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Reportaje:

El último destino de Can Fargas

Los vecinos de Horta se oponen al proyecto que convertirá la masía más grande del barrio en una escuela de hostelería

Clara Blanchar

Los vecinos del barrio de Horta de Barcelona están que trinan con el proyecto privado que convertirá la masía Can Fargas en una escuela de hostelería y cuya aprobación está en manos del Ayuntamiento. Constituidos en la plataforma Salvem Can Fargas, reivindican que esta masía milenaria, incluida en el catálogo histórico-artístico de la ciudad, se convierta en un museo sobre el pasado agrícola del Pla de Barcelona. Ayer llevaron su protesta al pleno del distrito.

La alarma saltó entre los vecinos en 1998, cuando la empresa inmobiliaria Unicompta, propiedad de una familia del barrio, compró la masía por 1.140.000 euros (190 millones de pesetas) con la intención de convertirla en una residencia geriátrica. El portavoz de los vecinos, Lluís Vila, considera que el Ayuntamiento 'ha tenido una absoluta falta de sensibilidad dejando pasar la oportunidad de comprar a precio de ganga la mayor masía que queda en Barcelona'. Vila agrega que los vecinos se sienten 'engañados' por los responsables municipales y asegura que hace dos años el distrito les prometió que intentaría comprar la casa.

Los vecinos reclaman un museo sobre el pasado agrícola del Pla de Barcelona

La concejal del distrito Imma Moraleda argumenta que los actuales propietarios 'no han querido vender nunca' y defiende que 'lo importante, en última instancia, es que se rehabilite la masía'. La concejal añade que el proyecto prevé que los jardines que rodean Can Fargas sean de acceso público durante el día.

El proyecto de la residencia fue desestimado en el año 2000 por el Ayuntamiento, que consideró que las obras podrían dañar el edificio porque preveía levantar paredes en su interior y otra construcción en los jardines. La propiedad reorientó entonces sus planes hacia la propuesta actual: convertir Can Fargas en una escuela de alta gastronomía donde se impartan cursos para cocineros profesionales. La escuela estaría apadrinada por el restaurador Carles Gaig, cuyo establecimiento se encuentra a pocos metros de la masía.

El contrato de compra establece, sin embargo, el derecho vitalicio de Ofelia Rosselló, la última heredera de la casa, a habitar la primera planta de la casa, de forma que de momento los nuevos propietarios sólo utilizarán la planta baja. La señora Rosselló, cuñada del último Fargas, es ya muy mayor y vive en el primer piso, donde cuidan de ella los masoveros.

El promotor de la escuela de gastronomía, un empresario del barrio que prefiere mantener el anonimato, resta importancia a la protesta de los vecinos y afirma que cuenta con el apoyo de los comerciantes de la zona. El empresario mantiene que su objetivo es 'recuperar la casa con el máximo respeto para que se pueda disfrutar'. 'Precisamente por respeto al edificio hemos contratado a los prestigiosos arquitectos del estudio Bosch-Cuspinera, que tienen un premio FAD de rehabilitación, para realizar el proyecto', dice el empresario.

Can Fargas fue la mayor de las 50 masías que hubo en Horta. Prueba de ello es la cantidad de calles del barrio que llevan por nombre apellidos de las familias a las que ha pertenecido la propiedad: Can Pujolet, Mas Casanovas o el mismo barrio de la Font d'En Fargas. Éste es otro de los argumentos de los vecinos que se oponen al proyecto de la escuela de hostelería. 'No devolver Can Fargas a Barcelona es robar un pedazo de la historia de la ciudad', afirman tajantes.

Mil años de historia

La historia de Can Fargas es la de una enorme finca y la de familias terratenientes que tiene un fin digno de telenovela. El origen del edificio es una torre de defensa del siglo XI. Alrededor de este cuerpo central se han sucedido varias ampliaciones, en paralelo a los distintos propietarios, nombres y usos que ha tenido la casa. Los dominios de Can Fargas llegaron a extenderse por toda la montaña del Guinardó, hasta el actual hospital de Sant Pau, cuando éste ni siquiera existía y Horta era un pueblo agrícola donde tenían tierras familias adineradas de Barcelona, según explican los historiadores Desideri Díaz y Albert Sierra. Díaz es un historiador de Horta que ha estudiado a fondo su pasado agrícola y Sierra es autor del estudio que acompaña al proyecto de rehabilitación de la masía. En el siglo XIV, la torre románica había evolucionado hacia una pequeña edificación rural donde vivían los payeses que trabajaban las tierras. Más adelante, en el siglo XVII, los dueños ampliaron la casa para disfrutar de ella con comodidad. De esa época son la gran terraza con arcadas, la bodega, el desván y las partes más nobles, donde vive la señora Ofelia. Díaz, que convivió con los Farga, recuerda las veladas musicales que organizaba en los años sesenta Margarita Rosselló, hermana de Ofelia y primera mujer del último heredero de la familia Fargas, llamado Santiago. Pero Margarita no fue la última mujer de Santiago: a su muerte, el dueño se casó con Montserrat, miembro del servicio de la casa. De todos ellos, sólo sobrevive Ofelia, aunque la casa ya no le pertenece.

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Sobre la firma

Clara Blanchar
Centrada en la información sobre Barcelona, la política municipal, la ciudad y sus conflictos son su materia prima. Especializada en temas de urbanismo, movilidad, movimientos sociales y vivienda, ha trabajado en las secciones de economía, política y deportes. Es licenciada por la Universidad Autónoma de Barcelona y Máster de Periodismo de EL PAÍS.

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