No hay playas

Tenía un mar de dudas, con esto de la piedra y no precisamente la de Matalascañas. Carecía de invitación, pero tenía tanto deseo de ver lo que allí ocurría, cómo no prestarme al circo, que bajo aquella carpa intuía. Llegué con la última copa, la de los brindis, bajo un sol de justicia. En el día señalaíto don Helios no pudo faltar. Sobre el dorado albero que protege ahora una geotextil carpa instalaron el chiringuito marbellí, sin Giles, ni Gunillas, donde el calor derretía el cerebro.

Tenía intención de observar los trabajos de arqueología realizados, pero todo se había quedado en el folclore de espumosas intenciones. Las cámaras de televisión habían tomado las imágenes para el recuerdo de este simbólico acto, al parecer, no se pudieron realizar cuando comenzaron.

Como nunca es tarde, se escogió este día para dar por iniciadas la segunda parte de la cuarta fase, la de las pantallas, que en el perímetro del solar de la Encarnación se están llevando a cabo paralelamente, con los trabajos de excavación arqueológica, al fin y a la postre, los más importantes pues, dependerá de ellos, entre otras cosas, que el Mercado de la Encarnación se construya en superficie y que podamos conservar en cripta museística esta Híspalis salvadora, en especial de los placeros, ya que la idea del mercado-sótano, aún no ha podido, lamentablemente, ser desalojada. Tomé mi copa y el pincho de tortilla por don Helios, el calor bajo la carpa apretaba de lo lindo, y no había playa, sólo ladrillos.