¿Realmente sostenible?
El turismo es una de las actividades económicas más importantes en España; según el INE, en 1999 aportaba el 12% del PIB español y el 10% del empleo. El espacio en el que se produce es fundamentalmente el costero, siendo el denominado 'turismo de sol y playa' el dominante, tanto en el capítulo vacacional de segunda residencia como en el de utilización de alojamientos turísticos. En este marco, el sector presenta problemas que llevan a hablar, con creciente frecuencia, de un 'desarrollo turístico sostenible', e incluso se incluye el 'turismo sostenible' en la nonata Estrategia Española de Desarrollo Sostenible. Pero, aunque se habla mucho oficialmente de 'desarrollo y turismo sostenible', poco se hace al respecto.
El turismo nace por unos recursos y un patrimonio natural y cultural que atraen a la demanda; y exige unas infraestructuras, bienes y servicios que implican el consumo de recursos escasos (suelo, agua, energía, etcétera) y generan emisiones, residuos y vertidos, que afectan a los recursos que le sirven de atractivo. Desde los sesenta en España se promueve un turismo muy identificado con el negocio inmobiliario, lo que genera una ocupación extensiva del territorio que priorizan los veraneantes en segundas residencias, con peores efectos que el turista alojado en hoteles. En el III Congreso Internacional de Ordenación del Territorio (Gijón, 2001), J. Requejo demostraba que, a igualdad de número de plazas, la opción hotelera genera menores impactos ambientales, doce veces más renta y ocho veces más empleo que la opción segunda residencia.
Un mal entendido desarrollo turístico ligado a una ocupación intensiva de suelo ha convertido este suelo en un recurso escaso; no ha respetado los espacios naturales, el paisaje ni los equilibrios ambientales de zonas con elevados atractivos turísticos, lo que ha producido un deterioro de nuestro patrimonio, costas y playas; ha degradado el territorio en sus potencialidades productivas alternativas; ha intensificado desequilibrios estructurales (déficit hídrico, fundamentalmente), y ha incrementado los desequilibrios entre el interior y el litoral. Todo ello ha dañado el patrimonio que servía para atraer un turismo de 'calidad', que es sustituido por un turismo 'en cantidad', pero de mucha menor capacidad adquisitiva y más vulnerable a las crisis económicas. Un segundo tipo de problema se asocia con la sensación de inseguridad y la inestabilidad derivada del terrorismo, sobre todo tras el 1-S, que ha creado una impresión de vulnerabilidad general. La sensación de inseguridad incide negativamente sobre la demanda turística internacional, aunque en menor medida sobre veraneantes o turistas europeos.
En este marco, para avanzar hacia la sostenibilidad es fundamental:
1. Corregir la deficiente ordenación y gestión del territorio por parte de las tres administraciones, y su falta de coordinación y concertación. Hay que ordenar y gestionar el territorio desde una perspectiva global e integradora, donde los valores ambientales condicionen el diseño y expansión de nuevas instalaciones. No se puede promover un urbanismo que degrade los atractivos turísticos, ni mantener la legislación estatal vigente, para la que todo el suelo que no cuente con protección específica es urbanizable.
2. Restaurar y mejorar la calidad de los entornos naturales y urbanos degradados, e incrementar la sensación de seguridad de los turistas y residentes, también en el campo sanitario. Para ello se necesitan recursos finalistas, como la ecotasa balear; pero ésta no es útil para toda España por la baja participación del turismo hotelero. Una buena alternativa es una sobrecarga sobre el IBI, trasmisible a los turistas, y deducible para la vivienda propia de los residentes en el IRPF.
3. Potenciar los planes de mejora de calidad en el sector turístico para mejorar la competitividad, atraer un turismo de mayor poder adquisitivo y mejorar su gestión ambiental.
4. Poner en marcha Agendas 21 donde se defina el papel del turismo, y se informe, conciencie y concierte con la población y los agentes sociales los objetivos de desarrollo municipal, para conseguir su corresponsabilización en el proceso.
Como apreciamos, existen diferencias entre una opción neoliberal, que en el fondo lo que defiende es el máximo beneficio privado inmobiliario a corto plazo como criterio director de la actuación territorial, y la búsqueda de una mayor sostenibilidad del desarrollo, que exige una ordenación del territorio, ambiental y urbana, que posibiliten la supremacía de los intereses generales a largo plazo sobre los particulares a corto plazo; aunque dichas ordenaciones son insuficientes si no se consigue una 'cultura ambiental' que obligue a aplicar y hacer cumplir los mecanismos precisos para conseguir ese desarrollo y turismo más sostenibles en España.
Antonio Serrano Rodríguez es catedrático de Urbanismo y Ordenación del Territorio de la Universidad Politécnica de Valencia y presidente de la Asociación Interprofesional de Ordenación del Territorio,
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