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Reportaje:MÚSICA

Festivales con encanto

La llegada del verano modifica los hábitos del espectador de música y teatro. Es la hora de los festivales, un fenómeno sociocultural en que conviven turismo, placer, vacaciones y, por supuesto, cultura del espectáculo. El número de manifestaciones veraniegas con sello cultural ha crecido notablemente en el extranjero en los últimos años, lo que ha llevado a algunos cambios en los comportamientos de los espectadores. Los hay que siguen manteniendo la fidelidad a citas cargadas de tradición como Salzburgo, Bayreuth, Verona o San Sebastián, pero existe también una tendencia al alza con criterios de diversificación, buscando no solamente la excepcionalidad de unas propuestas artísticas difíciles de vivir en los lugares de residencia habitual, sino también el encanto de unos ambientes y unos planteamientos específicos. La cultura de los festivales busca nuevas sensaciones.

Recomendar dos o tres festivales extranjeros que se alejen de las citas más trilladas y de todos conocidas, no es nada sencillo. Una elección de este tipo siempre es personal y así uno puede escoger perderse del 14 al 28 de julio en Kuhmo (Finlandia), en la frontera con Rusia, a 600 kilómetros de Helsinki y 100 del aeropuerto de Kajaani, y allí quedar envuelto en un vendaval de 83 conciertos de música de cámara, o bien dejarse llevar por un frenesí orquestal vertiginoso en Lucerna (Suiza), del 14 de agosto al 15 de septiembre, en un desfile incomparable de grandes estrellas de la dirección (Rattle, Abbado, Barenboim, Chailly, Jansons, Salonen, Levine, Boulez) y de grandes orquestas (Berlín, Viena, Ámsterdam, Chicago...) en el marco del modélico edificio que Jean Nouvel diseñó justo al lado del lago de los Cuatro Cantones. Otra opción, de inequívoco sabor inglés, es la combinación de los populares Proms londinenses en el gigantesco Royal Albert Hall, con una escapadita al bucólico paraje de Glyndebourne para escuchar a Anne Sofie von Otter enfrentarse por primera vez en escena al personaje de Carmen o para ver en acción al nuevo director musical Vladimir Jurowski en una reposición de la producción de Peter Hall de Albert Herring, de Benjamín Britten, gozando en los intermedios del encanto del pic-nic con las vacas pastando al lado, mientras no decae el maravilloso ruido del descorche del champán.

Mis recomendaciones caprichosas para este verano se van a limitar a dos sitios: la Schubertiade de Schwarzenberg, en la zona de los montes de Bregenz de la comarca austriaca del Vorarlberg, y al festival de Aix-en-Provence en la Provenza francesa.

La Schubertiade es el paraíso del lied.

Comenzó en Hohenems en una pequeña sala para 200 personas, se desplazó después a Feldkirch al disponer de una sala apta para conciertos y en la actualidad se ha trasladado a Schwarzenberg, deliciosa población de montaña de 1.700 habitantes con una sala de conciertos de sabor alpino, la Angelika Kauffmann, de 536 localidades y una extraordinaria sonoridad para los formatos de lied y cámara. Los dos bloques centrales de la Schubertiade suelen ser a finales de junio y comienzos de septiembre. Este año, del 28 de agosto al 8 de septiembre, actúan en sesiones de lied, entre otros, los cantantes Angelika Kirchschlager, Barbara Bonney, Thomas Quasthoff, Simon Keenlyside, Ian Bostridge, Violeta Urmana, Bernarda Fink, Olaf Bär, Peter Schreier o Christoph Prégardien, con pianistas tan excelentes como Helmut Deutsch, Malcolm Martineau, Justus Zeyen, Julius Drake, Graham Johnson y otros. También están programados algunos conciertos de cámara y recitales de piano. Schubert es el rey, desde luego, pero no están aparcados, ni mucho menos, Schumann, Wolf, Brahms, Strauss y hasta Piazzolla. La magia especial de la Schubertiade es la perfecta fusión entre naturaleza y arte para complementar el equilibrio entre palabra y música tan consustancial al universo del lied. ¿Que qué se puede hacer al margen de los recitales? Pues, sencillamente, pasear o visitar los bucólicos pueblos, valles, abadías o restaurantes de la región. En pocos lugares centroeuropeos se puede disfrutar de una sensación parecida de tranquilidad. Es por ello que ninguno de los grandes liederistas faltan a su cita anual con la Schubertiade. En España hay también una pequeña Schubertiade en Vilabertrán, en la zona del Ampurdán próxima a Figueras.

El semanario Le Point dedica todos los años uno de sus números a sondear dónde se vive mejor en Francia. No hay quien apee del primer puesto a Aix-en-Provence. En Aix hay que vivir su festival desde la fascinación de la comarca provenzal, de los paisajes que inspiraron a Cezanne de las terrazas de Aix para deleitarse con el placer inigualable del paso del tiempo, de las poéticas fuentes públicas y, en fin, de una gastronomía de raíces populares. El equivalente musical a un Château La Mission Haut Brion del 89, pongamos por caso, está este año en el festival con la reposición de uno de los espectáculos europeos más bellos de los últimos tiempos, El retorno de Ulises a la patria, de Monteverdi, de la mano de William Christie y Adrian Noble, director artístico de la Royal Shakespeare Company. Será los días 12, 14, 15, 17, 18 y 20 de julio en el recoleto teatro de Jeu de Paume. También se repondrá a partir del 20 Don Giovanni, de Mozart, en la versión de Peter Brook, con el joven Daniel Harding al frente de la Mahler Chamber Orchestra. El plato fuerte de esta edición es, no obstante, el estreno mundial de una ópera de Peter Eötvös sobre Le Balcon, de Jean Genet, el 5 de julio. La Academia Europea de la Música afrontará La zorrita astuta, de Janácek, y entre las estrellas que pasarán este año por la seductora ciudad provenzal ofreciendo conciertos destacan Minkowski, Brendel, Christie o Alain Planés. Todo ello aderezado con presumibles conciertos de grillos cuando el calor apriete y por explosiones de color de frutas y verduras en los matinales mercados al aire libre. En fin, la vida.

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