Comerciante de Alcalá
A quién corresponda: al señor Rodríguez Zapatero, al señor Simancas, a cualquiera que pueda o quiera prestarme auxilio. Soy una ínfima empresaria de comercio; es decir, una auténtica sufridora; sí, sí, digo bien, sufridora, porque una parte de la sociedad me ve como una intrusa que se interpone entre la industria y el consumidor final.
Por otra parte, me siento desprotegida por un sector, el mío, que es exageradamente pasivo, poco solidario, representado por personas que en muchas ocasiones no representan a nadie, sino a sí mismos.
Y lo que es más denigrante, me siento despreciada por la propia Administración pública a la que se supone mantengo con mis sacrificadas contribuciones, tanto dinerarias como sociales, se supone que a cambio ésta debería defender, garantizarme un mínimo bienestar social. Poseo un pequeño establecimiento comercial en la zona centro de Alcalá de Henares, ya sé que algunos de ustedes no saben dónde se ubica esta ciudad, pero les aseguro que yo, como nacida en ella, me he sentido siempre, hasta ahora, muy orgullosa. Les recuerdo que aunque parezca mentira fue nombrada hace ya tres años Patrimonio de la Humanidad. El alcalde de esta ciudad, de 180.000 habitantes, es del PSOE, en este tiempo de legislatura, el daño que ha ocasionado a este sector es para no olvidar; eso sí, al pequeño, al grande, de ninguna manera.
La última fechoría que se le ha ocurrido hacer es poner en juego la cada vez menor calidad de vida de más de 400 pequeños comerciantes y profesionales, cerrándoles las calles como si de una auténtica fortaleza infernal se tratase.
Comercios de toda la vida, llenos de sacrificios, de fracasos, de lágrimas y también de algún acierto, que ya no sólo serán vencidos por los todopoderosos hipermercados, sino también por políticos que nos desprecian claramente. Lo que sí sé es que mi futuro y el de mi familia van a sufrir un varapalo extraordinario, porque no van a dejar pasar por estas calles a mis clientes de toda la vida. ¡Ya sólo les falta decirles a dónde tienen que ir!
Por eso, señores, pido auxilio a quien corresponda: a los medios de comunicación hablados, escritos, audiovisuales, etcétera; a los políticos, al Defensor del Pueblo y a su majestad el rey don Juan Carlos, diciéndoles que no hay derecho a que hagan esto con nosotros.
Me despido al día de hoy con un mínimo bienestar, pero en septiembre, cuando se ponga en práctica el maldito plan de restricción de paso al centro en su totalidad, ese pequeño bienestar se transformará en sufrimiento.
Me viene el recuerdo del sufrimiento del querido pueblo argentino, y ahora también el uruguayo. Porque no hay nada como entender que cuando tus administradores se convierten en tiranos, el bienestar de sus ciudadanos desaparece como si de un efecto de magia se tratase.
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