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Crítica:DANZA | WHITE OAK DANCE PROJECT | GREC 2002
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Quien tuvo, retuvo

La actuación de Mijaíl Baryshnikov al frente de su White Oak Dance Project dividió la opinión del público entre aplausos y algunos pitos. Estaban los espectadores que, ilusionados, habían comprado su entrada para ver a uno de los mejores bailarines de danza clásica de los últimos tiempos. Muchos le recordaban por las películas Paso decisivo y Noches de sol; los más maduros, por su primera actuación en Barcelona, en el Liceo en 1972, como bailarín del Kírov. Anteanoche también había en el Teatre Grec otro sector del público, el más curioso, que en los últimos años se había desplazado a Santander, Peralada o Madrid para ver a Baryshnikov al frente de su grupo de danza moderna. Estos últimos eran los más conscientes de lo que iba a ser la función: un espectáculo formado por coreografías de creadores modernos, posmodernos y vanguardistas norteamericanos interpretadas por excelentes bailarines, entre los que se encontraba una figura mítica de la danza. Una figura que da igual que a sus 54 años de edad no realice espectaculares saltos ni múltiples piruetas para impresionar. No lo necesita; su única presencia ya llena el escenario. La madurez artística que posee, junto a su atractiva personalidad, le da bula para jugar con el público.

El espectáculo empezó con un solo de Baryshnikov creado a su medida por Lucinda Childs el pasado año. La inventora de la minimal dance y alumna aventajada de Merce Cunningham ha ideado en sintonía perfecta con la expresiva música del Concerto grossi, op. 6 de Corelli, una elegante pieza. Mijaíl se pasea por el escenario seguro de su poder hipnótico. Viste traje negro y camiseta blanca. Sus vueltas se suspenden en el aire, tras un giro seguro. Sus brazos acariciantes se dibujan enérgicos en el espacio. Todo está medido y sincronizado al detalle para parecer natural. Una naturalidad que esconde el talento de su intérprete. Sin duda, fue la mejor pieza de la noche y la más aplaudida.

Le siguió Early floating, un trabajo de Erick Hawkins de 1961. La coreografía del que fue bailarín y coreógrafo de la compañía de Martha Graham está interpretada por tres hombres, incluido el propio Baryshnikov, y una mujer. Es un trabajo atlético, donde se combina el trabajo individual con el de grupo. Los cuerpos recios de los bailarines se desplazan en movimientos amplios y grandes. Los gestos se construyen como fórmulas matemáticas, actuando la abstracción como único elemento provocador.

La segunda parte del programa comenzó con The experts, una disparatada coreografía de este año de la vanguardista Sarah Michelson con música de Mike Iveson. Un suelo de plástico de burbuja con un pequeño montículo forma la escenografía, junto a un coche de carreras reflejado en la montaña de Montjuïc; un vehículo que a cada vuelta dejaba tras de sí un ruido ensordecedor. Siete absurdos personajes con el único deseo de volar son los protagonistas de esta excéntrica peripecia que despierta miles de sensaciones menos la indiferencia. Describir cada personaje sería arduo, por su estudiada e imaginativa indumentaria. Los siete protagonistas (tres hombres y cuatro mujeres) gritan, aúllan y suspiran, pero sobre todo bailan con una técnica precisa y que dominan. Los developpés y arabesques se integran en una alocada danza, en la que las fluidas frases coreográficas se funden con el gesto cotidiano. Los ruidos se amontonan mientras un hombre negro con alas de mariposa rojas mira estupefacto a un Baryshnikov maniatado.

Al final las aguas volvieron a su cauce con una reciente coreografía de Childs, con música de Benjamin Britten, interpretada por toda la compañía. De corte abstracto, la pieza está marcada por la interrelación que se establece entre los bailarines. Como era de esperar, Childs ha ideado un pequeño fragmento en la obra para un nuevo lucimiento de su amigo Baryshnikov.

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