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Reportaje:

No toda la renta fija es de fiar

La alta rentabilidad de algunos bonos o pagarés esconde un alto riesgo para el inversor

Mientras los pagarés de empresa en España se colocan en general a tipos que oscilan entre un 3,4% y un 5,5%, intereses acordes con los ofrecidos por la deuda pública europea, algunas multinacionales ofrecen rentabilidades que superan ampliamente los dos dígitos. La desorbitada diferencia en las retribuciones no es gratuita y suele estar en consonancia con el riesgo que asume el inversor.

El inversor sólo recibe la rentabilidad concreta prometida si conserva los títulos durante todo su periodo de vigencia y si el emisor cumple los compromisos de pago

De media, los pagarés de empresa que se negocian en España colocan sus tipos de interés medios entre el 3,42% y el 5,53%, según su duración -más o menos amplia-. Un bono alemán ofrece una rentabilidad anual del 3,5% a un plazo de 18 meses. Un bono del Estado español da, a los precios actuales, y para un plazo de casi 10 años, un rendimiento anual del 4,88%. Un bono de Xerox, que vence (se amortiza: el inversor recupera el capital invertido y deja de cobrar intereses) en marzo de 2004, arroja una rentabilidad anual del 21%. Un bono de Jazztel, emitido al 13,25%, se puede comprar hoy por hoy a tal precio que su rendimiento, hasta 2009, se sitúa en el 88% anual. Algunos títulos de renta fija de WorldCom, el penúltimo fiasco contable en EE UU, aunque lanzados al mercado con un tipo de interés del 6,25%, vieron caer tanto su cotización que, antes de hacer efectiva su suspensión de pagos, llegaron a ofrecer teóricamente una rentabilidad anual del 120% para un plazo de dos años.

Negociación

Las diferencias de rendimientos entre unos y otros bonos son cuanto menos extraordinarias. Pero tienen una explicación clara. Los títulos de renta fija cotizan en el mercado financiero. Un inversor puede comprar, en el momento de la emisión, un bono de 60.000 euros al 5% durante tres ejercicios que inicialmente le garantiza unos intereses anuales de 3.000 euros. Puede, pasados, por ejemplo, 12 meses, querer venderlo porque necesita recuperar su liquidez. Si ese bono cotiza al 110%, quien se lo compre le abonará por ese título, que seguirá ofreciendo 3.000 euros de intereses anuales, 66.000, con lo que la rentabilidad que este último inversor percibirá será del 4,54%. Si ese bono cotiza al 10% de su valor nominal, quien lo adquiera pagará por él 6.000 euros y la rentabilidad anual que teóricamente obtendrá (los 3.000 euros) será del 50%.

El precio de cualquier tipo de título de renta fija depende, entre otros factores, de la salud financiera de la empresa o país que lo haya emitido. Cuanto mayor sea la garantía de cobro, más alto será en teoría su precio. Y viceversa.

Quien mide la capacidad de las compañías que emiten títulos de renta fija para hacer frente al pago de los intereses prometidos y a la devolución del capital son las agencias de rating. Cuanto más alta sea la nota que den a una empresa, el riesgo que asume el inversor es menor. Cuando una de estas compañías modifica a la baja la calificación y la acerca, como en los casos de France Télécom o Vivendi, a la categoría de bono basura, se produce un recorte más que significativo de su precio, aunque sea por pura precaución de inversores particulares e institucionales. Además, son muchos los fondos de inversión y las compañías aseguradoras que no pueden, por sus propias normas internas de funcionamiento, colocar su patrimonio en activos de renta fija calificados de basura, por lo que, antes de que se produzca una rebaja de su calificación hasta este nivel, sus gestores venden dichos títulos, lo que acelera la caída de sus precios y eleva sus rentabilidades.

La renta fija, pese a su nombre, no garantiza una rentabilidad exacta durante su plazo de vida salvo en el caso de que la compañía cumpla todos sus compromisos de pago durante el periodo de vida de sus títulos y el inversor agote ese plazo. En otros casos: se desea vender antes de tiempo o la compañía presenta suspensión de pagos, ni se cobrarán los intereses iniciales, y puede que tampoco se recupere el capital. Para evitar sustos -no toda la renta fija es de fiar- bien vale comprobar la calificación de las emisiones y desconfiar, al menos un poco, de las rentabilidades muy por encima de la media del mercado.

El precio de un título de renta fija no sólo depende de la salud financiera de la empresa o país que lo emite. Las expectativas que sobre los tipos de interés se tengan en el mercado son también un factor determinante en la fijación de su precio. El año 2001 fue un ejercicio prolijo en recortes en los tipos de interés oficiales. A principios de 2002, los analistas apostaban por una subida, a partir del segundo semestre del año, de estas magnitudes. La mala situación bursátil y el retraso en la recuperación efectiva de las economías estadounidenses y europeas ha llevado a algunas casas de análisis a modificar radicalmente sus expectativas al respecto. Según Goldman Sachs, Deutsche Bank o Lehman Brothers, la Reserva Federal bajará en las próximas semanas el precio oficial de su dinero y más que probablemente arrastrará al BCE a tomar una decisión similar.

Los datos parecen avalar a corto plazo esta última teoría. En el mercado financiero americano, el tipo de interés al que se cruzan operaciones a tres meses se acerca ya al 1,6%; a seis meses, baja hasta el 1,5%. Si se produce un movimiento a la baja en los tipos de interés oficiales, los precios de la renta fija pública o privada ya emitida, teóricamente subirán y sus rentabilidades bajarán. Si una compañía emitió hace un año un bono a tres años al 5% de interés y mañana puede lanzar otro activo de similares características no al 5% sino 4,5%, lo lógico es que el precio del primero de los títulos, inicialmente más rentable, suba lo suficiente como para igualar su rendimiento con el del segundo. En el supuesto de que finalmente las máximas autoridades monetarias optaran por elevar los tipos (entre otras razones, por el riesgo de inflación que muchos expertos vislumbran), en el mercado de bonos se produciría un movimiento contrario. Los precios de los títulos ya emitidos bajarían y así aumentarían sus rentabilidades.

Los pagarés de empresa  en España colocan sus tipos entre el 3,42% y el 5,53%, de media.
Los pagarés de empresa en España colocan sus tipos entre el 3,42% y el 5,53%, de media.BERNARDO PÉREZ

¿Qué es el 'rating'?

El rating es una calificación elaborada por una empresa especializada (Moody's, Standard & Poor's y Fitch) que valora a los emisores de deuda según su capacidad de pago y su vulnerabilidad ante los cambios de su entorno exterior. Las agencias de rating califican a los países (capacidad de pago de España, de Alemania, etcétera) y a los emisores privados (empresas que solicitan financiación en los mercados mediante la emisión de títulos de renta fija) en sus distintas escalas de rating. Sus valoraciones afectan directamente al precio de las emisiones. A medida que la calificación empeora, los emisores (compañías o países) soportan una mayor prima de riesgo (spread, en la terminología financiera) en sus emisiones. Las calificaciones desde AAA (máximo de valoración para Standard & Poor's) o Aaa (máximo de valoración para Moody's) hasta BBB o Baa componen la categoría de Investment Grade. Las emisiones con calificaciones por debajo de estos rating se denominan de high yield (alto riesgo). El rating de los investment grade indica los grados de capacidad de cumplimiento de pago del emisor. A mayor valoración, mayor capacidad de cumplimiento de sus obligaciones de pago para con los inversores. El rating de los high yield indica los grados de vulnerabilidad del emisor ante las adversidades que dificulten el cumplimiento de sus compromisos de pago. A mayor valoración, menor vulnerabilidad del emisor, menor probabilidad de impago y, por tanto, menor riesgo.

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