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Crónica:Ciencia recreativa / 17 | GENTE
Crónica
Texto informativo con interpretación

UNA FRUTA PROHIBIDA CON RAZÓN

Javier Sampedro

Según calculan los genetistas, Eva -la mujer de la que proceden todas las mujeres actuales- vivió hace 143.000 años en algún lugar del este de África. De ahí que se la llame la Eva africana. Si ésa es la misma Eva a la que se refiere el Génesis, el momento en que le ofreció a Adán la manzana del árbol del bien y del mal debió de ser una de las situaciones más engorrosas de la prehistoria. Porque hace 143.000 años las manzanas eran una birria no mucho mayor que una canica. Si Eva pretendió seducir a Adán con esa molesta broma hortofrutícola, lo más probable es que Adán le devolviera una bofetada, y ahora estaríamos hablando de la Gilda africana.

Stephen Harris, Julian Robinson y Barrie Juniper, de la Universidad de Oxford, han conseguido aclarar mediante comparaciones de ADN la historia evolutiva de la manzana, una fruta muy relevante para la alimentación de nuestros antepasados, sobre todo de los que vivieron en climas no muy calurosos durante los últimos cuatro o cinco milenios (Trends in Genetics, número de agosto).

Casi toda la agricultura se inventó en Oriente Próximo hace unos 11.000 años, pero la manzana parece ser un caso bastante especial. Los primeros que empezaron a seleccionarla, en Asia Central hace unos diez millones de años, no fueron los agricultores humanos -que todavía tenían la forma de un chimpancé-, sino los osos, que se comían los frutos más vistosos y jugosos, y luego, ¡pues, hombre!, ya saben lo que hacen los osos después de comer: esparcir las semillas, por así decir. Las minúsculas manzanas silvestres de esa zona asiática (correspondiente al sureste del actual Kazajistán, no lejos de Alma Ata), que todavía pueden encontrarse por allí en gran cantidad y variedad, fueron así ganando un poco de carne, sin grandes alardes, gracias a millones de años de paciente selección por parte de los osos.

Eva, queda dicho, se llevó la bofetada hace 143.000 años, pero eso fue en África, y aún habrían de pasar otros 135.000 años hasta que los primeros seres humanos modernos empezaran a colonizar la zona kazaja (hace entre 8.000 y 5.000 años). La agricultura ya se había inventado para entonces, pero los primeros perceptores del PER -es decir, los inventores de nuestra civilización- estaban demasiado ocupados perfeccionando los cereales y no hicieron mucho caso de las manzanas. Sin embargo, durante esa época la manzana se diseminó desde Asia Central hasta el centro de Europa. ¿Cómo es posible? Pues gracias a los caballos, que habían sido domesticados poco antes y tomaron el relevo de los osos. Las grandes rutas comerciales de esa época unían China con el Danubio (varios milenios antes que la célebre Ruta de la Seda), y el caballo era el medio de transporte obligado (por falta de otro). La fruta prohibida parece haber evolucionado en gran medida en el interior de los intestinos animales. No es extraño que la prohibieran, después de todo.

Las magníficas manzanas que pintó Cézanne son en realidad un invento relativamente reciente. Los agricultores actuales no suelen reproducirlas por siembra, sino por injertos sucesivos como hacen con muchos otros frutales. El injerto es una técnica muy ventajosa, porque uno ve directamente cuál es el árbol con la mejor fruta, toma de él los esquejes y los trasplanta a troncos expertos y de eficacia probada, de manera que pueden dar fruta a la siguiente temporada sin necesidad de esperar varios años a que un árbol crezca desde cero. Además, y sobre todo, el injerto es una clonación a todos los efectos: cuando se tiene un frutal excelente, se le clona mediante injertos sin que la reproducción sexual diluya sus valiosos genes.

Incluso si Dios hubiera creado a Adán y Eva hace 5.000 años, como sostienen los más correosos de los creacionistas, Eva hubiera seguido llevándose la bofetada, porque la técnica del injerto, esencial para los árboles frutales, no se inventó hasta hace 3.800 años (1.800 años antes de Cristo). Podemos saberlo gracias a que los inventores vivieron en Mesopotamia en esa época y dejaron constancia en una tabla de escritura cuneiforme (la tabla se refiere a los injertos de la vid, pero la técnica es la misma).

El resto es historia: la manzana, ya con su tamaño actual gracias a la técnica del injerto, pasó de Mesopotamia a Persia, de allí a Grecia y luego a Roma, para extenderse por todo el mundo conocido (salvo a la irreductible aldea gala, quizá). En tiempos de Eva, Adán hubiera preferido un buen solomillo de búfalo.

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