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Despidos tras el 20-J

Los sindicatos denuncian despidos por secundar la huelga; las empresas alegan que han rescindido los contratos por otros motivos

Lucía Abellán

A algunos trabajadores, según su testimonio, el 20-J les ha costado algo más que el día de sueldo que les restaron de sus nóminas por secundar la huelga. Los sindicatos están recibiendo múltiples denuncias de empleados que dicen haber perdido su puesto por unirse a la reivindicación de la huelga general. Las empresas niegan que ése haya sido el motivo y se remiten a motivos muy diversos para haberlos despedido: mal comportamiento, bajo rendimiento, hurto, conflictividad... En ningún caso las compañías admiten que el despido se haya producido como consecuencia del paro convocado legalmente por las centrales sindicales, aunque la coincidencia de fechas, entre otros indicios, hace pensar a estos trabajadores que no existen otras razones.

'Desde la huelga iban a por mí', dice un jefe de almacén expulsado por su empresa

UGT y CC OO, centrales convocantes de la huelga, han puesto en marcha una maquinaria jurídica para que ninguno de estos casos quede impune y los trabajadores se animen a denunciar a sus empresas si sospechan que su despido obedece al paro del día 20. Las dos organizaciones tramitarán gratuitamente los procedimientos judiciales de todos los que lo soliciten, sean afiliados o no. Hasta el momento, CC OO ha recibido 45 casos, y UGT un número similar.

PEDRO, ROBERTO Y JAVIER La acción de los piquetes

Pedro Valero, Roberto Pérez y Javier Treviño saben desde el pasado jueves que su despido es irreversible. Así se lo comunicó su empresa, General Electric, al comité de empresa tras una reunión en la que se intentaron acercar posturas. Los tres trabajadores fueron despedidos cuatro días después de la huelga, algo que consideran una represalia que les hace sentirse como 'cabeza de turco' de un paro que secundó la mayoría de los empleados de su planta, situada en el polígono industrial de la localidad madrileña de Coslada.

En sus cartas de despido figuran motivos propios de un despido disciplinario, es decir, achacable a alguna falta por parte del trabajador. La empresa argumenta que arrojaron piedras y huevos a la entrada del edificio el día 20 e insultaron a los trabajadores que intentaban acceder a sus puestos. Ellos lo niegan. Reconocen que se unieron al piquete informativo que había en la puerta de la empresa, pero insisten en que no hubo ningún hecho violento. 'Todo es mentira', asegura Pedro Valero, que admite que en ningún momento hubo presiones por parte de la empresa para evitar la huelga.

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El responsable de personal de la planta de Coslada sostiene que el comportamiento de estos trabajadores fue un 'hecho aislado' y que la prueba más palpable de que no existen represalias reside en que no se ha despedido a otras personas. 'La empresa está dispuesta a llegar adonde haga falta', asegura este directivo, consciente de que los tres trabajadores van a agotar todos los trámites judiciales posibles.

Los tres empleados eran fijos en la empresa. A uno de ellos, Javier Treviño, de 32 años, lo habían hecho indefinido sólo cuatro días antes del 20-J. Otro, Pedro Valero, de 22 años, se enfrenta a una difícil situación económica, ya que pertenece a una familia de ocho miembros en la que sólo trabajan su padre, un hermano y, hasta ahora, él.

Las esperanzas de los tres están puestas en que los tribunales declaren nulos los despidos, es decir, con obligación por parte de la empresa de readmitirlos. Además de presentar la demanda, los tres despedidos se están movilizando para recabar todo tipo de apoyos. De momento han conseguido que el europarlamentario José María Mendiluce envíe un comunicado a General Electric para pedir su readmisión. La portavoz de Izquierda Unida en el Ayuntamiento de Madrid, Inés Sabanés, ha realizado la misma petición a la compañía. También han recogido las firmas de más del 50% de la plantilla, según sus cálculos, para que la empresa proceda a la 'inmediata readmisión' de sus compañeros.

RAQUEL V. Y PALOMA C. Antes de la huelga

Al igual que los trabajadores de General Electric, también las cuatro personas a las que ha despedido la empresa textil Calzedonia son jóvenes. Raquel V. de 30 años, trabajaba hasta el día 19 en una filial de ropa interior de esta cadena en la madrileña calle de Preciados. La empresa, según su relato, les dijo a las seis personas vinculadas a esa tienda que le comunicaran a su supervisora si tenían intención de hacer huelga. Raquel, afiliada a CC OO, dijo que sí, al igual que otras dos de sus compañeras. El mismo día 19, la víspera del paro general, le comunicaron su despido. 'No me dejaron ni estar cinco minutos en la tienda', asegura Raquel, que llevaba en ese local desde diciembre, con un contrato temporal que vencía el 31 de agosto.

Una responsable de Calzedonia asegura que ni el despido de Raquel ni el de sus otras compañeras (dos más en su tienda y una en otro centro de Madrid) obedecieron a la intención de secundar la huelga. La razón fue 'la falta de interés en su trabajo'. Las tiendas en las que trabajaban estas mujeres venden mucho y no se pueden permitir una caída en el rendimiento de los trabajadores, argumenta la responsable. En cuanto a las fechas en las que se produjeron los despidos, tan próximas a la huelga, Calzedonia asegura que se hizo por cuestiones de agenda. Los días más factibles para el director comercial de Barcelona (la matriz de esta empresa se encuentra en Cataluña) eran el 18 y el 19 de junio.

Paloma C., de 22 años, es la más joven de las cuatro despedidas y una de las dos que contaban con un contrato indefinido, en su caso desde el mes de diciembre. La carta de despido le llegó un día antes que a sus compañeras, el día 18, y la situación fue similar a la relatada por Raquel. 'Estaba doblando unas camisetas y no me dejaron ni terminar. Me dijeron que en ese mismo momento me marchaba, que no podía estar ni un minuto más en la tienda'. Los abogados que la asesoran le han asegurado que los motivos alegados en la carta de despido son bastante prototípicos y ella confía en poder ganar la demanda. 'Este caso no lo quiero dejar. Hoy soy yo, pero esto es el comienzo de una lucha que vamos a tener que estar llevando continuamente. Están intentando quitarnos nuestros derechos', asegura convencida de su decisión.

JAVIER REMIRO 14 años de antigüedad

El de Javier Remiro, de 34 años, es un caso diferente, ya que llevaba 14 años trabajando en Galerías Primero, unos grandes almacenes de Aragón de donde acaba de ser despedido. Como en casos anteriores, tampoco el despido se ha limitado a una sola persona, sino que un compañero suyo también ha tenido que abandonar la empresa después del 20-J, tras 13 años vinculado a ella. Remiro, delegado sindical de CC OO durante el último año, está convencido de que el motivo del despido es haber secundado la huelga, aunque admite que el ambiente en la empresa ya estaba enrarecido anteriormente.

Lo más sorprendente para este trabajador es el motivo alegado por la dirección: hurto, tanto en su caso como el de su compañero. Lo que robaron, según la empresa, fueron dos pares de gafas de sol que se ofrecían como promoción junto con otro producto. 'Lo más gracioso', dice Remiro, que trabajaba en el almacén de la central, 'es que yo llevo la vista graduada'. Este trabajador niega los hechos y asegura que la empresa no le pudo confirmar que tuviera testigos del hurto, aunque el responsable de personal aseguró a este periódico que sí los había.

Con respecto a las fechas elegidas para despedir a los empleados, la empresa asegura que, aunque el supuesto hurto se produjo el 5 de junio, no tuvo conocimiento de él hasta la semana de la huelga. En cuanto a la desproporción existente entre la presunta sustracción de dos promociones y el despido de empleados con una antigüedad superior a los 10 años, el jefe de personal es contundente: el más mínimo robo es motivo para despedir, ya que puede sentar precedentes.

El trabajador zaragozano asegura que se produjeron presiones los días previos a la huelga para que no se secundara y que, finalmente, casi todos los que tenían contrato temporal acudieron a trabajar y los grandes almacenes abrieron. El responsable de personal ofrece una visión muy diferente: la huelga no iba contra ellos y cada trabajador puede hacer lo que estime conveniente.

Remiro, que no tiene cargas familiares, está dispuesto a luchar hasta el final por recuperar su puesto de trabajo: 'No voy a consentir este atropello'.

ÓSCAR BENÍTEZ Ambiente enrarecido

También trabajaba en un almacén, en este caso como encargado, Óscar Benítez, de 25 años, que ha sido despedido de la empresa Fornor, dedicada a la importación y exportación de artículos para el hogar. Llevaba en la empresa desde enero, con contrato indefinido, y cesó en sus funciones el pasado jueves, una semana después de la huelga. Benítez asegura: 'Desde la huelga iban a por mí'. Aunque la empresa no presionó para que los trabajadores fueran a trabajar y ni siquiera preguntó si tenían intención de hacerlo, este trabajador considera que el motivo de su despido ha sido sumarse al paro.

Aún no está seguro de si va a demandar a la empresa, pero su abogado le asegura que los motivos alegados en la carta de despido -bajo rendimiento en unos determinados días de trabajo- son muy difíciles de demostrar.

La empresa niega rotundamente que el despido de este trabajador obedezca a que secundó la huelga. 'Diecinueve personas hicieron huelga ese día, de las que 18 trabajan', argumenta el gerente. Este responsable añade que el trabajador pasó sus dos meses de prueba de forma correcta, pero que al tercer mes su trabajo dejó de ser satisfactorio. La conclusión de esta compañía es que el despido se debe exclusivamente al bajo rendimiento, independientemente de que la decisión se produjese en los días próximos a la huelga.

Óscar Benítez no tiene familiares a su cargo, aunque 'sí muchas letras que pagar' y sabe que, al final, si no queda otro remedio, tendrá que buscar otro trabajo.

OLGA Adiós al nuevo contrato

Hay casos, siempre según los sindicatos, en los que no es necesario despedir a un trabajador para castigarlo por haber secundado una huelga. La no renovación de contratos eventuales en un país en el que la temporalidad afecta a un tercio de los trabajadores constituye un recurso bastante común. Sería el caso de Olga, abogada de 25 años, que se siente desprotegida y prefiere ocultar el nombre de la consultora en la que trabajaba hasta el pasado día 19. Esa mañana, la empresa preguntó a sus trabajadores sobre sus intenciones de secundar la huelga. Ella, que desempeñaba sus funciones en el departamento de recursos humanos, recibió media hora después la carta de finalización de su contrato, cuando la empresa le había asegurado que no habría problema en hacerla indefinida.

Más tarde le dijeron que si reconsideraba su actitud 'las cosas cambiarían'. Pero, tras secundar la huelga, Olga acudió a trabajar y encontró que todas sus cosas habían desaparecido, su clave del ordenador había cambiado y su mesa había sido modificada. A partir de ahí le comunicaron que estaba de vacaciones hasta el día que finalizase su contrato, el 8 de julio. 'Me parece increíble que puedan hacer este tipo de cosas', concluye esta trabajadora.

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Sobre la firma

Lucía Abellán
La redactora jefa de Internacional de EL PAÍS ha desarrollado casi toda su carrera profesional en este diario. Comenzó en 1999 en la sección de Economía, donde se especializó en mercado laboral y fiscalidad. Entre 2012 y 2018 fue corresponsal en Bruselas y posteriormente corresponsal diplomática adscrita a la sección de España.

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