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RELEVO EN LA GENERALITAT

Cargos públicos y relaciones privadas

La intensa práctica intervencionista de Eduardo Zaplana en el seno de su equipo de gobierno salió a relucir ayer, cuando su posible nombramiento como ministro del Gobierno de José María Aznar corría como rumor por los pasillos de la Administración autonómica.

Zaplana ha tenido a gala supervisar hasta el milímetro los nombramientos en el seno de su equipo y siempres ha sido notoria su intervención a la hora de designar los directores generales de varias consejerías. La estrecha vinculación de muchos altos cargos con la persona del presidente de la Generalitat sembró el desconcierto ante su precipitada salida.

Consejeros como José Joaquín Ripoll, Fernando Modrego, Rafael Blasco o Alicia de Miguel deben su cargo en exclusiva a la decisión del presidente. Otros como José Ramón García Antón nunca habrían asumido un puesto ejecutivo si no hubiera sido por sus dotes de persuasión.

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Seis años de liderazgo indiscutido

Audacia

Rafael Blasco representa probablemente la apuesta más audaz de Zaplana en su gobierno autonómico. Blasco ni siquiera era militante del PP cuando fue designado subsecretario de Planificación y Estudios en la pasada legislatura y su capacidad de influencia sobre la persona de Zaplana ha generado notables recelos en el seno del partido.

La situación de Blasco está directamente relacionada con la poderosa posición que ha conseguido afianzar Consuelo Ciscar, subsecretaria de Promoción Cultural.

La nómina de diputados autonómicos directamente vinculados a Zaplana es notable, pero la relación se extiende a todos los ámbitos de la Administración autonómica.

Genoveva Reig, directora de Canal 9, fue jefa de prensa de Zaplana cuando el inminente ministro ocupaba la alcaldía de Benidorm. Y José Vicente Villaescusa, director general de RTVV, también debe su situación a su proximidad con Zaplana desde la campaña electoral que le llevó a la presidencia de la Generalitat.

La delegación de responsabilidades políticas por razones de confianza personal se hizo evidente cuando la inmensa mayoría de los componentes de la peña de Zaplana en las fiestas de Benidorm se convirtieron en cargos públicos de la Generalitat.

Los lazos de amistad han permitido asentar una poderosa cohesión en la Administración autonómica, pero la precipitada salida de Zaplana puede destapar un cúmulo de tensiones acumuladas durante los últimos siete años y resquebrajar un equipo cementado en torno a opciones excesivamente personalistas.

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