Un corredor de fondo
Stan O'Neal aguantó con una risa el comentario del consejero delegado de Merill Lynch sobre las consecuencias financieras del acuerdo recién alcanzado con el fiscal de Nueva York, una multa de 100 millones de dólares y reformas estructurales para evitar la repetición del fenómeno de analistas que engañaban a los inversores. 'Por suerte eso va ser un problema, sobre todo para Stan', comentó David Komansky el 21 de mayo. Dos meses después, O'Neal le devolvía el favor, cuando se anunció que Komansky dejará el timón del mayor broker de EE UU el 2 de diciembre, adelantando una retirada prevista para el 2004. Su lugar lo ocupará O'Neal, cuya ascensión supone la llegada por primera vez de un afroamericano a la cumbre de uno de los grandes de Wall Street.
O'Neal llegó hace 16 a Merrill Lynch desde General Motors, la compañía que promocionó su singular talento y de la que sigue siendo consejero. Ha escalado desde lo más bajo. Descendiente de esclavos, primogénito de un agricultor pobre y de una mujer que limpiaba casas, Stanley vino al mundo hace 50 años en un pueblo que no era el de sus padres, porque el hospital de Wedowee (Alabama) no admitía negros. El padre abandonó el campo por un trabajo en la General Motors en Atlanta y con él se llevó a la familia.
El chico, muy despejado, alternó trabajo y estudios de ingeniería y administración en la GM, que luego le becó para estudiar en la Business School de Harvard. 'Allí no había muchos como yo', recordaba recientemente. Tras las aulas volvió al trabajo con el fabricante de coches, que, entre otros destinos, le envió durante algo más de un año como tesorero de su operación en España. A comienzos de 1984, O'Neal dejó Madrid y un recuerdo de hombre cordial, inteligente y bellísima persona.
De vuelta a Estados Unidos, Merrill Lynch le tiró los tejos. En la más que centenaria entidad, O'Neal ha probado todas las posiciones de responsabilidad antes de ser elegido hace un año presidente, número dos. Han sido doce meses tremendos para Merrill, en los que van incluidos el abandono de su sede en Manhattan por el 11-S y traspiés de diverso tipo relacionados con la escandalera de Wall Street.
A partir de septiembre, empezó a ejercer de consejero delegado, el cargo que le espera en diciembre, y no dudó en despedir a miles de personas. Más que mantener a Merrill como el mayor broker, su objetivo es convertirlo en el más rentable de Wall Street.
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