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Heidelberg (Alemania) | NOTICIAS
Columna
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Baltasar Gracián, en alemán

EN LA HISTORIA de la cultura europea, en ese acervo común de la 'portátil Europa', como la denominó Gracián, se han producido recepciones de autores en distintos idiomas que, además de enriquecer el pensamiento en otros ámbitos intelectuales, han contribuido a fertilizar un sustrato universal, propiciando nuevos impulsos filosóficos y literarios. Por esta razón adquiere tanta importancia la traducción; en realidad, como quizá no se haya repetido con la necesaria frecuencia, la traducción es abrir ventanas al mundo, fomentar el acceso al saber, condición esencial de la libertad humana. Una curiosa recepción ha sido, sin duda, la de Gracián en tierras de habla alemana. Antes que Schopenhauer ya hubo pensadores alemanes de peso que quedaron deslumbrados por la obra del jesuita aragonés, y se puede decir que en Alemania siempre ha existido la singular necesidad de 'redescubrir' a Gracián. Con motivo del 400º aniversario de su nacimiento, la editorial suiza Amman ha asumido el riesgo de publicar la novela El criticón. Esta aparición es noticia no sólo por la calidad de la traducción y de la edición, sino porque supone un hito en la recepción alemana del pensamiento español. Por su complejidad estilística y conceptual quizá haya sido El criticón una obra enojosa para el mercado editorial. No obstante, Christian Gryphius, aún en el siglo XVII, fascinado por las honduras intelectuales del gran maestro del desengaño, se propuso traducir la novela al alemán, una empresa que, por desgracia, no logró realizar. Critilo y Andrenio, sus famosos protagonistas, hablaron por primera vez en alemán en 1710, aunque basándose en un texto francés; así pues, más que de una traducción se trató de una pura especulación. Posteriormente se editarían fragmentos; la versión accesible en los últimos años, de 1958, era tan reducida que no hacía honor a la trascendencia de una obra tan encomiada. Por tanto, el lector en lengua alemana dispone ya, por fin, de una traducción fiable y completa.

Entre los pensadores alemanes que más se sintieron atraídos por la obra del aragonés, podemos mencionar al filósofo del derecho Christian Thomasius (1655-1728), autor de un Breve bosquejo de la prudencia política, y famoso por sus escritos contra los procesos de brujas. Thomasius, discípulo de Pufendorf y Descartes, intentó integrar a Gracián en la corriente ilustrada. Su temprano contacto con el español no fue muy bien visto por algunas autoridades académicas de la época. Le reprocharon que suponía una gran osadía que un hombre tan joven, de treinta años, y que ni siquiera había viajado, profundizase en los secretos de los asuntos de Estado y, además, de la mano de un autor español tan profundo que con frecuencia no se podía averiguar cuál era su verdadera opinión. Esta fama de pensador complejo experimentó cierta difusión y se plasmó en el artículo dedicado al aragonés en la Enciclopedia de Diderot. No obstante, y a través de Schopenhauer, el pensamiento de Gracián siguió vivo en el mundo cultural alemán. Su novela El criticón se consideraba no sólo un texto enigmático, sino también una pieza exquisita para buenos conocedores, léase 'descifradores', de la literatura. Karl Vossler llegó a calificarla como el más grande poema en prosa de su tiempo, cuyo tema era la afirmación de la propia identidad en el mundo de la civilización europea. Su impacto en el gremio filosófico alemán, no olvidemos que Gracián presentaba su libro como una 'filosofía cortesana, el curso de tu vida en un discurso', se debió a su consideración como una 'novela alegórico-filosófica' o 'satírico-metafísica' de genial lucidez.

Por sus numerosas influencias no podemos dudar en contar a Baltasar Gracián entre los pensadores españoles más universales. Ernst Robert Curtius, en su célebre obra Literatura europea y Edad Media latina, concluía su capítulo dedicado al aragonés con las palabras: 'Quien ame la desbordante originalidad de España también la admirará en Gracián'. En el pensamiento alemán, la obra de este escritor 'solitario, amargado y desesperanzado', como lo presentaba Barinski en 1894 a sus lectores alemanes, sigue siendo actual. Hans Blumenberg analizó su metafórica del desciframiento en La legibilidad del mundo y dudó de su fama de ilustrado avant-la-lettre. No en vano, Gracián también ha encontrado acogida en ámbitos conservadores, la revista alemana más importante de esta tendencia se llama Criticon. Pero el protagonismo de Gracián en congresos y simposios internacionales demuestra, al margen de las luchas por su apropiación intelectual, la fuerza y originalidad de su pensamiento. La nueva traducción de El criticón supone un halago para la cultura española. En concreto hay que alabar la nada sencilla tarea del traductor Hartmut Köhler, que se ha enfrentado con éxito a las dificultades casi insalvables que ofrece una novela adobada de toda una serie de géneros y figuras como la fábula, el aforismo, el diálogo, el apotegma, vertiginosos juegos de palabras u osadas circunlocuciones -que en Alemania tanto recuerdan a Abraham a Santa Clara-, por no hablar de su laconismo estilístico y de su elegancia retórica. La traducción va acompañada de un magnífico aparato de notas que resuelve las numerosas dudas que pueden surgir en el lector. Así se aúnan felizmente las virtudes que deberían ornar a todo traductor: paciencia, competencia lingüística, curiosidad y capacidad investigadora. Felicitémonos, pues, por esta nueva andadura de Critilo y Andrenio, y sírvanos de estímulo para nuestro acercamiento a los clásicos universales.

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