En moto
'Se van a quedar sin patas de no utilizarlas'. Expresión con que en mi pueblo se comenta la generalizada y abusiva utilización de moto o coche por la juventud. Este fenómeno es especialmente llamativo en pueblos pequeños y medianos donde, al ser las distancias mínimas, este hecho es más incomprensible. Aparte la preocupación, más o menos sincera o altruista, por la salud y desarrollo de las extremidades juveniles, es más una queja por el modo de utilización de estos medios de transporte individualizados: velocidades absurdas en espacios tan cortos y cerrados; estruendo mecánico, paradigma de la cultura del ruido que vivimos; zigzagueos y cabriolas inverosímiles, propias de circo de riesgo, en los que se ven involucrados asustados 'espectadores'. En fin, un verdadero crimen de lesa convivencia ciudadana.
Al igual que con el 'botellón', aquí nos encontramos con un sentido de la diversión mucho más cercano a hábitos de rebaño que a una auténtica experiencia lúdica y, por supuesto, nada tiene que ver, como algunos creen, con una actitud rebelde, por parte de la juventud, ante un mundo que debe antojársele, cuando menos, estúpido. Si así fuera, los jóvenes evitarían a toda costa despersonalizarse con todo tipo de drogas naturales, sociales, culturales. Si así fuera, nuestro ínclito presidente del Gobierno no podría afirmar, por sí o a través de sus corifeos, que España 'va bien', ni ampararse en 'su' mayoría absoluta para despreciar a la 'minoría' sin verse apeado, eso sí, muy divertidamente, a golpe de voto, de su desmedido engreimiento.