Mucho patinazo y vibrantes sorpresas
Turquía, Corea del Sur y Estados Unidos han destacado entre tanta expectativa frustrada
FRANCIA: el gran batacazo. La campeona de cuatro años atrás dejó el Mundial, junto a Argentina, la otra gran favorita, sin un solo gol a su favor pese a tener a los tres mejores delanteros de la Liga francesa, Cissè; la italiana, Trezeguet, y la inglesa, Henry. La baja de Zidane la cegó demasiado pronto: en el partido inaugural, frente a Senegal. Henry se autoexpulsó ante Uruguay y, con la soga al cuello, los bleus hicieron de sobra para ganar a los suramericanos, pero patinaron. La misma secuencia se repitió contra Dinamarca. El equipo se ha resentido más de la cuenta de la retirada de jugadores de enorme carisma interno como Blanc y Deschamps. Thuram, Desailly, Leboeuf, Djorkaeff y Barthez también están al borde de la jubilación, con lo que Francia tendrá que modelar un inminente cambio generacional, siempre más complicado desde la derrota que desde la victoria.
Que el central Ferdinand, el lateral Cole y el medio defensivo Butt fueran los mejores prueba a qué se dedicaron los ingleses
Guus Hiddink aplicó esa pócima tan descatalogada últimamente de 'jugar y... divertiros'
ARGENTINA: injustamente despachada en la primera ronda. Un quiebro de Owen a Pochettino le resultó una losa insalvable frente a Inglaterra en un partido en el que padeció en exceso la atrofia de Verón, el designado como guía de un equipo con futbolistas muy competitivos, pero escasos de imaginación. Con todo, la albiceleste reaccionó frente a Suecia, a la que zurró de lo lindo sin fortuna. Hedman, el portero escandinavo, dijo tras el partido: 'Es el mejor equipo de ataque al que me he enfrentado. Todavía no sé cómo pudimos aguantarle. Venían, venían y venían y no paraban de llegar'. Argentina no llegó y se fue del torneo por donde nadie lo habría sospechado.
PORTUGAL: malas formas. Como ya le pasó en la Eurocopa de Bélgica y Holanda 2000 con el arrebato de Abel Xavier y otros cuantos en la semifinal contra Francia, en Corea del Sur se fue del torneo con malos modos; con dos expulsados, Joao Pinto y Beto, en el último partido, y con serias amenazas al árbitro. Antes de los exabruptos no hizo nada. Estados Unidos le goleó en un periquete. Pauleta, que compartió con el alemán Klose los únicos hat-trick (tres goles en un solo partido), alivió el asunto frente a la débil Polonia, pero Corea le puso de camino a casa. Con el peor Figo que se recuerda y Rui Costa en el cuarto oscuro, los portugueses tienen dos años por delante para edificar una nueva selección con vistas a la cita más relevante de su historia: su Eurocopa de 2004.
ITALIA: hasta que aguantó Vieri. La crisis de sus clubes se trasladó a la selección de Giovanni Trapattoni, que se sostuvo en el campeonato mientras Vieri tuvo luces. Cuando el delantero del Inter la pifió frente a Corea, cuando falló el gol más fácil de su vida, los italianos se evaporaron ante los animosos jugadores de Guus Hiddink. Y lo hicieron recibiendo un tanto muy significativo: Ahn, un telonero del modesto Peruggia, le comió la tostada a Maldini, el más reputado defensor italiano del último decenio, con el extraordinario valor simbólico que ello tiene para el calcio, el más celoso guardián de la portería propia. Al otro lado del muro, Italia no supo explotar su magnífica promoción de delanteros -Vieri, Totti, Del Piero y Montella-, sin cordón umbilical con el resto del grupo, en el que todos, se llamen medios o defensas, son la reserva del catenaccio.
INGLATERRA: penuria especuladora. Puso a prueba la mutación que pregona el primer técnico extranjero que dirige a los ingleses, el sueco Sven Goran Eriksson, y con un gol concedido en los primeros cuatro partidos se sintió en el buen camino. Despojada de los atributos que la distinguieron durante toda su larga vida, la selección inglesa más conservadora de su historia especuló en cada jornada hasta que Brasil le obligó a dar un paso al frente, con el marcador en contra por primera vez en el torneo, y sufrió una parálisis total. Nadie como Beckham, el más flasheado, ejemplificó la penuria llegado el momento de cambiar de guión. Que el central Ferdinand, el lateral Cole y el medio defensivo Butt fueran los mejores demuestra a qué se dedicaron los ingleses.
SENEGAL: el nuevo poder africano. Ha confirmado una por una las buenas vibraciones que transmitió en la última Copa de África, cuando logró el subcampeonato por detrás de Camerún. El equipo afrancesado de Bruno Metsu ha exhibido lo mejor del fútbol africano -atrevimiento y fortaleza física-, condimentado con picante europeo -rigor táctico, atención a los detalles-. El escultural Bouba Diop, el centrocampista más goleador del torneo, y el delantero Diouf han sido dos de las pocas revelaciones del Mundial.
ESTADOS UNIDOS: jugadores interesantísimos. El mejor equipo norteamericano de todos los tiempos. En sus seis participaciones previas no había dejado huella alguna, salvo que una de sus cuatro victorias se produjo contra Inglaterra en Brasil 50. Nada más. Sus previsiones para la cita asiática no eran las mejores posibles. En Francia 98 había acabado en el último lugar y sufrido una políticamente dolorosa derrota ante Irán. Cuatro años después debutó en Corea con una espectacular primera media hora frente a Portugal. Luego, mantuvo un gran nivel hasta que Kahn, el portero germano, le cerró las puertas en los cuartos de final. Una de las injusticias del campeonato. Con el neoyorquino Bruce Arena al mando, Estados Unidos mostró jugadores interesantísimos para las grandes Ligas, para plazas donde el fútbol no debe soportar otras competencias deportivas. Es el caso del medio centro O’Brien, el lateral derecho Sanneh, los extremos Donovan y Beasley y el delantero Mathis.
COREA DEL SUR: el mejor experimento del campeonato. La noticia más alegre. Un equipo que jamás había ganado un partido mundialista -14 jugados: cuatro empatados y diez perdidos- y con la presión popular que siempre rodea a un anfitrión fue más valiente que casi todos. Guus Hiddink aplicó esa pócima tan descatalogada últimamente de 'jugar y... divertiros' y los surcoreanos se lo tomaron a pecho. Con el mismo sistema que el Ajax -pelota mimada, extremos, los defensas justos-, Corea escaló por encima de su mejor sueño. No tiene grandes jugadores, pero todos creyeron a pies juntillas en el modelo Hiddink, el seleccionador del Mundial, con mayúsculas.
JAPÓN: algo decepcionante. Aparecía en los pronósticos por delante de su vecino surcoreano, dada la matriculación europea de Nakata, Inamoto y Ono, de largo los tres mejores del equipo. Sin embargo, nunca tuvo el punto fascinante del cuadro de Hiddink. Con un tono demasiado plano, lo más destacable fue su victoria sobre la imprevisible Rusia. No obstante, el torneo ha dejado poso entres sus hinchas. Ahora necesita seguir con sus cursos de perfeccionamiento, complicado en un país en el que los jugadores son iconos de culto; en el que hay feligreses de futbolistas, no de equipos.
TURQUÍA: por fútbol, la segunda. Definitivamente, es el fútbol que más ha crecido en Europa en el último decenio. Ha soportado uno de los peores calendarios, habiéndose tenido que enfrentar dos veces a Brasil, el campeón, y otras dos a los anfitriones: a Japón, en los octavos de final, y a Corea, en el penúltimo encuentro. Para Turquía sólo caben elogios. Superó el chaparrón arbitral que padeció frente a Rivaldo y sus compañeros en su estreno, estuvo en el mejor partido -también ante los brasileños, en las semifinales- y su juego rayó a la máxima altura. Por fútbol habría que dar a Turquía el segundo puesto. Basturk, Hasan Sas y Rustu, de lo mejor y con diferencia.
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