Thanou gana entre silbidos
Ante el flojo panorama de la velocidad en Europa, Glorie Alozie decidió correr los 100 metros. Vallista de gran prestigio -segunda en los Mundiales de 1999 y los Juegos Olímpicos de Sydney 2000- vio una posibilidad en el liso ante la ausencia de Zhana Pintusevich y Muriel Hurtis, la mejores de la temporada. Por supuesto, no entraba en sus planes batir a la griega Ekaterina Thanou, que afina como ninguna en la competición de gran nivel. Pero no descartaba una medalla. Las otras finalistas eran de segunda fila. Pero la recientemente nacionalizada española tras defender el pabellón nigeriano está demasiada acostumbrada a las vallas. Fue la cuarta, por detrás de la italiana Levorato y la belga Gevaerts, dos secundarias que se aprovecharon de las miserias europeas.
Ganó Thanou. No podía ser de otra manera. Pero no fue una victoria celebrada por la exigente hinchada alemana. La gente la silbó como si no la creyeran. No importa que nunca haya dado positivo en los controles antidopaje ni que sea una habitual de las finales con algunas medallas de gran valor. Su problema es que permanece demasiado tiempo escondida en su país, sin dejarse ver en las reuniones del verano. Difícilmente aparece en Oslo o Zúrich para medirse a Marion Jones, por ejemplo. Lo suyo es taparse, correr un poco en Grecia y llegar como un pincel a competiciones como los Europeos.
No ayudan nada a Thanou las noticias que llegaron de la reunión de Atenas en mayo, donde estaba prevista la participación de los mejores griegos. Pero ningún velocista participó. Una desbandada que provocó comentarios. Se habló de que habían llegado los encargados del control antidopaje por sorpresa, perspectiva que, al parecer, les desagradó. Thanou no corrió en Atenas. Tampoco en el circuito del Grand Prix. A la gente no le gusta: quiere verla con las norteamericanas y las caribeñas. La gente necesita creer. Y, por lo que sea, no cree en Thanou a pesar de que no ha fallado en los controles antIdopaje.
