a ese debate fue la ponencia Txinaurrak (hormigas), en la que consideraban la posibilidad de empezar a atentar contra periodistas.

Prietas las filas

Para liderar políticamente ese momento de presión, secuestros y atentados brutales fue elegido como portavoz el joven navarro Florencio Aoiz. Prietas a más no poder las filas, y desaparecidos los independientes de la Mesa Nacional, HB cedió los espacios publicitarios en las elecciones generales de 1996 a ETA. Fue la puesta de largo del vídeo con la llamada 'alternativa democrática', en el que HB se cortó la lengua y, por si había dudas, se la regaló a ETA. Con Aoiz fue a la cárcel toda la Mesa Nacional por mostrar aquel vídeo, y el partido tocó fondo electoral, o al menos eso creyeron entonces. El caso es que de aquellas aguas nació la nueva izquierda nacionalista de Arnaldo Otegi, un hombre que vino desde ETA para darle la vuelta al panorama. De su mano nació Euskal Herritarrok en vísperas de las elecciones autonómicas de 1998, y selló una alianza con el PNV, EA y IU para reformar el marco jurídico-político vasco. Tras el pacto de los nacionalistas con ETA llegó la tregua, y la euforia volvió a las filas de EH, hasta el punto de encandilar a 80.000 electores más hasta conseguir los mejores resultados de su historia en unas autonómicas, con 224.001 votos. Su discurso llenó de optimismo a toda una masa social identificada con HB, pero de la que habían sido cuidadosamente retirados los más estridentes. Se acabaron los ecos del marxismo, del leninismo y del trotskismo, y todo se basó en el nacionalismo y en la autodeterminación.

Cuando ETA anunció en diciembre de 1999 que volvía a las armas y encadenó una ofensiva sangrienta que ya se ha cobrado 41 víctimas mortales, EH, que en la primavera de 2000 inició el proceso de refundación que denominó Batasuna, volvió a lo de siempre, pero a un precio que todavía no han acabado de pagar. En las autonómicas de 2001 perdieron 80.000 votantes, y se descolgaron los disidentes de Aralar en torno a Patxi Zabaleta, el grupo Zutik (Batzarre en Navarra) y los franceses de Abertzaleen Batasuna (AB). Sin embargo, para los colectivos de víctimas y para los amenazados, la factura que deben no la acabarán de pagar nunca.

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Sobre la firma

Pedro Gorospe
Corresponsal en el País Vasco cubre la actualidad política, social y económica. Licenciado en Ciencias de la Información por la UPV-EHU, perteneció a las redacciones de la nueva Gaceta del Norte, Deia, Gaur Express y como productor la televisión pública vasca EITB antes de llegar a EL PAÍS. Es autor del libro El inconformismo de Koldo Saratxaga.

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