La luz al final del túnel
En vísperas de que los atletas, si cumplen los niveles ya contrastados, brillen en el estadio Olímpico de Múnich, los nadadores dejan Berlín sin la sensación de inferioridad que parecía inevitable últimamente. En el mismo país, tan cerca esta vez como para comparar mejor que nunca los dos deportes básicos, la natación española ha dejado de rozar el ahogo que la amenazaba tras una crisis insólita. Se vuelve a ver la luz al final del túnel.
Pese a tener los medios suficientes, no sólo se había estancado la cantera, lo más grave de todo, sino que incluso Nina Jivánevskaia, la solitaria figura en que apoyarse tras la retirada del impagable Martín López Zubero, se había hundido.
Pero al fin ha llegado la reconversión. Con nuevos planes técnicos. El general, dirigido a estos Campeonatos de Europa, ha demostrado que la base no se ha perdido; el particular, para Nina, la ha recuperado. Tres medallas -las dos de Jivánevskaia, de oro y plata, y la del relevo femenino de 4x200 libres, de plata- y, sobre todo, 13 finalistas y 11 récords nacionales, con 19 nadadores mejorando casi todos sus marcas, atestiguan la mejoría.
La plusmarca del relevo, una prueba que marca el potencial de una natación, es sintomática. Pero hasta podría decirse que se ha conseguido con veteranas como Laura Roca. La confirmación de jóvenes debutantes como Olaf Wildeboer, sin embargo, es el mejor ejemplo de que los españoles ya nadan con desparpajo hasta las finales y no se les puede pedir más si cada vez que se lanzan a la piscina mejoran los récords de España o los suyos. Eso es brillar. El temible ridículo en los Mundiales de Barcelona 2003 y los Europeos de Madrid 2004 parece salvado.
Y es que no sólo ha mejorado la natación en la piscina, la referencia fundamental, sino que siguen en la élite la sincronizada, que encabeza Gemma Mengual con sus tres medallas, dos de plata y una de bronce; los saltos, con la plata de José Miguel Gil, y las aguas abiertas, con el bronce del recobrado David Meca.
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