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Reportaje:

De la madera al aire

Un maestro granadino enseña en Córdoba cómo hacer grandes guitarras

Abeto de Alemania, cedro rojo de Canadá, palosanto de Brasil, ébano de Sri Lanka. Todo esto hace falta para construir una buena guitarra española. Además de sutileza, precisión, muchísima paciencia y unos conocimientos técnicos que no se encuentran en los libros. Paco Santiago Marín, un maestro granadino que tiene 40 años de experiencia en el oficio, ha empezado el verano montando una pequeña sucursal de su taller en Córdoba; entre los cursos del Festival Internacional de la Guitarra destaca el suyo, en el que enseña a sus diez alumnos el arte, la ciencia y el misterio de fabricar instrumentos únicos.

'Es bastante difícil', reconoce el profesor. 'Nosotros tardamos cerca de un mes en terminar una guitarra. Y en los 10 días que dura el curso, lo que hacemos es avanzar lo más posible y acabar las que algunos se traen ya adelantadas de casa'. Paco Santiago es un señor risueño y energético, que entró como aprendiz en el taller de su tío cuando era un chiquillo, y que desde entonces no ha parado de construir y componer guitarras. 'Haced las cosas como yo digo', advierte a sus alumnos, 'que no me las estoy inventando ahora'.

Los alumnos asienten y obedecen. Se pasan más de cuatro horas de pie todas las mañanas, cada uno en su banco, cepillando, puliendo, barnizando, tomando notas. No parece que se cansen. Muchos vuelven por la tarde, para aprovechar más aún. Paco Santiago sigue: 'Éste es un trabajo lento, delicado. Una vez que la guitarra está terminada ya no se puede cambiar: se hace el camino a fuerza de experiencia'.

Santiago señala el interior de una de sus creaciones y añade: 'El sonido depende de muchas cosas. Aquí va lo que se llama el abanico, un conjunto de varillas que se disponen oblicuamente, y que van medidas a la décima de milímetro. Cuesta, pero lo hacemos. Porque del abanico depende el 90% del sonido de la guitarra, cambia según se abra o se cierre, y hay que dar con el punto'.

Hay otras tareas que exigen cuidado. Por ejemplo, domar los aros, es decir, dar a los cantos de la guitarra la forma sinuosa y femenina que les es característica. 'Primero se humedecen y luego se les da calor para moldearlos', informa el profesor. Al fondo de la clase, Ricardo Jiménez, de Sevilla, y Javier García, de Murcia, se ocupan de los preliminares de esta labor. Andan cepillando el canto de los aros para que tengan las dimensiones perfectas, y se mueven en un mar de virutas de todos los colores, desde el vainilla del pino hasta el café del palosanto.

En el otro extremo del aula empieza a oírse música. Santiago toca un poco para ver cómo suena un instrumento recién acabado, que llegó desde Amberes (Bélgica) en manos de André Bourlet, para recibir las últimas pinceladas. 'Sí señor, está muy bien', dice el profesor. Al estudiante belga se le instala una sonrisa enorme en la cara.

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Paco Santiago, en el taller de construcción de guitarras en Córdoba.
Paco Santiago, en el taller de construcción de guitarras en Córdoba.F. J. VARGAS

Tradición sonora y de familia

La familia de Paco Santiago Marín se dedica a construir guitarras desde muy antiguo. Su hijo Luis Miguel, que tiene ahora 32 años, sigue sus pasos; también entró en el taller de pequeño, también se ha criado entre maderas exóticas, clavijeros, cuerdas y barnices. ¿Sus guitarras son calcadas de las de su padre? 'No, qué va, cada uno las construye a su manera'. ¿Y quién viene detrás de él? 'Mis hijas. Tengo dos niñas, y una de ellas se pasa todo el día en el taller. Si alguien va a seguir la tradición en esta familia tendrá que ser una mujer', anuncia. Porque hasta ahora Paco Santiago sólo tiene nietas. Para Octavio Rodríguez, uno de los alumnos que asisten a este curso, pertenecer a un linaje de guitarreros sería un lujo. 'Lo más difícil es adquirir los conocimientos que estos maestros tienen desde hace siglos', señala. 'Ellos saben como tratar la madera, y no es lo mismo aprender uno solo que recoger una tradición centenaria que va en la familia'. A sus 28 años, Octavio se ha dedicado a tallar madera y a hacer cursos de luthería, es decir, de construcción, reparación y restauración de instrumentos de cuerda. Le gustaría entrar en un taller, pero lo ve difícil. Antonio García, que es de Villamartín (Cádiz), lo vive de otra manera. Es maestro de Primaria; para él esto es una afición. 'Me hace mucha ilusión llevarme mi guitarra ya tocando', dice, 'ya estuve trabajando en casa y creo que podré acabarla aquí'. Hasta ahora, todo lo que ha hecho ha sido de manera autodidacta. Algo más allá, Paco Santiago explica las diferencias entre una tapa armónica hecha de madera de abeto de Alemania o de cedro rojo de Canadá. 'Con la de cedro se saca un sonido más redondo, más dulce; con la de pino es más brillante y se proyecta más. Luchamos para darle calidad y equilibrio al sonido, y también proyección, que es muy importante, porque el intérprete quiere que se oiga perfectamente hasta la última fila del teatro'. Pero no todo en esta relación fabricante-intérprete es reto y exigencia. Un guitarrista alemán de mucho prestigio, Johannes Tonio Kreusch, dice en una entrevista a la revista Acordes: 'Tengo mi esposa. Toco una guitarra de Paco Santiago Marín, desde el corazón de la guitarra, Granada'.

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