'La idea de decorado, de un marco ficticio, me repele'
Rodrigo García (Buenos Aires, 1964), hijo de españoles emigrados, hizo hace quince años el viaje de vuelta con intención de abrirse camino como autor y director teatral. Sus primeras obras, escritas con grandes tiradas de texto, sin argumento apenas, pronto le singularizaron entre los dramaturgos de su generación. Y sus puestas en escena con collages de prosa y poesía, plagadas de acciones que no siempre guardan relación directa con lo que se dice (y que exigen un gran compromiso físico de los actores) le situaron en un lugar aparte, equidistante entre el del director teatral y el del artista plástico. Fuera del circuito alternativo, en España se le conoce poco. Al otro lado de los Pirineos, sin embargo, a Rodrigo García y sus cómplices, los actores de La Carnicería, se les están abriendo muchas puertas. Mañana el Festival de Avignon estrena su Prometeo, en un montaje de François Berreur protagonizado por Marcial Di Fonzo Bo, y el día 18 After Sun, producción de La Carnicería que también viaja al Festival de Otoño de París, y Je crois que vous m'avez mal compris, donde Rodrigo dirige a Di Fonzo Bo.
'Aquí no se interpreta nada. Se viven situaciones reales'
PREGUNTA. ¿Cómo es que hace triplete en Avignon? ¿Conoce su trabajo Bernard Faivre D'Arcier, director del festival?
RESPUESTA. Lo conoce bien. Aunque tal vez la persona que ha seguido mis creaciones con más pasión sea un colaborador suyo, Vincent Baudriller. Ellos han visto en el Mercat de les Flors, de Barcelona, nuestra trilogía de nueve horas de duración. También vieron nuestra última creación, en Madrid.
P. ¿Porqué su obra está calando tanto en Francia?
R. Mi trabajo es el mismo en España y en Francia. La diferencia es que mi editorial española publica un libro cada seis años, mientras que mi editorial francesa está terminando de editar mi obra completa. Con respecto a los teatros, es lo mismo. Cuando estreno una creación en Madrid acuden 10 o 12 programadores de teatros nacionales europeos. Españoles suelen acudir uno o dos. Ahora. Hasta el año pasado, sólo venían los de fuera.
P. Su escritura, al principio, era muy a la manera de Heiner Müller y de Bernhard.
R. También tuve otras influencias, pero mi estilo está ya libre de cargas. Tal vez se parezca más, hoy, a un informe de Amnistía Internacional que a un poema de T. S. Eliot.
P. La próxima temporada va a estrenar dos producciones por encargo de los teatros nacionales de Bretaña y Toulouse, y de la Comédie de Valence.
R. Sí, una, Jardinería humana, es una apuesta de François Le Pillouer. Me dijo: 'Haz lo que quieras. Hazlo con actores españoles. Son más físicos, más entregados'. Con la Comédie de Valence, donde montaré Rey Lear, es al contrario: haz lo que quieras, con intérpretes franceses. No será fácil, pues mi trabajo es inseparable de los intérpretes que conozco.
P. En sus puestas en escena usa el lenguaje publicitario.
R. Lo fragmentario de mis obras y el modo en que cuento una idea en poco tiempo es algo heredado de la publicidad. He trabajado muchos años en agencias. No me avergüenza porque, con lo que ganaba, producía obras de La Carnicería.
P. ¿Cuál es el papel del actor en su trabajo? ¿Y el suyo como escenógrafo?
R. La idea de decorado, de escenografía, de un marco ficticio o incluso poético, me repele. Ya no hago espacios teatrales. Ahora acumulo objetos deteriorados que puedan servir de algo en escena. Antes, el actor era una persona que se sabía un texto y lo decía. Ahora un actor de La Carnicería llega dispuesto a todo. No puede ser un intérprete. Aquí no se interpreta nada. Se viven situaciones reales. Y se es portador de un discurso complejo, confuso, duro, límite.
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