Bodrio en Benidorm
Una de las conclusiones a las que llegará quien vio las dos entregas (viernes y sábado en La Primera) del 35º Festival de la Canción de Benidorm será: menudo coñazo. Mezcla de concurso de noveles y de karaoke de veteranos, la gala, de un metraje injustificadamente excesivo, pecó de coartada para publicitar, entre otras muchas cosas, el turismo local. Ni la marca Benidorm, ni el ballet, ni la orquesta, ni la solvencia de un jurado semivinculante, ni Sergio Dalma, que hizo de presentador con más aplomo que la poco inspirada Jennifer Rope, salvaron este reiterativo montaje, aderezado con telesorteos y votaciones. El viernes, 12 de los 600 aspirantes se disputaron las ocho plazas de la final del sábado. Anécdotas: Marta Sánchez tropezó con su propio vestido y la aspirante Bea Bronchal estuvo a punto de caerse de sus tacones.
El Festival de la Canción, dominado por los intereses comerciales de los patrocinadores
La idea de recurrir a consagrados equilibró el share, pero se cargó el lado competitivo del evento. El híbrido no despegó a causa de unas canciones que tampoco eran para tirar cohetes, y menos aún en una ciudad tan pirotécnica. Hubo la dosis habitual de sermón anti-piratería, un himno fusilado del Mi música es tu voz, y, en general, se respiró la sensación de que aquello era interminable. El trofeo, una Sirenita de Oro, debió de horrorizarse ante la enésima presencia de varios chicos de Operación Triunfo, que incluso a sus padres acabarán aburriendo. Destacó la soltura de NosToca, generosos flamencos en el exilio, y la presencia de Marta Solís, poseedora de lo que Pilar Tabares, miembro de la Irreal Academia de Tallin, solía denominar 'precioso color de voz'.
El sábado nos trajo lluvia y más de lo mismo. Ganó Marta Solís tras un extenuante sistema de votación, con empates, errores en la identificación del notario y otras cosas del directo. La pareja presentadora estuvo un poco mejor, sobre todo cuando a Dalma le tocó cantar Bailar pegados ante una Jennifer Rope que tuvo la enorme elegancia de inclinarse para que no se notara tanto el abismo de altura con su compañero. Maniatados por un guión trufado de publimensajes, ambos tuvieron que recurrir a los tópicos y, producto de los nervios, pronunciaron algunas frases curiosas. Jennifer Rope, por ejemplo, dijo 'nuestros ocho finalistas' con tanta ambigüedad fonética que sonó como 'nuestro chocho finalista'. Total: un ejemplo de evento sobredimensionado en el que los intereses comerciales (compañías discográficas, parques temáticos, cadenas hoteleras...) se imponen a los contenidos, por más que los artistas hicieran lo posible por transmitir compañerismo y sentido de la vocación. Aunque tampoco hay que descartar que la televisión sea únicamente un escaparate de intereses. Incluso las públicas.
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