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Columna
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Amargos

Hay personas que resultan francamente desagradables, antipopulares y antipáticas. Y lo peor no es eso. Lo más deprimente del asunto es que se sienten cómodas en su papel y lo llevan hasta las últimas consecuencias. No en vano, ahí están, dirigiendo naciones, ocupando escaños en las Cortes y organizando desde el banquillo a la nueva plantilla del Barça. Ya sé que el carácter y la mala follà no se pulen de la noche al día, por mucho que se apliquen en ello los asesores de imagen y los consejeros más voluntariosos. Pero a veces me pregunto por qué cuesta tanto ejercer de buena gente y pasar por la vida sin encabronar al personal y machacar sistemáticamente al prójimo. Cada vez se me indigestan más esos personajillos que, por cualquier menudencia, te organizan un sarao y te montan una guerra contra el vecino. Lo cierto es que andan sobrados de malas pulgas, tienen un rictus amargo y se inoculan por costumbre ampollitas de odio para inmunizar sus corazones. Conozco a unos cuantos, pero los peores, fuera ya de retóricas, son aquéllos que obran desde el poder y desde la soberbia que les otorga saberse superiores, vencedores de algo y dueños de una razón tan falsa como ellos. Y no se hace difícil distinguirlos entre la muchedumbre porque su principal acción es la venganza, y en esto no se andan con eufemismos; una venganza tan retorcida a veces que asombra pensar en sus límites y resultados. Miren si no lo que ocurrió no hace mucho con la maestra paquistaní de 18 años a la que un tribunal condenó, sin comerlo ni beberlo, a ser reiteradamente violada porque su hermano había mantenido relaciones con una mujer de clase superior. O el ensañamiento del gobierno israelí con las familias de los suicidas palestinos, dinamitando sus casas y aplicándoles la deportación y castigos colectivos. En nuestra posguerra, a las mujeres de muchos republicanos se les rasuraba la cabeza y a sus parientes se les expropió bienes y tierras, además de sufrir la vergüenza del silencio. La venganza colateral siempre fue un acto de mafiosos, pero ¿qué otra cosa son ese hatajo de amargos que controla el mundo y que alivia su sed con sangre de inocentes?

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