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Entrevista:SHARMINI THARMARATNAM | Bailarina de Kathak, escultora, restauradora | NUEVOS TALENTOS

'SOÑABA QUE EN VEZ DE PIES TENÍA ALETAS DE BUCEO'

Querría contar su historia en dos minutos, por favor?

Respuesta. Nací en Holanda porque mi padre, que era de Sri Lanka, estaba destinado como ingeniero en la Philips de Eindhoven. Mi madre es holandesa-holandesa, rubia y de ojos azules. Tengo dos hermanos. De muy pequeña empecé a bailar. Todo tipo de baile. Cuando tenía 15 años murió mi padre, que también bailaba claqué en secreto. Entonces me agarré más a su cultura para no perderla: estudié sarangi, un instrumento de la música clásica india, y una prima me enseñó el baile hindú. Me licencié en Bellas Artes porque mi educación mandaba utilizar el coco, no el cuerpo. Con 21 años, vine a España de aventura, me apunté a una academia de flamenco y me quedé una temporada. Luego viví en París como escultora. Viajé mucho a India, y allí contacté con Rajendra Gangani, mi maestro de kathak. Vi que era una disciplina que reunía muchas de las cosas que estaba buscando: sobre todo, el crear sin nada, sin taller, sin dinero. Y la poesía. El kathak es poesía bailada con ritmos matemáticos.

'El baile indio debe ser agradable y sensual. Pero, sobre todo, sutil. Para expresar ira, movemos las cejas'
'Bailar es más difícil que cocinar. Cuanto más duro de digerir, mejor el baile y peor la cocina'
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Taconeo hindú

P. ¿Y qué hace ahora mismo?

R. Estoy dando un curso de baile, he terminado de escribir el guión de una película y en septiembre me voy de gira a Noruega con un espectáculo sobre la Ruta de la Seda con músicos iraníes, hindúes y chinos.

P. Cuéntenos esa película.

R. Es la historia del viaje de los gitanos desde el Punjab a Occidente, contada desde un punto de vista personal a través de la mezcla del flamenco con la música india. Es la historia de la gente que avanza en su vida buscando su herencia, mirando hacia atrás. Como mi padre, que se fue en los años cincuenta de Sri Lanka a Inglaterra en un barco de vapor. Cuando murió, en su maleta intacta había una revista sobre los bailes gitanos de Sri Lanka. Después de muchos años investigando, descubrí que en Sri Lanka se baila gitano con muchos estereotipos españoles.

P. ¿Y eso?

R. Hubo gitanos de ida y vuelta que salieron de India, llegaron a España, fueron expulsados por los Reyes Católicos, se fueron a Portugal y volvieron a Ceilán.

P. El kathak y el flamenco, ¿son primos o hermanos?

R. La cuna es la misma. Tan antigua que ambas recorrieron caminos muy diferentes y todavía se parecen. Vicente Escudero decidió bailar la siguiriya por primera vez, y en una iglesia, después de conocer al hermano mayor de Ravi Shankar, Uday. Y las tonalidades del flamenco se parecen mucho a una de las 485 ragas indias, precisamente a la que se toca entre las tres y las cuatro de la mañana y que se llama bhairav. Quizá todo eso tiene que ver con que los árabes llegaron al norte de la India en el año 712 y a España en el 711.

P. ¿Y en qué se parecen más, en las matemáticas o en la poesía?

R. Algunos tonos del cante más jondo recuerdan mucho al kathak. La rítmica no tanto, aunque el acento del inicio de la siguiriya es igual que el compás indio. En Occidente la música es lineal; en India es cíclica. Pero comparten cosas más profundas, como el duende. En India se llama rasa.

P. Si Lorca lo llega a saber...

R. Estoy convencida de que lo sabía, de que conoció bien la obra de Tagore. Lorca fue tan importante para el flamenco como lo fue Tagore, que escribió cosas muy pesadas sobre la muerte, para la música india. Curiosamente, las obras de Lorca se hacen mucho en las escuelas de teatro del Punjab. Las hacen como si fueran historias tradicionales de allí: amores imposibles, entre diferentes clanes...

P. Y su alma gitana, ¿de dónde sale?

R. De la revista de mi padre. Y de que en la India la gente me ve como gitana y como bailarina de kathak. Me ven por la calle y me dicen: 'Tú eres gitana y bailas kathak'. Y como soy pura mezcla supongo que me identifico con un pueblo sin país.

P. Imagino que en la India las bailarinas son casi sagradas.

R. Los artistas en India son intermediarios de lo divino ante el público. En general crear es eso, ser un instrumento de Dios. Pero en el mundo hindú eres tan instrumento que vas por encima de tu ego. En el famenco, en cambio, es el ego el que invoca a la divinidad. India siempre ha venerado el arte, y sigue haciéndolo. Primero, con los mecenas, los músicos se dedicaban 24 horas a la música. Luego, cuando los palacios competían sin cesar, los virtuosos crearon una gama de compases infinita. Si en España hay un Paco de Lucía, en India hay cinco. Los 485 ragas de la música clásica estaban ya escritos en el siglo II. Es como si antes supiéramos más, ¿no?

P. El baile flamenco de mujer debe ser sensual. ¿El kathak también?

R. Para un hindú, el baile flamenco es un cuento mal contado: la bailaora no termina de contar nada. En el kathak, cada gesto, cada movimiento, significa algo. Hay partes abstractas, que hablan de la naturaleza, pero en esencia es una narración. Habitualmente, sobre dioses. Y, en cuanto a la sensualidad, todo el arte indio debe ser agradable y sensual. Pero, sobre todo, sutil. Si un flamenco taconea furioso, nosotros movemos las cejas.

P. ¿Cree que ha habido algún antecedente a esto que hace usted? ¿Tiene noticias de bailarinas indias que vinieran a España?

R. Sé que en tiempos de los árabes venían, pero no tengo datos exactos. Sí sé que hubo un caso al revés: el de Anita Delgado, una malagueña que bailaba sevillanas. Vivía en Lavapiés. Cuando la boda de Alfonso XII, vino a Madrid el maharaj de Kapurtala, se enamoró de ella y se la llevó. Después de estar dos años entrenando en la corte francesa, cogió el barco y se fue a Bombay, y de allí en tren a Kapurtala. El maharaj la recibió con su harén de 300 mujeres. Ella era muy niña y escribió un diario fascinante. Cuenta cómo se le fue al carajo el sueño de casarse de blanco cuando le dieron el sari. Y que, viendo el kathak, lloraba porque se acordaba del flamenco. No aguantó la vida de lujo y se volvió con su novio a Málaga...

P. Los tópicos indios hablan de miseria, castas, machismo. ¿Son reales?

R. El machismo no tiene nacionalidad, pero la mujer india está muy fuerte, saliendo adelante, liberándose. En cuanto a las castas, soy anticlasista (y, por herencia de mi padre, de una casta alta). El sistema de castas lo impulsaron mucho los ingleses, tan clasistas. Y sobre la miseria, yo no soy turista en India, así que no veo las bandadas de mendigos detrás de mí. Ahora hay muchos proyectos de desarrollo que quizá deberían copiar aquí. Y otra filosofía: allí luchan y sonríen, aquí hay posibilidades que la gente no toma. India está viviendo una revolución tecnológica y económica tremenda, que produce cambios enormes. Pero la cultura y los aspectos humanísticos están un peldaño más alto que aquí. Hay hambre de cultura.

P. He leído que también es profesora de cocina, y que hace cenas en su casa para grupos...

R. Sí, han venido cocineros vascos a aprender conmigo. Pero no quiero que eso me robe tiempo para el baile. Así que no me promociono mucho.

P. ¿Y es más difícil cocinar o bailar?

R. . El baile es más difícil. En la cocina puedes usar muchos trucos. En el baile no puedes camuflar nada. Cuanto más difícil de digerir, mejor el baile y peor la cocina.

P. ¿Y aparte de todo eso, qué más sabe hacer?

R. Un poco de todo. Construyo cajones de percusión, coso ropa... Pero no quiero hablar de eso, que parece un anuncio de matrimonio: 'Sé cocinar, canto bien, soy muy simpática en la sobremesa...'.

P. ¿Y qué tal es su relación con los cascabeles?

R. ¡Son sagrados! Pesan dos kilos, pero el peso ayuda a bailar. El kathak consiste en palmear el suelo con los pies descalzos para sacar diferentes sonidos. Por eso, al principio, soñaba que en vez de pies tenía aletas de buceo.

Sharmini Tharmaratnam.
Sharmini Tharmaratnam.BERNARDO PÉREZ

ENTRE DIOSES

Flaca, risueña y mestiza (hija de holandesa y de tamil), Sharmini Tharmaratnam nació en Eindhoven en 1965. Primero fue escultora (en Holanda y París), y hoy vive en Madrid, donde baila y cocina (como una diosa) y cuida de su hijo de 10 años. Llegó aquí hace tres lustros para investigar las relaciones entre el flamenco y el kathak, la danza clásica del norte de la India que se baila con unos cascabeles sagrados atados a los tobillos y los pies descalzos. Sharmini, cuando danza y hace a la vez percusión oral, pone a dialogar ese baile que funde lo espiritual y lo cerebral con los ritmos más hondos (siguiriyas, soleás) y los tangos. Así, a base de gracia y levedad, mezclando a las deblas gitanas con los dioses hindúes y el cante con las letanías bengalíes, enseña que, cuando se trata de arte, es posible recorrer 6.000 kilómetros con un simple gesto.

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