Una oreja y mucha vulgaridad

Tarde espantosa y de petardos. El que cortara una oreja Caballero no dice nada, puesto que a ese excelente toro tuvo que haberle cortado las dos. Ya en su primero, que era una babosilla, no paró de dar pases al estilo de los valses de Strauss. Pero, insistimos, es imperdonable que no hubiera toreado con la profundidad y el sentimiento y la hondura que requería ese segundo toro, cuarto de la tarde. Reprochamos su falta de pasión.

A Rivera Ordóñez alguien le tiene que decir, por si le sirve para reaccionar, que sus faenas inacabadas parecían provenir de un torero acabado. No se pueden juntar tantos despropósitos y vulgaridades acumuladas como llevó a cabo en la faena de su segundo toro.

El Juli pegó un petardo en toda regla. Vulgarísimo en los pares de banderillas, salvo en el último de su segundo toro, es posible batiea el récord de enganchones durante la lidia de sus dos toros.

Tanto Rivera Ordóñez como El Juli compusieron entre los dos un ramo de vulgaridad. Tan es así, y fueron tan malos los pases que realizaron en el cómputo de sus dos faenas, que únicamente es posible describirlas con cuatro letras y tres puntos: brrr...

A uno y otro da la impresión que la tijera sorda del dinero les hubiera quitado de raíz las ilusiones. Y aunque parezca paradójico, en la falta de densidad de Caballero en ese buen toro que le tocó en suerte esa tijera sorda algo tiene que ver, asimismo, con lo que dejó de hacer y no hizo.