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Reportaje:

Renovarse o morir

El sector turístico del Maresme afronta una dura crisis por la falta de inversión

Lluís Pellicer

Marja y Sonja llevan gafas de sol. Dicen que por la mañana les duele la vista: van a dormir tarde y se levantan pronto para ir a tomar el sol. En Dinamarca encuentran pocos momentos para divertirse porque estudian y trabajan, así que aprovechan sus vacaciones en Calella para hacerlo. Confiesan que no conocen demasiado la ciudad, sólo pasearon por ella un día que estaba lloviendo y fueron de tiendas. '¿Qué compramos? No demasiado, algunos recuerdos', dice Marja.

Las dos chicas son prototipo del turista que frecuenta Calella durante los meses de julio y agosto: jóvenes, con un bajo poder adquisitivo y alentados por los tres kilómetros de playa y los numerosos pubs y discotecas de la población. Con el lema Ven a Calella y haz lo que quieras, una mayorista de viajes danesa intentaba atraer jóvenes con una oferta basada en un alojamiento a precios irrisorios y una buena dosis de sexo y alcohol. Algo que el alcalde, Josep Basart (ERC), considera 'una oferta salvaje' y a lo que se opuso desde un principio. 'Hablamos con el operador y le mostramos nuestra disconformidad con su oferta. Ahora ya no nos trae a tanta gente, cosa que me parece magnífica', afirma Basart.

'Los turistas ya no escogen el Maresme, simplemente los traen los operadores'
'No puede ser que los establecimientos ofrezcan pensión completa por 20 euros'

En 2003, Calella cumplirá su 50º aniversario como destino turístico, algo que enorgullece al sector, pero que a la vez paga garo. No son pocos los establecimientos que han quedado anticuados, sobre todo hoteles familiares y pensiones. De los 42 hoteles que hay, sólo tres tienen cuatro estrellas. 'Muchos establecimientos deben enfrentarse a una seria renovación. Gran parte de la culpa de que nos llegue un turismo joven y con poco poder adquisitivo es nuestra, porque tenemos hoteles sin reformar a los que sólo opta este tipo de turistas', dice el presidente del Gremio de Hoteleros del Maresme, Manel Vila. La presidenta del Consorci de Promoció Turística del Maresme y alcaldesa de Malgrat de Mar, Conxita Campoy, también apunta hacia este sentido. Ella cree que 'los turistas ya no escogen el Maresme como destino turístico, simplemente los traen'. Campoy considera que no se pueden crear más plazas hoteleras si no se cierran otras que han quedado caducas. 'No puede ser que los establecimientos ofrezcan pensión completa por 20 euros [menos de 3.400 pesetas]; esto es lo que vale una buena comida'.

Precisamente, la receta en la que se basan los operadores turísticos es ésta: más calidad y precios más bajos. La fórmula, sin embargo, no está dando resultados muy positivos. Según el Gremio de Hoteleros del Maresme, la ocupación del mes de julio fue del 85%, 10 puntos menos que en años anteriores. Sin embargo, la nueva flota de hoteles de Santa Susanna tampoco se ha salvado del naufragio, ya que la ocupación es algo superior al 90%, pero inferior a la registrada en años anteriores.

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Las previsiones para los próximos meses no son tampoco demasiado optimistas, pero el sector espera con ilusión un turismo más familiar que cada año llega a la población en septiembre y octubre. Pero 'las excursiones nocturnas que organizan algunos operadores para llevar a los jóvenes de bar en bar no nos ayudan a tener un sello de calidad', recuerda Manel Vila. Los esfuerzos de los sectores público y privado del Maresme, pues, se orientan a la búsqueda de un turismo familiar durante todo el verano. El Ayuntamiento ha pedido entrar en el programa piloto del Departamento de Turismo de reconversión de ciudades en destino turístico familiar. 'Todo el mundo es bienvenido a Calella, pero aspiramos a un turismo familiar para el que ya estamos preparados y al que el pueblo siempre ha estado ligado', dice el gerente de impilso del Centro Comercial de Calella, Carles Coromines.

En lo que todos asienten es en que la operación matemática de bajar precios y ofrecer más calidad es inviable. Algunas voces también se cuestionan el papel que ejercen los mayoristas de viajes. '¿Por qué en Internet puedo encontrar el precio de un hotel del País Vasco y no el de uno del Maresme? Por la dependencia con los operadores turísticos', plantea Campoy. Si bien todo el mundo reconoce que estas empresas aseguran la llegada de turistas, algunos también opinan que su dependencia desalienta la llegada de los turistas que vienen por cuenta propia, sobre todo de españoles. Si la reconversión industrial fue necesaria, la turística lo es ahora más que nunca.

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Sobre la firma

Lluís Pellicer
Es jefe de sección de Nacional de EL PAÍS. Antes fue jefe de Economía, corresponsal en Bruselas y redactor en Barcelona. Ha cubierto la crisis inmobiliaria de 2008, las reuniones del BCE y las cumbres del FMI. Licenciado en Periodismo por la Universitat Autònoma de Barcelona, ha cursado el programa de desarrollo directivo de IESE.

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