El subgénero como metáfora
SOY UN LECTOR no tan sólo apasionado, sino fascinado desde mi infancia hasta hoy, de las novelas policiacas, pues así se llamaban desde siempre, cuando ya se sabía que sólo eran un subgénero para pasar el rato, sin más, y sin nada menos, desde luego. Pero, ¡qué ratos, madre mía, quién los pillara siempre iguales, o al menos parecidos en muchas -o en la mayoría de las- ocasiones! Mea culpa, desde luego, pues además esta pasión no ha cedido jamás, se ha mantenido siempre viva e igual. Así he llegado hasta Camilleri y su Montalbano (aunque prefiera alguna de sus novelas históricas como La instalación del teléfono), al inspector griego de Petros Markaris o al sueco de Mankell, aunque no he caído del todo en las redes del ruso Borís Akunin, pues la moda actual de mezclar subgéneros -el histórico y el policiaco- tiene sus límites, que ni siquiera Umberto Eco pudo sortear del todo.
Muchos lectores -y más ahora, cuando la banalidad lo invade todo- protestarán por el uso desenvuelto de este término 'anticuado' de esto de 'subgénero', pero no tengo más remedio que insistir en él para no perpetuar la confusión en estos tiempos de desorden y del 'todo vale' por doquier. Hablar de 'subgéneros' es algo más 'descriptivo', en mi opinión, que 'valorativo', pues dentro de aquéllos encontramos obras maestras por muy 'subgenéricas' que sean y proclamarlo así no es algo para que los anillos se nos caigan de los dedos. Pero si la literatura es la creación de la belleza para conseguir el enriquecimiento del ser humano -lo 'dulce' y lo 'útil' que Horacio predicaba a los Pisones en resumidas cuentas- no cabe duda que la seducción de lo 'policiaco' es algo de la mejor ley para entrar limpiamente en lo 'literario'; lo que sucede es que con ello sólo hemos recorrido la mitad del camino y que puede faltarnos la otra mitad, que muchas veces es lo más difícil. Tengo que entonar por tanto la palinodia: soy un enamorado de la novela policiaca y tengo que pedir perdón por ello e intentar explicarlo, y para ello no hay más remedio que volver a los orígenes una vez más.
La novela policiaca moderna -dejando aparte, como siempre, los precursores históricos habituales- tiene un origen claro y preciso: viene del poder de creación de un poeta, Edgar Allan Poe, que fue quien lo puso todo en marcha. Este origen 'poético' es determinante, pues ya se sabe que la poesía está en el origen de todo, es el núcleo central del arte literario, su 'disco duro' germinal, su fuente y su destino. Es por tanto algo normal que todo enamorado de la literatura sienta una debilidad 'central' por el subgénero policiaco, como puede sentirlo también por lo 'religioso' o lo 'amoroso' que también circulan por profundidades parecidas. Pero eso es todo, poco más hay, y si todo esto además puede mezclarse y fundirse en el interior del mismo arte y de la misma obra, no sucede igual con lo satírico, lo cómico y lo trágico, lo histórico, lo erótico, la novela 'social' o la política, la 'feminista', la 'rosa', la de viajes y exotismos varios, la fantástica y la agotadísima 'ciencia-ficción' de nuestros días. En todo ello puede saltar la obra maestra, y más todavía cuanto más se encuentra cerca de sus propios orígenes, lo demás es clonación, no se olvide, y lo 'clonado' es lo que más rápidamente envejece, como nos lo ha demostrado nuestra querida oveja Dolly.
Pero, aparte de su origen poético, hay otro motivo más para apuntalar mi debilidad: la novela policial no es más que la metáfora de lo que debe ser toda novela propiamente dicha: es la descripción de la búsqueda de una verdad, de un delito, de quien lo ha cometido, de cómo y del porqué. ¿Es que toda novela es algo más que eso? Pues todo lo demás, enigmas, problemas, policías y ladrones, es lo más accesorio. La división central entre las novelas policiacas 'clásicas' y las de 'acción' -que son las que han triunfado por motivos espúreos y bastardos (comerciales) en nuestro mundo actual- es lo menos importante, lo siento. Dashiell Hammet y Raymond Chandler son tan grandes artistas como Agatha Christie y S. S. van Dine, sin olvidar ese camino realista intermedio que va de Simenon a Patricia Highsmith. Como final, voy a contarles su secreto: Agatha Christie es una de las novelistas más 'feroces' de la historia, pues en ella todo el mundo es sospechoso porque todos podemos ser culpables, esto es, porque en su cabeza lo éramos, porque lo somos al poder serlo. Lo dicho, peor que Sade y Céline, con lo bien educada y lo formalista que era o que lo parecía. Y a leer, que son dos días.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.