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Reportaje:

Compostura, boca cerrada y los codos fuera de la mesa

Un grupo de catorce escolares aprende en los salones del hotel Palace cómo comportarse en una cita de gala

Andrea Aguilar

Lauren Bacall, Josephine Baker y Ava Gardner son tres de las bellezas más insignes que han cruzado las puertas del hotel Palace desde que se abrieran por vez primera, hace ya 90 años. El pasado martes, con motivo de este aniversario, les llegó el turno a Esther y Beatriz, dos niñas madrileñas, que se mostraron encantadas de pasearse por los salones camino del almuerzo y de la clase de buenos modales a la que habían sido invitadas. 'Todo esto es muy lujoso', comentaban asombradas.

Además de ellas, otros 12 madrileños, de edades comprendidas entre 10 y 14 años, participaron en el curso magistral de buenos modales en la mesa -Clases en Palacio- organizado por la dirección del hotel para celebrar su aniversario.

Los asistentes fueron conducidos hasta el salón de la mítica espía Mata-Hari que, según la leyenda, 'vivió en el hotel bajo un seudónimo que se llevó con ella'. La impecable mesa, dispuesta con 18 servicios y adornada con unos bellos centros florales, no pareció intimidar a los jóvenes, que no vacilaron en sentarse a su libre albedrío, a ser posible junto al primo o al amigo recién conocido.

Una vez sentados, los comensales encontraron los bajoplatos rodeados por ocho cubiertos y cuatro copas, en cuyo cristal aparecían tallados los escudos español y belga, marca de la casa. Los jóvenes invitados escucharon las palabras de bienvenida del director del hotel, Francisco José García, quien vaticinó, no se sabe con qué base, que muchos de ellos celebrarían sus bodas allí. Explicó además que 'la hostelería sin niños no sería tan simpática', y calificó de 'aperitivo' esta primera visita. Durante el transcurso del almuerzo charló animadamente con sus jóvenes compañeros de mesa e incluso se permitió la licencia de bromear acerca del pago de la factura.

Gemma, muy contenta de haberse 'librado de las lentejas que había para comer en casa', se vio, al igual que sus compañeros, un poco superada tras la lectura inicial del menú que el chef Sandro di Marco les había preparado. 'He tratado de evitar las verduras e incluir un postre de chocolate, que siempre gusta a los niños', comentó Di Marco, segundo jefe de cocina del hotel, para quien 'la compañía es igual de importante que los modales a la hora de comer'.

Aclaradas las dudas en torno a la ensalada de hojas tiernas con foie de pato fresco al vinagre balsámico, la pasta gratinada rellena de queso tierno con langostinos y el medallón de solomillo de ternera y morillas con risotto al pesto, se impuso el silencio en el salón Mata-Hari. Entonces, Albert, el maître, tomó la palabra para explicar, en primer lugar, el trato preferencial que reciben las damas en la mesa, a quienes los caballeros deben ayudar a sentarse. A continuación, recordó que no se debe empezar a comer hasta que todos estén servidos, que la servilleta debe estar prendida al cuello o sobre las rodillas y que hay que mantener la compostura y la boca cerrada. Un esmerado repaso por el uso de cada par de cubiertos y la última recomendación, 'no poner los codos encima de la mesa', completaron la lección.

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Aparecieron entonces los suculentos platos y se abrió la veda para pedir algún refresco, a pesar de que 'estas bebidas no son las más adecuadas para degustar la comida', tal y como recordó el maître a los comensales.

La ensalada entrante puso a prueba la destreza de los invitados en el uso de los cubiertos. Todos superaron con éxito este primer trance y dieron muestras de su excelente apetito. Roberto aseguró que le había gustado mucho el foie -'nunca antes lo había probado'-, aunque reconoció que el hígado no había conseguido desbancar a las croquetas de su madre del primer puesto en su lista de platos favoritos.

Antonio, otro de los chavales, preguntó curioso el nombre de 'la lechuga que pincha', y afirmó que a pesar de los pinchazos le gustaba la escarola.

La pasta fresca gratinada, que vino a continuación, suplió las ganas de pizza que traía María y fue muy celebrada por niños y mayores, cuya conversación versó ahora acerca de los resultados académicos del curso. Paula, sin embargo destacó el solomillo que protagonizaba el tercer plato como 'lo más rico'.

'Pirámide en bellavista'

Las coletas que lucía Andrea se movieron enérgicamente cuando al fin apareció el suculento postre de chocolate que se anunciaba como 'pirámide en bellavista con frutas del bosque y helado de vainilla'. La expectación que despertó semejante nombre fue gratamente correspondida, a pesar de que en el chocolate hubiese plátano y éste no estuviese anunciado, como subrayó Roberto.

Acabado el postre, los niños brindaron un caluroso aplauso al chef, que se había mantenido discretamente tras la puerta viéndolos comer. Tras la comida llegó la hora de visitar el edificio. Los aplicados alumnos vieron recompensado su esfuerzo con un completo recorrido por los salones y estancias del hotel: salón sin montar, salón montado, cocinas, una habitación normal y la suite donde se alojó la estrella del pop Michael Jackson.

La dirección del Palace, con motivo del aniversario, tiene previsto, además, celebrar una serie de visitas cada lunes a partir de las 19.00. Esta invitación está abierta a todos aquellos curiosos que se inscriban previamente en el Patronato de Turismo.

90 años de lujo bajo la cúpula

En marzo de 1911 se colocó la primera piedra del que estaba llamado a ser el hotel más lujoso de la época en Europa, el Palace de Madrid. El 12 de octubre del año siguiente se inauguró el edificio, el primero en la ciudad en cuya construcción se empleó hormigón. El proyecto, auspiciado por el monarca Alfonso XIII y financiado mayoritariamente por el hostelero belga Georges Marquet, corrió a cargo del arquitecto catalán Ferrés y Puig. En el lugar que había ocupado el palacio de Medinaceli, en la plaza de Neptuno, se erigió este hotel, que contaba entonces con 500 habitaciones con baño individual y teléfono. Hoy, tras las últimas remodelaciones acometidas en 2000, ofrece 465 habitaciones. Orson Welles, Rita Hayworth, Marlon Brando, Ernest Hemingway o Stravinski se cuentan entre sus ilustres huéspedes. El hotel más moderno de entonces únicamente cerró sus puertas durante la guerra civil, cuando fue requisado por el Gobierno republicano. Allí se instaló un hospital, y el espacio bajo su famosa cúpula, centro de reunión para artistas y escritores, fue empleado como quirófano. El hotel fue vendido en 2000 a la cadena Westin Hotels Resorts.

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Sobre la firma

Andrea Aguilar
Es periodista cultural. Licenciada en Historia y Políticas por la Universidad de Kent, fue becada por el Graduate School of Journalism de la Universidad de Columbia en Nueva York. Su trabajo, con un foco especial en el mundo literario, también ha aparecido en revistas como The Paris Review o The Reading Room Journal.

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