'La música oriental del santur está relacionada con la meditación, el yoga y la libertad'
Mario Andreu, un pintor de 34 años, vive a caballo entre la India y la vivienda que comparte con sus dos hermanos en medio de los viñedos de Monforte del Cid (Vinalopó Mitjà). Tras más de 12 años de residir a orillas del río Ganges, en la ciudad de Benarés, se ha convertido en un maestro del instrumento musical más tradicional de la cultura india: el santur. Mario, sentando en el suelo con las piernas cruzadas, ante su santur, responde a las preguntas de manera pausada, sin temor a que el tiempo pase, con lentos ademanes y aspavientos pensados, siempre juntando las yemas de sus dedos en una piña. A veces, entre pregunta y respuesta hace sonar las notas del milenario instrumento. En sus ojos se ve la tranquilidad que le ha dado la contemplación del río más venerado del mundo. A cada pregunta le sigue un momento de reflexión. Medita y responde. Es lo que le ha enseñado India.
Pregunta. ¿Por qué se decidió a aprender a tocar el santur?
Respuesta. No lo sé. Un amigo mío, Babayi, un sadhu (hombre santo) de Benarés, invitó a otro amigo a una audición porque tenía la intención de aprender. Pero no vino. Yo asistí al concierto y al día siguiente Babayi me preguntó si quería aprender. Y le dije que sí. Conocí el santur por azar.
P. ¿Qué encuentras en la música del santur?
R. El santur es un instrumento que tiene una base similar a la del piano: por el golpe entre la madera y las cuerdas. Este santur tiene 87 cuerdas, pero lo normal es que llegue a las 100. La música que transmite este instrumento se basa en la poesía. Sí, tiene mucho que ver con la poesía, es muy romántico. El sonido del santur te lleva a un estado de ánimo especial. Es meditación.
P. ¿Todo es meditación en la India?
R. No sé. Pero la música sí es otra forma de filosofía en la India. La música occidental es un edificio en el que hay que abrir puertas y ventanas todo el rato, por contra la música oriental consiste en construir la casa por entero. La diferencia es que la música oriental está relacionada con la meditación, el yoga, con la libertad. En oriente se hace música sin la presión de poder volver a escucharla. Es, en gran parte, improvisación.
P. ¿Cómo el jazz?
R. No lo sé, porque desconozco el jazz. En la música clásica india, o cuando se toca el santur, prima el ritmo y la armonía: la invención, construir todo el rato. Cada nota está relacionada con un color y los colores, que son regas, hacen referencia a mil cosas: la luna, una puesta de sol, el amor... Consiste en crear, en construir, en mostrar y esconder; volver a mostrar y volver a esconder y luego irse. Es como la vida.
P. Tan diferentes son la música occidental y la oriental.
R. La diferencia es radical en todo. Lo más importante en la India es la libertad. En eso nos diferenciamos. La gente es libre y la gente no ha olvidado la imaginación, el Kalpana. Aquí en occidente vivimos preocupados, hipotecados y presionados por cosas que no son nuestras. Allí se vive con alegría.
P. Es difícil de entender.
R. No. Lo que es difícil de entender es el por qué de vivir como vivimos. Es más difícil entender por qué vivimos sin imaginación y presionados por todo. Yo he cambiado mi vida desde mi primer viaje a la India. Yo vivía igual que todos, acuciado por preocupaciones. Ahora no, ahora soy feliz. Pero también es cierto que conocer la India es complicado.
P. ¿Dónde está el problema para entenderlo?
R. Se trata de una cultura diferente a la nuestra. Absolutamente distinta. Es complicado hacerse un amigo de la India. Es muy difícil entenderlos. Para hacer un amigo es necesario estar en silencio. Y nosotros no sabemos estar callados.
P. Cuántas cosas no sabemos.
R. Ellos disponen de una gran ventaja que le ofrece la diversidad. En la India la diversidad lo es todo: hay diversidad de cultura, de idiomas, de religiones, de 33 millones de dioses, de razas. Esa mezcla hace de la India una sociedad que, con su música también, dispone de un impresionante desarrollo creativo. Es más reflexiva, se mira más hacia el interior y, a través de él mismo, alcanza el conocimiento de lo que hay fuera.
P. Se supone que piensa volver. Pero, ¿La tierra tira?
R. No, la tierra no tira. Es más, es necesario desprenderse del origen. Encontrarse uno mismo debe ser el primer paso de cada persona para después recuperar su pasado. La tierra, este trozo de mundo, no tira. Pero si es verdad que aquí (y abre sus brazos para abarcar la habitación de la casa de campo que ha pertenecido a varias generaciones de su familia) he pasado buenos momentos. Aquí en Monforte del Cid he sido feliz con mis hermanos y con mi familia. Por eso vuelvo. Cuando el ayuntamiento me obligue a irme, cuando expropie esta casa para hacer un polígono industrial, y eche a mis hermanos, ya no quedará ninguna excusa para volver de la India más que los amigos y la familia.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.