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La Blanca
Columna
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¿Milagroso? Lo normal

Al parecer, en la última crisis en las alturas, lo digo para Javier Eder y todos los hermanos pamplonicas, hubo remodelación de gabinete y -no me gusta escribir esto, parece que hubiera regodeo- San Fermín fue desplazado por San (o Beato o lo que sea) Celedón en las competencias sobre aguas y tormentas. Se hacía eco mi colega de lo dicho por el inefable comentarista de TVE en los encierros ('Corren los mozos', y son tres jubilados esquivando a los 'morlacos' o un guiri gordo; 'se ha formado un montoncico en la entrada', y hay un amasijo de cuerpos caídos, etcétera), pues bien, se hacía eco de lo dicho por el comentarista de televisión de que más de tres veces (observen el número cabalístico) había visto él parar la lluvia justo a las ocho en punto, momento de arranque del encierro. Gran expectación, continuaba. El Santo Patrón iba a dar su bendición. Pero -y no lo dice- la lluvia NO paró hasta un cuarto de hora después. Según fuentes bien informadas en temas celestiales, fue ese cuarto de hora de cambio de cartera. A las ocho y cuarto, nada más hacerse cargo de la competencia, Celedón, en justa compensación y homenaje a su predecesor, hizo que dejara de llover.

Lo oficializó, lo sabía ya, sor María Jesús Aguirre el mismo día 4 (más veterana en la Balconada que el propio comentarista de TVE en el encierro). SIEMPRE hace sol las tardes del 4 de agosto en Vitoria, aseguró. (Ahí se le pasó agradecer a San Fermín los servicios prestados. Lo mismo que se olvidó de los asesinados, aunque recordara a presos ausentes, enfermos y a los que sufrían.) Espléndida tarde y noche el día 4. Sol y viento fresco También la mañana del 5 para que pasearan las familias, los grupos se divirtieran y saltaran con la música (incluso llegué a ver a algún blusa, ¿especie en extinción?), tocaran las fanfarrias y las calles se llenaran de bullicio alegre y festivo.

Por la tarde, lluvia y tormenta. A ver..., había que limpiar las calles del pegajoso y dulzón resto del día anterior. Preparar la noche. Y así se hizo. Y, de nuevo, noche sin aguaceros, para que la basca lo disfrutara entre lo Viejo y el Campus universitario, que tenemos una basca de altura. Y -vean ustedes el detalle y el buen hacer de nuestro Santo, Beato o lo que sea- martes laborable, nublado; ¡como debe ser! para que el laboreo sea menos demoledor tras los días de fiesta. Por lo demás, previsión de que vaya despejando por la tarde en que volverá a relanzarse la fiesta. Una gestión impecable -'niquelada', diría un amigo mío- de los asuntos sobre aguas y tormentas. Eso creo.

Claro que Pamplona tiene una larga lista de ministrables allá en las alturas: San Francisco y San Saturnino, San Josemaría y el beatísimo Raimundo de Garcilaso, Premín y familia, Sarasate y toda la orquesta. Vitoria, no. Y es lo bueno. Porque es sabido que los dioses son impredecibles (véase a José María) y hacen una crisis o un ministro donde no hay nada. Vitoria tiene a Becerro de Bengoa o a Aldecoa. Pero me aseguran que son príncipes en los infiernos. No cuentan. De modo que puede que en la próxima crisis tengamos más sorpresas agradables: competencia en mareas, y hacemos un puerto de Vitoria en Bilbao. Lo normal.

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