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Columna
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Memorialistas

José Luis Ferris

La frontera entre la realidad y la ficción no sólo está por definir sino que, además, no existe. Sin ir más lejos, el ser humano está hecho a partes de iguales de memoria y de invención. Eso lo saben -o conviene que lo sepan de una vez- quienes dedican su vida a la escritura. ¿Qué otra cosa es el novelista, el narrador o el reportero que escribe a diario sobre historias reales o fingidas sino un explorador de su propia memoria? Y hay que verlo así, pero con algunos matices. Por ejemplo, el escritor que cree haber encontrado una trama interesante para su próximo relato debe saber que no le es tan ajena como supone, ni siquiera los personajes que cree haber sacado de la nada lo son. La literatura, como la crónica escrita, es siempre una confesión personal, un discurso en el que se inventa mucho menos de lo que uno cree. Más que de imaginación se debe hablar de rememoración inconsciente. Pero también se da el fenómeno contrario, esto es, cuando queremos indagar en la memoria para rescatar algún recuerdo, lo que hacemos es inventar una realidad, sustraer del pasado una copia falsificada de esos sucesos, lugares o sensaciones que almacenamos un día convencidos de que quedaban a salvo de toda corrosión. Pero la memoria magnifica, miente y deforma a su antojo y tiende a paliar las regiones del olvido con el bálsamo de la ficción. En resumen, que la memoria se confunde con la fábula y que la imaginación se sirve constante y mecánicamente del recuerdo personal y del olvido para generar historias nuevas.

Cuando un escritor afirma que se dedica a la creación pura se engaña a sí mismo. El inconsciente es quien manda. No es de extrañar que durante el proceso creativo le asalte repentinamente la emoción, ya que ésta se produce cuando afloran sensaciones e imágenes que proceden del interior de uno, de ese yacimiento de recuerdos olvidados. En la novela, en el ensayo y hasta en columnas como ésta no hay más instrumentos de precisión que la experiencia y la fábula, el recuerdo y la ficción, la memoria y el deseo, la realidad y la voluntad de reconstruir lo que olvido ha devastado. Nos creemos memorialistas y, en realidad, somos simples fabuladores, vendedores de cuentos.

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