_
_
_
_
_

'Soy española, no una ciudadana del Vaticano'

'Se acabaron las lágrimas'. 'Al cuerno con la depresión'. 'Se acabó el silencio'. María del Carmen Galayo Macías, Menchu, de 55 años, dice que ni siquiera quiere hablar con el obispo Ramón Echarren Ysturiz, si no es en presencia de un abogado. 'De mi abogado', deletrea, enérgica, la profesora despedida por 'mantener una relación afectiva con otro hombre, distinto de su esposo, del que se ha separado, estando en pecado', según los hechos contenidos en una sentencia judicial.

Todo empezó el 13 de octubre de 2000. Ese día, que Menchu Galayo relata como si hubiera sido ayer, la profesora de catolicismo (lo era desde 1988) se encuentra en un despacho con el vicario de la diócesis canaria, Hipólito Cabrera González, a petición del eclesiástico, y escucha un veredicto que, dice ahora, 'ni siquiera Jesús, ni siquiera Jesucristo, se atrevió a pronunciar contra Magdalena'. 'El vicario me preguntó quién era ese señor que había aparecido conmigo en un programa de televisión sobre sectas. Le dije: 'Es Jaime Rubio Rosales, un compañero'. Siempre íbamos juntos, no me he ocultado jamás. Pero Hipólito [el vicario] insistió: 'Qué hace ese señor contigo', Quería saber qué me unía a Jaime. Le dije que afectividad. Así: afectividad. Y me dijo allí mismo que no me iban a contratar de nuevo. Le dije: 'Eso, Hipólito, me lo dices por escrito, me enseñas los papeles donde se dice que soy una mala persona o que vivo en pecado'. De tú, le hablé de tú, porque siempre le he tratado de tú a Hipólito. Pero me dijo que no habría papeles. Me dijo: 'Búscate la vida porque ni el obispo ni yo te vamos a contratar'.

'Búscate la vida'

'Búscate la vida'. Sin más. No era la primera vez que Menchu Galayo escuchaba que se buscara la vida. En 1988, antes de recibir del Obispado el ofrecimiento para que fuera profesora de religión, se lo había dicho su marido, un conocido arquitecto de Las Palmas, que, según Menchu Galayo, la echó de casa y le arrebató a sus dos hijos por denunciarle como miembro dirigente de una secta destructiva llamada Aztlan. Es en torno a esta historia de 'dolor y rabia, porque una secta destructiva es una cosa terrible', añade Menchu, cuando aparece Jaime Rubio Rosales, profesor de Filología Inglesa, periodista y escritor. Divorciado. 'Trabajamos juntos en la batalla antisecta y nos conocimos. Él estaba solo y yo estaba sola. Empezamos a querernos. Y surgió el amor'.

'Le dije al vicario, a Hipólito: 'Es la segunda vez que alguien me manda a buscarme la vida, también lo dijo mi marido cuando me fui de la secta. Y el vicario: 'Pues es lo mismo, da igual que sea la primera o la quinta vez. No te vamos a contratar más'. Tenía la puerta cerrada con llave para que no entrara la amiga que me había acompañado y yo lloraba, ya tenía los ojos hinchados. Le repetí que la Magdalena había sido perdonada por Jesús. Lloré delante de él. Que me había quitado la comida, que me quitaba la vida. Pero no me escuchó más. Cuando me fui, mi amiga estaba asustada y llamé a Jaime. La gente por la calle veía mis ojos hinchados. Así no podía conducir, me dijo Jaime. Vino, y cuando volvimos a casa me puse a escribir lo que había pasado en aquel despacho porque estaba decidida a no llorar más, a no callarme más. O, al menos, a llorar en la lucha, como les ha ocurrido a Resurrección Galera [la docente despedida por el Obispado de Almería por vivir con un divorciado] o a Paqui Urbano, de Málaga [concejal de IU, despedida por no ir a misa regularmente y por irse de copas con amigos], que las dos lo han pasado también muy mal, porque hemos tenido hasta depresiones, pero seguimos y seguiremos luchando y luchando'.

María del Carmen Galayo Macías, prima del senador José Macías, del PP, ex presidente del Cabildo de Gran Canaria, todavía intentó 'arreglar las cosas por las buenas', unos días más tarde de la entrevista con el vicario Hipólito Cabrera. Iría a ver al obispo. Era un acto de 'coraje, más que de rabia', como cuando se fue hasta el Parlamento Europeo, en Estrasburgo, a dejar los papeles con su historia completa. O el día en que vino al Congreso de los Diputados, traída por Izquierda Unida, a dar una conferencia de prensa junto a las también despedidas Paqui Urbano y Resurrección Galera. 'Me dije: Hay que ir a hablar con el obispo, que me lo diga él, que me diga que me van a echar por pecadora, que me explique qué es ese pecado en que vivo. Pero no me recibió. Así que le esperé y le esperé y le esperé. Todo en la puerta del Obispado. Hasta que salió el obispo camino del coche, sin pararse. Me puso la mano para que se la besase y me dijo que lo que tuviera que decirle que se lo enviara por escrito. Lo hice y me contestó a mano una tarjeta, dos tarjetas, en las que me repetía lo que ya me había dicho el vicario Hipólito'.

Menchu Galayo se declara creyente católica. 'Más que antes', dijo ayer, firme como una roca, con una pasión que debería sobrecoger al obispado que ha generado tal grado de rabioso coraje. El mismo con que llena el relato de cuando dejó sus clases de Formación Profesional en un colegio salesiano de Las Palmas para convertirse en profesora de religión en 1988, 'ganando mucho menos dinero'. Aún hoy, dos años después del despido, en medio de una larga batalla judicial, siente nostalgia de las clases que daba. 'Me pagaban poco, al principio poquísimo, pero sé que fui una buena profesora de religión, que esa asignatura me gusta, que los niños me querían, que me adoran, como a Resu [Galera] y a Paqui [Urbano]. No tienen derecho a hacer lo que han hecho. Soy española, no una ciudadana del Vaticano. No soy una esclava del obispo. No tienen derecho a hacer lo que nos han hecho y espero que los jueces arreglen de una vez todo este asunto'.

María del Carmen Galayo.
María del Carmen Galayo.RAFA AVERO

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_