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Columna
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El incómodo PNV

Josep Ramoneda

El PNV está resultando tremendamente incómodo para todos los actores políticos, incluso para aquellos que cuentan o querrían contar con su amistad. En Cataluña, tenemos ejemplos de ello tanto en el espacio nacionalista como en el socialista.

En principio, CiU y PNV están unidos por esta pasión mayúscula que es el nacionalismo. Pero en una forma concreta del nacionalismo: el nacionalismo sin Estado que pugna con el nacionalismo estatal español para hacerse el hueco institucional al que cree tener derecho fundamental. CiU y PNV se reconocen mutuamente idiosincrasias diferenciadas. Las concepciones estratégicas que unos y otros gestionan son sustancialmente distintas: para el PNV la autodeterminación es a la vez el horizonte y el fantasma que se agita cuando se quiere forzar la máquina y la ruptura es la amenaza latente en todos sus movimientos; para CiU el posibilismo es su razón de ser y la autodeterminación un ideal que ha permanecido siempre celosamente cerrado en el armario, porque por encima de todo los nacionalistas catalanes aspiran a la gobernabilidad, ya sea en Cataluña o en España.

Las pasadas semanas han ofrecido un compendio de lo que son las relaciones PNV-CiU. El apoyo de los nacionalistas catalanes a la Ley de Partidos sentó fatal a los nacionalistas vascos. Era una cuestión clave para ellos, uno de los órdagos entre Gobierno y PNV tan habituales desde la mayoría absoluta de Aznar. El encontronazo con el PNV causó temblores en el conjunto de Convergència. En el partido de Pujol no todos estaban de acuerdo con distanciarse de los nacionalistas vascos, del mismo modo que no había precisamente unanimidad en torno a la Ley de Partidos. Tuvo que ser la autoridad de Pujol la que calmara, una vez más, la rebelión de las bases. Artur Mas dio la razón al PNV e incluso se planteó rescatar la oportunamente olvidada Declaración de Barcelona (una federación de nacionalismos periféricos). Xavier Trias y Duran Lleida reclamaban prudencia: no es una radicalización nacionalista lo que la sociedad catalana espera de CiU.

Si el PNV es difícil para la familia, más lo es para los que sólo querrían ser unos amigos respetados. De Rodríguez Ibarra a Maragall, de Felipe González a Zapatero, hay en el universo socialista casi toda la gama de sensibilidades posibles respecto al PNV. El margen de maniobra de Zapatero, como líder de uno de los grandes partidos españoles, es limitado porque el nacionalismo español impone. Maragall, desde la periferia, se permite llevar más lejos la comprensión con los nacionalistas vascos. Zapatero sacó una conclusión de las últimas elecciones vascas: la gran movilización del electorado del PP y el PSOE que se produjo entonces es probablemente irrepetible. Si, a pesar de ello, no se pudo ganar, difícilmente aquella estrategia se podrá reproducir con éxito en unas elecciones futuras. Con lo cual, hay que tratar de construir puentes hacia el PNV. Este análisis choca, sin embargo, con dos obstáculos que se retroalimentan: las exigencias del nacionalismo español hábilmente amplificadas por el PP y la estrategia de decantamiento hacia Estella que el PNV reemprendió una vez consolidada su victoria. La escasa sensibilidad del nacionalismo vasco con las víctimas, los concejales socialistas, por ejemplo, hace que ni siquiera por la vía de la relación entre personas sea fácil crear puntos de encuentro.

En este panorama, la tradicional aversión al PP que reina en Cataluña y que es probablemente todavía el punto común de la transversalidad socioconvergente, a pesar del crecimiento e influencia del sector de negocios CiU-PP, hace que el debate a menudo se decante en Cataluña a favor del PNV, de modo difícil de entender en el resto de España.

Pero, sin duda, el PP ha utilizado la política antiterrorista en el marco de una renacionalización de España. Cabe, sin embargo, plantear algunas cuestiones: ¿Creen honestamente los demás partidos que ellos no utilizan ni han utilizado nunca la política antiterrorista en beneficio de su propia estrategia? ¿Por qué Mas defiende al PNV? ¿Sólo por amistad? ¿Por qué Zapatero propone el pacto antiterrorista? ¿Sólo por virtud? ¿Por qué Maragall juega a la equidistancia? ¿Sólo por bondad? Me emociona pensar que podemos tener una clase política tan elevada en virtudes.

Si el PP usa la estrategia antiterrorista intencionadamente, ¿qué hace el PNV? Exactamente lo mismo con una agravante: juega con una ambigüedad estratégica respecto a ETA y Batasuna. Y éste es el problema. El problema, por lo menos para mí, no es que el PNV quiera la independencia. El problema es que no acepte que hay una prioridad absoluta antes de afrontar cualquier programa de máximos: restablecer la democracia en el País Vasco. Porque en este momento no se dan allí las condiciones elementales para el ejercicio de la democracia, en la medida en que los candidatos de un amplio espectro viven bajo la amenaza y el chantaje permanente. El primer responsable de ello es el Gobierno vasco, que tiene la obligación de garantizar las reglas del juego. Por eso a mí me parece de un ventajismo vergonzoso que, en la crítica situación de Euskadi, Ibarretxe cometa la frivolidad de hacer un órdago institucional que sabe que no podrá cumplir y de deslegitimar un marco jurídico que es el que hay y, por tanto, es el que se debe restablecer antes de pasar a otros niveles. El PNV tendrá toda la razón política y moral si alguien le impide avanzar democráticamente en su programa de máximos una vez derrotada ETA. Hasta que esto ocurra, dar prioridad absoluta a la restauración de las libertades me parece irresponsable.

Cuando desde una pretensión de equidistancia que se autoadjudica la superioridad moral se condena la manipulación del PP y se muestra comprensión con el ventajismo del PNV, ¿qué se esta pidiendo? Cuando Gobierno y PNV tenían buenas relaciones, el resultado fue de tranquilidad institucional en medio de un terrorismo que producía lo que un ilustre personaje de la derecha describió 'como un número de asesinatos soportables al año, que es el precio que hay que pagar para que el País Vasco no se vaya'. ¿Es éste el entendimiento que añoran los que, en esta materia, ven la paja en el ojo del PP y no ven la viga en el ojo del PNV? Hay una brújula muy útil para orientarse en las situaciones delicadas: preguntarse dónde están las víctimas.

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